Con ‘The Rider’, todo ha cambiado. La directora ha pasado de participar en festivales, a ganarlos (premios en la Quincena de Realizadores de Cannes, en la Seminci de Valladolid, en Deauville…); de no estrenar su película en casi ningún sitio, a hacerlo en todo el mundo; y de estar nominada como debutante en los Spirit Awards, a competir en ellos en las categorías principales, mejor dirección y película, junto a pesos pesados como ‘Déjame salir’ (la ganadora), ‘Call Me by Your Name’, ‘Lady Bird’ y ‘The Florida Project’, con la que tiene más de un punto en común por su capacidad para capturar la realidad y lo modesto de su producción.
La idea de ‘The Rider’ se le ocurrió a la directora mientras preparaba ‘Songs My Brothers Taught Me’. Durante la investigación previa conoció a Brady Jandreau, un joven jinete que se había partido el cráneo al caerse en un rodeo y que, por culpa de las secuelas, ya no podía hacer lo único que le gustaba y sabía hacer bien: montar a caballo. De ese conflicto, de ese trauma físico y emocional, nace esta película. Chloé Zhao narra la peripecia vital de este jinete sin caballo mezclando constantemente la realidad con la ficción, la imagen documental con su reconstrucción dramática, las personas con los personajes.
‘The Rider’ está interpretada por los propios protagonistas de la historia: Brady Jandreau, su familia (su padre y su hermana con síndrome de Asperger) y sus amigos, incluido Lane Scott, otro jinete accidentado que terminó en una silla de ruedas y casi sin capacidad de habla a causa de una gravísima lesión cerebral. Es en esos momentos -cuando Brady está con su amigo en el hospital, cuando conversa con su hermana, cuando está en el rodeo, cuando doma los caballos (sin duda, la secuencia más fascinante de toda la película)- cuando la frontera entre la ficción y el documental, entre el cine y la vida, se resquebraja, salta en pedazos como las grapas de la cabeza del protagonista.
Chloé Zhao consigue una mezcla sorprendentemente armónica entre el lirismo paisajístico de Terrence Malick (el filme está rodado en los Badlands del primer filme del director tejano), la iconografía del western crepuscular (la figura del cowboy recortada sobre cielos inmensos), el retrato casi antropológico de una comunidad rural (donde los caballos y toda su mítica siguen estando muy presentes), y la emoción contenida de los dramas íntimos de Kelly Reichardt. Junto a la mencionada ‘The Florida Project’, uno de los grandes títulos de este nuevo neorrealismo del siglo XXI. 8’5.