La banda sonora no ha sido ajena a la carrera de Radiohead, que han colaborado en varias cintas, de manera muy significativa donando ‘Exit Music (for a Film)’ para ‘Romeo y Julieta’ a mediados de los 90; pero hasta ahora había sido Jonny Greenwood el chico de la «música para películas», llegando a ser nominado a un Oscar y convirtiéndose en mano derecha de Paul Thomas Anderson, quien ha contado con él hasta en 5 de sus proyectos. El reto de Yorke no era nada fácil, pues la música original de ‘Suspiria’, de Goblin, fue un hito, hasta el punto de verse reeditada recientemente con motivo de su 40º aniversario. Sin emularla, el artista ha salido airoso del desafío.
En primer lugar, el nuevo tema principal de la cinta, ‘Suspirium’, es la mejor canción que Thom Yorke ha firmado en solitario hasta la fecha. Su melodía y ritmo tipo vals son estupendos; su letra sobre la muerte, aplicable a la película pero a la vez independiente y comprensible por cualquiera; y su línea de piano culminando cercana a la PJ Harvey de ‘White Chalk’, embelesa. Esperemos que su equipo tenga contactos en Hollywood y logre introducir el tema en la carrera de los Oscar, pues cada vez que aparece en este disco doble a modo de single o reprise (‘Suspiria Finale’ introduce cuerdas y otros arreglos), significa disfrutar del que es uno de los mejores compositores de las últimas décadas, haciendo lo que mejor sabe.
Ese gran mérito de servir para el guión de la película y a la vez para el mundo repite en otros temas como ‘Unmade’, que comienza tristón como una balada jazzy atemporal para terminar resultando engañoso y dando miedo («ven bajo mis alas (…) juro que no hay nada bajo mis mangas»). O también ‘Has Ended‘, esa canción que avanzamos desde El Palacio de Linares que sonaba trip-hop: como si en 1994 Thom Yorke hubiera publicado ‘Dummy’ en lugar de ‘My Iron Lung’. Pega en ‘Suspiria’ por sus referencias a «brujas» y espejos» («las brujas cantaban / el agua se volvió gris / y los espejos y los teléfonos / ardieron, ardieron»), pero igualmente refleja sus conocidas inquietudes políticas («y los fascistas se avergonzaron de su títere rey bailarín»). Su estribillo no puede ser más ambiguo: «no cometeremos el mismo error otra vez».
El hijo de Thom Noah Yorke ha tocado la batería en este tema, pero no ha sido la única colaboración del álbum, pues de manera muy perceptible aparece la London Contemporary Orchestra y su coro, dando un poso monacal a ‘The Conjuring of Anke’ o ‘Sabbath Incantation’ y tremendo a ‘A Choir of One’, que con sus 14 minutos ocupa casi un 20% del minutaje de la banda sonora. La riqueza instrumental es palpable en la sintética ‘Klemperer Walks’ o ‘Volk’, que suena como un barco a la deriva por el Océano Índico; y también lo es la sensación de misterio, muy conseguida en varias pistas, como ‘The Hooks’, ‘Belongings Thrown In a River’, ‘A Light Green’ y de manera muy clara en la terrorífica ‘Voiceless Terror’.
En conclusión, Thom Yorke entrega su mejor disco al margen de Radiohead, muy vinculado a la banda sonora por estructura y estilo, con pasajes muy ambient, y por las letras (‘Open Again’ tiene una guitarra muy ‘In Rainbows’ pero habla de «demonios» para mostrar «demonios»); e igualmente disfrutable a menudo sin haber visto la nueva adaptación de ‘Suspiria’. Abiertamente Thom ha dicho que los textos se han inspirado en Trump y en el Brexit, intentando encajarlos en las escenas del guión, como una en la que aparece una marcha militar. Al fin y al cabo, ¿qué puede dar más miedo que los tiempos que corren?
Calificación: 7,7/10
Lo mejor: ‘Suspirium’ y ‘Suspirium Finale’, ‘Unmade’, ‘Voiceless Terror’
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