Música

Alexanderplatz: «Hay cosas del presente que me gustan, pero creo que en ningún presente me sentiría a gusto»


Cinco años después del final de Klaus & Kinski, y casi exactamente 10 después de su debut ‘Tu hoguera está ardiendo’, Alejandro Martínez Moya ha publicado ‘Muera usted mañana‘, primer largo de su nuevo proyecto, esta vez unipersonal, Alexanderplatz. Un disco en el que, aunque se reconoce al autor de canciones como ‘Crucifixión, la solución’ o ‘Mengele y el amor’, hay palpables diferencias formales con su anterior proyecto, en el que predominan los sonidos sintetizados e influencias de los 70 y 80. Coincidiendo con sus primeras presentaciones en directo junto a algunos músicos que ya habían participado en su aventura previa, charlamos con él por teléfono sobre la dificultad de levantar en solitario este proyecto, sus influencias y el trasfondo lírico de estas canciones. [Fotografía de José Carlos Nievas]

Alexanderplatz actúa el próximo sábado, 24 de noviembre, en Maravillas Club de Madrid, junto a Shadow Girls, y acaba de confirmar una nueva fecha: el sábado 15 de diciembre en Espai Zowiede Hospitalet de Llobregat (Barcelona).

‘Muera usted mañana’ es un disco que, quizá por la abundancia de interludios instrumentales, deja la sensación de que en él dominan los sonidos sintetizados, por encima de los acústicos o los clásicos de pop rock. ¿Es un reflejo de la música que más te ha cautivado en los últimos tiempos o es una cuestión de economía de medios humanos?
No, economía de medios, no. Es en parte reflejo de cosas que me gustan, eso es obvio, y en parte lo que me apetecía hacer en este momento, tal vez un poco como reacción a lo que venía haciendo durante años con Klaus & Kinksi, donde todo era muy heterogéneo. No es que ahora no lo sea, imagino, porque supongo que no podré evitar cierta tendencia, pero por lo menos en cuanto a la idea global del disco quería centrarme en este tipo de sonido. Es cierto que hay muchos sintes, casi todos analógicos. Por ejemplo, las cuerdas: con Klaus hubiera optado por hacerlo con cuerdas reales, y aquí quería hacerlas sintéticas y que se reconocieran como tales, no emulándolas, buscando un poco esa sonoridad de los 70.

Ya has comenzado a ofrecer tus primeros conciertos con una banda en la que cuentas con antiguos miembros de Klaus & Kinski, pero ¿el disco ha sido sobre todo en solitario o ha sido un disco grupal?
Lo he hecho yo todo menos la batería, que es el instrumento que no me fiaría de tocar yo (risas). La ha grabado Juan Antonio, el técnico con el que llevo trabajando durante años. Tengo un estudio en casa desde hace tiempo, no para grabar a nadie sino para hacer mis cosas, igual que lo hacía con Klaus.

Puede parecer una referencia facilona, pero el tono retro de los sintes, especialmente al inicio del disco, no solo remite al rollo de la BSO de SURVIVE para ‘Stranger Things’, sino que ‘Homenaje’, como ironizando con su título, parece inspirada directamente por la sintonía de la serie. ¿Es así?
No. A ver, he visto la serie y me gusta, pero me gusta porque las referencias que toma esta gente para hacer esto tan retro son similares a las que yo he usado, estos 70 más instrumentales, las bandas sonoras de John Carpenter o la gente de Italians Do It Better, pero también el kraut alemán, el synthpop británico de los 80… Pero no precisamente por la serie. De hecho, ese tipo de arpegio es un recurso muy manido, no lo han inventado ellos. Lo que pasa es que como la serie ha sido tan popular es como lo primero que asocia la gente, pero no es que sea muy original, es una celebración retro. Que a mí me gusta, ojo, y me moló la música de la serie porque tocaban cosas que ya conocía.

Antes has dicho que buscabas una reacción a lo que venías haciendo con tu anterior grupo. Sin embargo, en sus canciones sigue habiendo como mucha diversidad de palos, que era exactamente lo que distinguía aquellos discos, ¿no?
Bueno, la diferencia está sobre todo en el sonido. Soy consciente de que hay una canción que ha quedado más como una balada sesentera, otra más canción melódica, otra más synthpop… Pero a la hora de vestirlas, a lo mejor con Klaus habría buscado cosas más extremas en la manera de producir. Aquí intenté repetir constantes sonoras, aunque el tema viniera de una cosa muy loca.

Y entonces ¿dirías que es esa uniformidad de arreglos lo que te aleja de aquel estilo y hace reconocible el sonido de Alexanderplatz?
Sí, pero no alejarme porque (aquello) me parezca mal, sino simplemente porque en tu vida vas probando cosas distintas quizá por reacción. Haces lo que te resulta divertido, lo que te apetece en cada momento y eso obedece más a impulsos. No sé lo que haré el resto de mi vida, pero espero que siempre sea algo que me parezca divertido, porque si no te entusiasmas mínimamente… no se puede hacer esto. Son muchas horas, muchos quebraderos de cabeza y si no estás un poco in the mood… (risas)

«Puedes huir de una coordenada temporal o espacial, pero no puedes huir nunca de ti mismo»

¿Dirías que, de haber un hilo conductor en el disco, podría ser la nostalgia del pasado, pero no en un plano individual sino colectivo, social?
En realidad la nostalgia del pasado es algo un poco impostado. Es un recurso literario como cualquier otro, más como forma de evasión. Evidentemente, hay cosas del presente que me gustan, pero también creo que en ningún presente me sentiría a gusto. Mirar hacia el pasado es como huir de un sitio, y puedes huir de una coordenada temporal o espacial, pero no puedes huir nunca de ti mismo. Y ahí es donde está el sarcasmo o la ironía de todo ello. Y también una parte real, pero eso ya sería psicoanalizarme… (risas)

Bueno, es lo que apunta ‘Odio el siglo XXI’, la canción, que en realidad parece libre de ironía.
Es lo que decía: «¿te gusta el tiempo en el que has vivido?» Pues si lo piensas racionalmente, no te vas a encontrar nunca totalmente a gusto, pero tampoco creo que en cualquier tiempo pasado estaría mejor, estaría igual. Y no es que me sienta infeliz, todo lo contrario. Es una reacción evasiva, un poco misántropa, de negar la realidad. Es como… Tú puedes amar a la Humanidad, pero en realidad no soportarla. (risas)

«A mí me interesa la música, el mundo de la música me interesa menos»

Y, en esa línea, ¿ha dejado de interesarte el pop contemporáneo, ya que parece que te interesan más sonidos retro? ¿Disfrutas más con obras del pasado?
Es que yo no sé lo que es el pop contemporáneo y de hecho nunca he estado atento a nada de eso. No sé si nunca he llegado a sonar actual. A mí me interesa la música y me da igual que ocurra ahora o que ocurriera hace 20 años, le doy el mismo valor. Lo único es que, si hay algo que me interesa de ahora, puedo verlo en directo. Como decía, nunca he estado muy atento y, de hecho, puede que haya cosas que estén surgiendo ahora que seguro que me gustan y no me daré cuenta hasta dentro de unos años. Es como leer: ¿por qué tengo que estar pendiente de las novedades literarias? Si merecen la pena las voy a leer igual dentro de 10 o 15 años. A mí me interesa la música, el mundo de la música me interesa menos. Lo he conocido por dentro y en parte es mi mundo, porque me dedico a esto, pero no es la parte que me entusiasma.

En las letras, un poco como en los estilos que tocas musicalmente, hay un poco de todo, si bien se puede intuir que has evolucionado hacia un tono menos explícito, más simbólico. ¿Dirías que te ha llevado más trabajo el aspecto lírico que el musical?
Bueno, siempre es así. Hacer la música me cuesta poco… Obviamente, me refiero al aspecto mental, no al del tiempo, que sí cuesta más porque es muy laborioso técnicamente si lo haces tú todo y quieres que tenga cierta solvencia. Pero la parte de las letras… De alguna manera es una pequeña forma de literatura, en la que te desnudas, así que sientes vértigo por que esté a la altura que crees que debe estar o, al menos, no avergonzarte de lo que escribes. (risas) Ahí sí tardo más tiempo, el proceso de calidad es más complejo, piensas cómo afectan las cosas, las lees y las relees, a la semana cambias algo que te parece una mierda… No es que me cueste más, es que es menos inmediato.

¿Pero dirías que hay un cambio en el enfoque, ese giro hacia algo más simbólico que yo decía, en contraste con las letras de Klaus & Kinski que siempre se han identificado por cierto costumbrismo?
Se ha dicho mucho lo del costumbrismo, pero yo nunca he estado muy de acuerdo. Yo por costumbrismo entiendo como un escenario en el que se imbrica el relato. Lo que sí es cierto es que en ese estilo había préstamos de un habla popular, utilizar mucho el refranero, el argot, juegos de palabras en base a frases hechas… pero eso sigue estando. Sobre el carácter simbólico, no lo sé. A lo mejor es una destilación un poco del estilo, porque va evolucionando con los años, pero tampoco lo veo muy distinto. Son metáforas, que es un recurso literario que conocerás bien porque es un poco tu trabajo del día a día.

Sí, claro. Cuando digo esto me refiero a letras como ‘Sultana’, que podría estar dirigida a una persona pero le habla como si fuese un ente no terrenal, cosas así…
Sí, quizá es un tono lírico un poco más convencional, una metáfora menos explícita, más clásica. Por el tono del tema, que era más tierno y más convencional, quizá ahí sí hay lo que dices. Pero también empleo el sarcasmo, el humor negro, que te pone el pie en tierra, por decirlo así.

«[Sobre explicar sus canciones] No creo que deba hacerlo ni creo que debas saberlo, es como romper un poco la magia del hechizo, aunque quede estúpido decirlo»

Tú mismo hablabas del uso de refranes y frases hechas, y eso precisamente lo empleas a saco en ‘Maldición gitana’. Es como que lanza ideas pero lo deja todo como en el aire, ¿no? ¿Qué buscabas?
Sí que hay un poco ejercicio de estilo, porque todo está basado en emplear el refranero, pero es la parte formal, porque el contenido es, como indica el título, insultar y desear el mal. (risas) Pero no va dirigida a nadie en particular y de hecho hay un verso al final donde digo que todo eso puede volverse hacia ti. Lo que pasa es que, claro, explicar el sentido unívoco de las canciones… No creo que deba hacerlo yo ni creo que debas saberlo, es como romper un poco la magia del hechizo, aunque quede estúpido decirlo. No funciona así ni creo que dentro del proceso creativo deba funcionar así.

En ‘El puño en el corazón’, que es una especie de bolero, la letra también tiene que ver con la nostalgia… pero en el sentido político. ¿Cómo se te ocurrió la historia algo enrevesada de ese cantante perdedor, ex-militante de Fuerza Nueva que ahora planea acciones terroristas de extrema izquierda?
Bueno, es más canción melódica tradicional, canción romántica, latina. Es una de mis pocas canciones en tercera persona, la historia de un perdedor cutre, el giovanni de turno cantando para abuelos en un escenario al lado de una piscina en el Lopagán. (risas) A mí siempre me han interesado mucho los perdedores desde el punto de vista lírico, pero me resultó divertido inventarle una doble vida, en este caso de alguien que lleva una doble vida militando en un comando terrorista marxista, dejándose la piel en el escenario entre niños en bicicleta, la barra del bar… Ahí sí hay costumbrismo. (risas) Y también hay referencias a los 70, con la extrema derecha. (risas)

El disco es muy largo, como solían ser los de Klaus & Kinski, por otro lado. Es algo que tú siempre has defendido, diciendo que 10 canciones te parecía algo rácano y que no ibas a guardar temas para una edición japonesa. ¿Sigues siendo fan de los discos así de extensos?
No es que no me gusten los discos cortos, es que no me molestan los largos. Es que nunca lo he entendido muy bien, porque al final hablamos de la longitud de un disco como una convención, que además viene heredada por un condicionante técnico que marca el formato analógico, el vinilo, que tiene una capacidad limitada. A mí los discos largos no me molestan, si el disco me gusta me da igual que dure una hora o que dure tres. Entiendo que si algo no te interesa, no te interesa, pero no que no te guste porque sea largo. Respecto a ‘Muera usted mañana’, sí está concebido de una forma global y era consciente de que iba a ser largo, y no sólo es que como forma artística me parezca bien, es que lo necesitaba, se me hubiera quedado corta sólo media hora.

¿Cuál es el último disco largo que te ha flipado o que te ha inspirado?
Pues el otro día escuché en el coche el primero de Beak>, de 2009, que dura 1 hora y 1 minuto, por ejemplo.

«Me interesa la voz como cualquier otro aspecto de la música, pero no tengo vocación de cantante»

¿Te costó tomar la decisión de cantar tú mismo tus canciones, después del fin de Klaus & Kinski? ¿Qué ha sido lo más difícil de levantar algo como Alexanderplatz?
Sí me costó al principio. A mí me interesa la voz como cualquier otro aspecto de la música, pero no tengo vocación de cantante, y nunca me lo había tomado tan en serio. Pero hay que entrenarlo, hay que reflexionar, buscar una manera (de cantar) en la que te puedas encontrar más o menos cómodo a lo largo de los años, evolucionar, porque es un instrumento muy complejo que va cambiando con los años. Sí me ha costado ponerlo en marcha, porque antes ya tenía una manera de trabajar a la que me había adaptado y, al margen de cambios personales y otras evoluciones internas de qué vas a hacer con tu vida, ha llevado tiempo. Hasta que he definido el proyecto, sus señas de identidad, cómo iba a trabajar… Tienes que tomar mil decisiones y te tiene que convencer, porque si la ilusión te va a durar una semana, luego no lo vas a poder defender y te va a hacer profundamente infeliz. Cuando ya está en marcha es distinto.

¿Y te costó más o menos convencer a Antonio y José Carlos de volver a unirse a ti en esta aventura? ¿Está en vuestros planes recuperar alguna de las viejas canciones?
A Antonio no me ha costado nada (convencerle) porque, aparte de que he trabajado con él muchos años, llevaba tiempo sin tocar y a él le encanta tocar. (risas) Así es fácil. José Carlos se encarga del bajo eléctrico y sintetizado, y luego está Miguel Porras a la batería. En realidad lo más difícil ha sido montarlo técnicamente, programaciones, parches, etcétera, porque como pasaba con Klaus yo hago un disco y luego a partir de ahí se monta el directo. Son cosas poco interesantes para la gente pero que a mí me suponen meses de calentarme la cabeza. También ha intervenido Paco, pero en el arte del disco, es muy bueno en lo suyo y enseguida pensé en él. Hace lo que le pidas y lo que le pedí es bastante simple, opuesto al preciosismo que él suele hacer. Lo que hizo es bastante más conceptual, más simbólico, abstracto. Me ha gustado mucho lo que hizo.

«[Sobre recuperar canciones de Klaus & Kinski] Tengo claro que no. (…) Me sentiría como Paul McCartney»

¿Y pensáis tocar alguna canción de Klaus & Kinski?
No, qué va. Eso sí que tengo claro que no. Es otro grupo y sobre todo no está Marina, que aparte de la voz aportaba su personalidad. No sé, me sentiría como Paul McCartney. (risas)

Pues no le va mal al chaval.
Ya, pero… Ojo, que yo le admiro, me gustan los Beatles y cosas de Paul en solitario, tiene mucho talento. Pero me parece una broma.

¿Sabes si Marina ha escuchado el disco? ¿Qué te ha dicho de él?
Mmmmmm… No. No lo sé, sinceramente. Supongo que habrá sentido curiosidad, pero… Y cuando la vea, tampoco hablamos de esto. Igual surge, pero yo no le voy a preguntar si ha escuchado el disco. Ni a Marina ni a nadie. Me da vergüenza, ir mendigando escuchas. (risas)

«[Sobre conmemorar 10 años de ‘Tu hoguera está ardiendo’] No quiero pensar en el tiempo, porque me deprimo»

Se acaban de cumplir, por cierto, 10 años de la publicación de ‘Tu hoguera está ardiendo’. ¿Os planteáis o habéis planteado conmemorarlo de alguna manera?
No. ¿Haciendo qué? Los grupos que hacen eso es porque están tocando y se inventan un concierto. Y creo que Tanis (Abellán, del sello Jabalina) ya hizo una reedición, no sé si tendría sentido volver a hacerlo. Ni lo había pensado. ¿En qué año estamos? (risas) No quiero pensar en el tiempo, porque me deprimo.

Muchos siguen, o seguimos, encandilados con vuestra obra. Hace unos meses, hablando con Lolo de Hazte Lapón, me decía que para él vuestros tres discos son una de las obras cruciales de esta generación del pop español, que le inspiraron a la hora de cerrar su propio grupo tras el tercer álbum y que están destinados a trascender. ¿Qué sientes cuando te llega algo asÍ?
Es bonito. Si tú lo has hecho es esperando que alguien pueda sentir algo remotamente similar a lo que tú has sentido escuchando música de otros. Es lo que le da sentido a esto porque si no, ¿para qué? Sí, lo haces como una forma de expresión, una necesidad interna, no para epatar a nadie. Pero es muy duro, muy pesado, no siempre mantienes el mismo nivel de energía. Y que se te acerque alguien y te diga «las cosas que hicisteis me gustaban» o «son importantes para mí» te hacen pensar que merece la pena haberlo hecho. Porque a veces… Bufff… Cuesta trabajo. Supongo que es por mi carácter, me cuesta entusiasmarme con las cosas, dudas y piensas «no me gusta nada, todo es una mierda, me aburro»… Pero por otro lado la música, no sólo el pop, le da sentido a mi vida, la amo profundamente.

¿Y ahora estás totalmente entusiasmado con Alexanderplatz?
Sí, depende del día. (risas) Pero con Klaus me pasaba igual, supongo que porque tiendo a ser muy crítico. Hay una parte sentimental/emocional, que necesita llenar un poco el alma, echándole galleticas. Y otra más intelectual, más crítica, que hace que todo te parezca una basura. (risas) Te sientes mal, a veces. Pero eso me va a pasar toda la vida y supongo que si no hiciera cosas sería más infeliz.

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Publicado por
Raúl Guillén