Drake lo sabe y la locura por batir récords le llevaba primero a publicar un disco llamado ‘Views’ de 20 canciones, cerrando con la que parecía que iba a ser la canción más exitosa de su historia, pero no, ‘Hotline Bling’. Después, sacaba no un disco sino «una playlist» (de canciones todas suyas) llamada ‘More Life’, que agradecía el uso de tijera entre sus 22 pistas. Ahora el artista da un paso más y publica un disco doble que tiene hasta 25 canciones, ‘Scorpion’. ¿Más canciones es sinónimo de mayor calidad? En absoluto, más canciones implica más reproducciones, lo que implica mejor posición en el Billboard de álbumes, más posiciones en el Billboard de singles, más dinero y más posibilidades de obtener un hit.
El problema -si es que Drake tiene alguno, lo cual parece improbable ahora mismo- es lo deslucidos que están quedando los álbumes de Drake para la crítica musical. En esta vorágine de lanzar discos cuanto más largos mejor para batir récords de streaming -y acaba de batir uno de Post Malone, que a su vez había lanzado álbum de 18 pistas-, se está olvidando de cerrar buenos álbumes que pasen a la historia o sean en su conjunto un referente para el futuro. No cabe ninguna duda de que la voz aterciopelada de Drake, su uso de los ritmos dembow, el R&B perfecto de pistas antiguas como ‘Hold On, We’re Going Home’ o su reciente sample de Lauryn Hill están entre los momentos que, estilísticamente, han marcado esta década. En cambio, entras en Metacritic y los méritos artísticos de sus discos lucen poco más que mediocres. ‘Views’ tiene un 69/100, pero es que ‘Scorpion’ tiene un 67/100. ‘More Life’ llegaba hasta el 79/100 pese a ser castigado con un 5/10 por AllMusic, y aun así todos sus últimos lanzamientos han quedado muy por debajo de ‘Beyoncé’, ‘Lemonade
‘ o los mejores discos de cada año. Estas no son las notas de un trendsetter como él. Lógicamente la crítica tiene que valorar el relleno que hay en estos «álbumes», pero lo peor es que estamos hablando de los mismos discos que están marcando tendencia y están resultando influyentes, como muestra la misma existencia de Post Malone o en España el cada vez más exitoso C. Tangana, que tanto ha seguido sus pasos.Una de las claves de todo es el desprecio de Drake hacia los Grammys. Le importan un pimiento y se considera por encima de ellos. Su equipo ni siquiera presentó ‘Hotline Bling’ a competición en su año de edición. Parece ser muy poco consciente de que, sí, ahora está en la cresta de la ola, pero es muy probable que los Grammys perduren cuando él y/o su éxito ya no estén; y quizá, en unos años, se arrepienta de no haber hecho mientras podía ese disco perfecto que concurse en los premios, arrasando o indignando con su derrota como ha pasado a Beyoncé.
Los tiempos han cambiado y Drake ha sido de los primeros en aprovecharse de improvisar mixtapes, singles sueltos, etcétera. A todas luces está marcando tendencia tanto en cuanto a méritos artísticos (por sonido, hits y producciones) como en cuanto a movimientos comerciales. Gusta tanto y obsesiona tanto a las nuevas generaciones que en ocasiones no necesita vídeos, mandar canciones a radios ni promocionarlas en la tele para lograr hits, como ahora mismo está sucediendo con ‘In My Feelings’, ‘Don’t Matter to Me’ con Michael Jackson o ‘Nonstop’. Así de moderno y siglo XXI es lo suyo. Pero se está olvidando de dar empaque y cuerpo a esos discos tal y como los han tenido los grandes hitos de la historia, como ‘Thriller’, ‘Rumours’, ‘The Misseducation of Lauryn Hill’, ‘OK Computer’ o ‘Back to Black’. ¿Ha muerto definitivamente el álbum y nos negamos a verlo? ¿Realmente dentro de 20 años nadie se asombrará de lo bien cerrados que han estado discos como ‘Melodrama‘, ‘Lemonade’ o ‘Blackstar‘? ¿Y no le dará rabia a Drake no ocupar en ese sentido ningún lugar en las hemerotecas?
Pase lo que pase, si Drake está marcando tendencia y destruyendo el álbum como concepto para siempre por lo que pueda tener de obsoleto, hay algo en su estrategia que no hace ningún bien a la música pop. Con esa manera de tirar mixtapes y canciones a diestro y siniestro a ver con cuál suena la flauta, está devaluando el concepto de disco como obra de arte, con su canción de inicio, su canción de cierre y su imaginería indisociable. En un mundo en que el pop está considerado la peor de las músicas, siendo la música grabada a su vez considerada la peor de las artes (no hay más que comparar el IVA de los discos con el de los libros o ahora el cine o la música en directo), está haciéndose flaco favor a sí mismo.