La fantasía colorista de Taylor Swift, el enigmático baile de FKA twigs, las vidas paralelas de Blake y Rosalía, la nueva perrita Laika según The Chemical Brothers, la “molesta” canción de Hot Chip, y muchas, muchísimas mariposas. Revoloteamos y mariposeamos por elementos visuales y narrativos de los videoclips más destacados de las últimas semanas.
ME! (Taylor Swift)
Los coloridos musicales de Jacques Demy (‘Los paraguas de Cherburgo’, ‘Las señoritas de Rochefort’), las fantasías disneyanas (hay un explícito homenaje a ‘Mary Poppins’ con Brendan Urie volando con paraguas por el cielo londinense) y la estética de StarLily “el unicornio mágico” o Mi pequeño Pony. Todo ello amasado como para hornear un gran cupcake. Así podríamos calificar el nuevo vídeo de Taylor Swift dirigido por el habitual Dave Meyers. Tras la recurrente (y ya cansina) alusión a la serpiente, las mariposas que aparecen tras su mordisco son el presagio de una explosión de alegría y color que sirve como antídoto para la venenosa relación que parece mantener una pareja. A partir de una discusión, se suceden varias secuencias con coloristas coreografías, algunas de ellas interpretadas bajo un cielo luminosamente encapotado por las alas de los lepidópteros, que funcionan como la metáfora plástica y algodonosa de una reconciliación. En mitad del vídeo, Urie nos abre literalmente su corazón y lo que encontramos dentro es una desbordante fantasía pop compuesta por bailes sesenteros, desfiles de bandas militares de espíritu naif, retrofuturismo discotequero y un final que reinterpreta ‘Cantando bajo la lluvia’ en clave de chaparrón pictórico.
Cellophane (FKA twigs)
Hace unos años, si una chica hacía lo que FKA twigs en ‘Cellophane’, subirse a una barra de stripper y rebozarse en el barro, era porque estaba a un tris de irse “a Usera, a hacer la carrera”. Sin embargo, una vez que llegó Demi Moore (‘Striptease’) o Chiqui Martí, la barra de puticlub entró en los gimnasios como si fuera un banco de abdominales. La cantante británica no es la primera que lo utiliza en un videoclip -ahí está el baile erótico-festivo de la “rabiosa” Shakira-, pero sí la que le ha dado un uso más imaginativo. FKA twigs sale a un escenario como si estuviera en una película de Lynch: aparece tras unos cortinajes tenuemente iluminados, caminando con unas plataformas por un suelo que se refleja como un espejo (que luego se usará como metáfora del doppelgänger), mientras suena un enigmático sonido metálico de fondo y las ovaciones de un público al que oímos pero no vemos.
Una vez comenzado el baile, filmado de forma muy eficaz, con la cámara dando vueltas al mismo tiempo que la cantante, se produce un hecho inesperado: el cielo se abre como un trampantojo de una bóveda barroca, y twigs se encuentra con un ser fantástico que recuerda a los lepidópteros de ‘The Gate’ de Björk (no por casualidad los dos vídeos son del mismo director, Andrew Thomas Huang). A partir de ese encuentro, la cantante “pierde pie” y empieza a descender como un ángel caído. Su aterrizaje en un espacio embarrado e infernal, de inspiración teatral, parece una alegoría de este reciente mensaje: “Tuve que derribar todos los procesos en los que confiaba. Llegar a lo más profundo. Reconstruir. Empezar de nuevo». El barro como símbolo de la creación, del (re)nacimiento artístico y personal.
Barefoot In The Park (James Blake, Rosalía)
Y seguimos con transformaciones, lepidópteros y cielos que se abren. La mariposa, que se transforma a partir de una oruga, es un símbolo universal de cambio. Con ella comienza ‘Barefoot In The Park’, el nuevo vídeo de James Blake dirigido por el solicitado dúo creativo formado por Diana Kunst y Mau Morgó (‘De aquí no sales’, ‘Caballo ganador’). El aleteo de una mariposa pone en marcha esta historia circular, que se inicia con un cruce de miradas a partir de un hecho trágico, y se cierra con otro contacto visual que devuelve el relato al mismo punto. La historia, filmada en el cada vez más frecuente formato cuadrado y con los bordes redondeados, como de diapositiva, está protagonizada por dos niños supervivientes de un accidente automovilístico. A través de unas elipsis muy imaginativas, donde las figuras se van desvaneciendo conforme van cumpliendo años, y del uso de las aceras como metáfora para representar el discurrir de dos vidas contrapuestas pero paralelas, presenciamos el crecimiento de los niños. Al final del vídeo, se abre un “agujerito en el cielo”, como canta Rosalía, y las líneas temporales vuelven a cruzarse.
We’ve Got To Try (The Chemical Brothers)
Laika, la célebre perra cosmonauta que en 1957 orbitó la Tierra a bordo del Sputnik, ha inspirado muchas obras de la cultura popular, entre ellas varias canciones: desde ‘Laika’ de The Cardigans o ‘Neighborhood 2 (Laïka)’ de Arcade Fire, hasta el ‘Laika’ de Mecano compuesto por Nacho Cano. El director Ninian Doff, que ya realizó para The Chemical Brothers el impactante ‘Sometimes I Feel So Deserted’, ha sido el último en sucumbir al influjo de la perrita soviética. ‘We’ve Got to Try’ es un cortometraje inspirado en el experimento espacial de Laika. El vídeo, narrado con mucho ritmo, humor y cariño por los perretes, cuenta la historia de Girl (en realidad un perro muy listo llamado Shadow, que pilota aviones y aparece en la película ‘Peleando en familia’), desde que es recogida en la calle y adiestrada como piloto (la parte más divertida), hasta que es elegida para protagonizar una misión espacial. Pero a diferencia de Laika, que murió de calor horas después de completar la misión, Doff pega un volantazo dramático y presenta un final que podría haber firmado el Wes Anderson de ‘Isla de perros’.
Hungry Child (Hot Chip)
Y acabamos con otro cortometraje. Saman Kesh, director de estupendos clips para Basement Jaxx y Placebo, ha realizado un vídeo para Hot Chip con una sorprendente, atrevida y muy, muy divertida propuesta argumental: una historia donde la canción del grupo que se está promocionando resulta tan molesta como un pitido en el oído. Los cómicos Martin Starr (‘Freaks and Geeks’, ‘Silicon Valley’) y Milana Vayntrub (‘This Is Us’) interpretan a una pareja que discute continuamente. Lo que comienza como un áspero drama matrimonial filmado con colores apagados, se transforma en una tragicómica pesadilla digna de un capítulo de ‘Black Mirror’. La música a todo volumen que suena entre los dos funciona en dos niveles interpretativos: como metáfora de la incomprensión entre la pareja y como inesperado efecto terapéutico, ya que no les permite seguir discutiendo y deben unir fuerzas para solucionar el problema. El director explota con eficacia las posibilidades cómicas de la propuesta, con la aparición de los personajes secundarios, y las dramáticas, como ese momento en el que la pareja se separa y la música deja significativamente de sonar.