Este viernes, 20 de marzo, Triángulo de Amor Bizarro publican su quinto álbum de estudio, homónimo (aunque del revés y todo junto: ‘oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ’). Un disco con el que pretenden dar un giro a su carrera tras más de diez años, cuatro discos, varios EPs y discos de rarezas, que les han encumbrado como el grupo crucial en el rock nacional de este siglo XXI. Punto. No es ninguna sorpresa, por tanto, que estemos ante otro discazo más, un álbum muy diverso en el que han cambiado sus hábitos de trabajo para insuflar nuevos bríos a su música, pero manteniéndose tan reconocibles como siempre.
Sobre todo eso hablábamos vía telefónica con Rodrigo Caamaño (voz y guitarra) y Rafa Mallo (batería), justo cuando la actual crisis sanitaria (también económica y social) provocada por el COVID-19 estaba a punto de estallar, a pocas horas de que comenzaran a decretarse cierres de escuelas y se sugiriera el teletrabajo en algunas comunidades. Quizá por eso nos permitíamos, aunque tímidamente, bromear sobre un asunto que parece que ya ha cambiado el mundo para siempre. También el de la cultura: tras el torrente de cancelaciones de festivales y cierre de salas, la única fecha de presentación de este disco que parece garantizada ahora mismo es la que ofrecerán en Ochoymedio Club de Madrid, el día 2 de octubre.
Pese a la distancia que da un manos libres, percibía claramente la excitación en las voces de Rodrigo –que capitaliza la conversación y quiere explicar tantas cosas que a veces es incontenible– y Rafa –más discreto, cediendo a su colega los mandos de la conversación en casi todo momento–. Se nota que este es un disco muy importante para ellos (como pronto lo será para todos) y se les percibe encantados de discutir sobre el origen y el concepto del álbum. La charla es tan extensa, de hecho, que hemos decidido dividirla en dos: una primera, que publicamos hoy, centrada en la parte más conceptual y sonora del disco; y una segunda, que presentaremos en las próximas horas, donde hablamos más a fondo sobre las canciones del disco y su traslación al directo.
Además de escuchar atentamente el disco, justo acabo de leer su nota de prensa y me ha llamado la atención una frase: «Este disco representa la causa y el por qué de nuestra dedicación a esto». ¿Qué quiere decir eso exactamente?
Rodrigo: (Silencio) «Bueno, ya sabes que a veces las notas de prensa…» (Risas)
Las carga el diablo…
Rodrigo: «Exactamente. A veces no tenemos ni idea de lo que van a decir. Pero bueno, ya cuando terminamos ‘El gatopardo’ y pensamos qué hacer (después), quisimos hacer algo diferente. Entendíamos que los cuatro primeros discos tienen una unidad, y de hecho publicamos ‘El gatopardo’ como para separar. Para olvidarnos de todo y volver a empezar, como volver a aprender a hacer música (partiendo) de cero. Y empezaron a salir canciones más personales, ¿no?»
Rafa: «Como más puras, o más concretas…»
Rodrigo: «Entonces el planteamiento fue «vamos a hacer un disco que no hicimos nunca: contemporáneo, de nuestra época». Antes nosotros siempre planteábamos la música sin una perspectiva temporal, siempre quitamos la temporalidad a la música. Así que, si ‘Salve Discordia’ fue planteado como un disco de rock ‘n roll clásico, compuesto tocando todos juntos, quisimos que este fuera un disco de pop. Un disco de pop contemporáneo en el que habláramos de cosas más puras, profundizando en, por ejemplo, una canción romántica sin control. Y dijimos «¿qué es lo que menos nos gusta del mundo?» El centrismo. Todo lo que representa el centro, el común denominador, el indie, el pop rock… Nunca nos interesó la música que le gusta un poco a mucha gente«.
«Nunca nos interesó la música que le gusta un poco a mucha gente»
Rodrigo: «Así que la idea fue apartarnos del todo de lo que no queremos ser, ese rollo centrista que tanto se llevó también política y que es la nada, el conjunto vacío. De ahí el agujero negro que simboliza la portada. Y dijimos «ahora vamos a coger las canciones y alejarlas de ese centro lo máximo posible», convertirlas en algo que no gusta nada pero que a nosotros nos encanta, que es el extremismo. Una palabra que ahora está prohibida en el lenguaje político y en los medios, pero que es lo que musicalmente fuimos toda la puta vida. Eso significa que cada canción está muy alejada de las otras. Si es una canción violenta, vamos a hacerla lo más violenta que podamos; si es una canción sobre la soledad, vamos a intentar que describa la soledad más pura y fría, quitarle el cinismo… Como si compartimentáramos sentimientos o emociones. Ese fue el punto de partida del disco muy desde el principio: huir del centrismo, de las guitarras un poquito distorsionadas. Si una guitarra está distorsionada, que esté muy distorsionada; o lo contrario: nada distorsionada».
Mencionabas la portada, y llama la atención porque es la más austera que tenéis, es casi una mancha. Da la impresión de que representa una de esas fundas de papel que puedes encontrar en un viejo vinilo. Quizá no es representativa de esa diversidad que hay en el disco.
Rodrigo: «Tiene que ver también con lo que estábamos comentando. En general el planteamiento del disco era el minimalismo, en contraposición al barroco que veníamos usando antes. Que, en realidad, encajaba con el rock, que en sí es también barroco, con millones de frecuencias a la vez. Pero también con la portada quisimos hacer algo que no habíamos hecho antes. Así que hablamos con Javi, que lleva la dirección de arte de Mushroom Pillow, y le transmitimos nuestras ideas. Cuando lo vimos y se lo empezamos a enseñar a gente, nos dijeron lo mismo que tú.»
Rafa: «Y nos pareció que el concepto encajaba mucho».
Rodrigo: «Enseguida conectó con la idea del disco. Probamos a incluir texto en la imagen, pero nos pareció que tenía que ser completamente desnudo».
Rafa: «Es como muy concreto».
«La idea fue apartarnos del todo de lo que no queremos ser, ese rollo centrista que tanto se llevó también política y que es la nada, el conjunto vacío»
Antes habéis dicho que habíais intentado hacer un disco contemporáneo, pero no sé si he entendido qué queréis decir: ¿hablamos de sonidos o de filosofía?
Rodrigo: «Un poco de todo. Empezando por las letras, que son emociones nuestras, pero rebotadas del ambiente (actual). Pero sobre todo por el planteamiento del disco. Coincidió que habíamos actualizado algunos equipos de nuestro estudio doméstico y pensamos en aprovechar las herramientas digitales que teníamos, que nunca lo habíamos hecho. Empezamos a juguetear con cajas de ritmo, de estas apps de móvil. Que son como un juego, pero Rafa, que toca la batería que flipas, se ponía a enredar con ellas y hacía unas cosas supercomplejas, polirrítmicas, y fue lo que usamos como semilla. Fue una manera de alejarnos de componer la base con guitarra y voz, aunque sí hay alguna canción que está escrita así, pero hemos tratado de partir de otras herramientas. O incluso ninguna herramienta: a veces ha consistido más en hablar sobre la idea de la canción, escuchando canciones de otros o partiendo de melodías que teníamos grabadas en el móvil… antes que coger ningún instrumento».
Rafa: «Así hemos evitado estar condicionados».
Rodrigo: «No sé si me explico, pero tratábamos de tener la canción formada mentalmente y, cuando estaba madura, cuando empieza a asomar lo que quiere ser, ya cogíamos la guitarra, el bajo o un teclado para hacer una armadura de acordes. Es un proceso más abstracto».
Rafa: «Básicamente era usar puntos de partida diferentes, usar el estudio no grabando maquetas, sino con cosas que ya serían definitivas».
Rodrigo: «Eso es. En otros discos me daba rabia la dinámica de grabar demos de canciones en el local de ensayo y luego ir al estudio y… se pierde algo. Vas al estudio a hacer el trabajo dos veces, solo que con mayor calidad de sonido. Eso a veces no es un proceso creativo. En otros tiempos las compañías mandaban al grupo seis meses a un estudio y claro, las primeras tomas ya eran las buenas. Lo hemos enfocado así, porque las primeras sesiones las grabamos en ProTools (Nde: un software de grabación muy común) y hay teclados que se han usado tal cual. Hemos grabado en estudio las baterías, instrumentos que dan un salto de calidad técnica».
«Tratábamos de tener la canción formada mentalmente y, cuando estaba madura, cuando empieza a asomar lo que quiere ser, ya cogíamos la guitarra, el bajo o un teclado para hacer una armadura de acordes»
Creo que ya entiendo, es contemporáneo en cuanto que es un proceso similar al que imaginamos de un disco de Kanye West, por ejemplo.
Rodrigo: «Es que eso es un lujo, y con los medios tecnológicos que tenemos ahora te puedes acercar a eso, a lo que hacían los grandes grupos de pop y de rock de los 60 y los 70. Evitar grabar una canción otra vez cuando a lo mejor la toma buena era la de la demo, se pierde su urgencia. Pero crear algo y grabarlo al instante, es la hostia».
Rafa: «Es la hostia».
Rodrigo: «Fue aprovechar mejor las tecnologías contemporáneas. Y sí, es como se hacen los discos de hip hop, pero nosotros somos una banda… en tiempo real». (Risas)
El reto ahora es llevar eso al directo, ¿no?
Rodrigo: «Sí, es un reto, pero estamos adaptándolo bien. Queremos seguir metiendo el rollo de una banda».
Rafa: «Estamos adaptándolo a nuestras capacidades, que es tocar».
Rodrigo: «Claro, no porque hagamos una música un poco diferente, de repente dejaremos de ser nosotros. Una base pregrabada y nosotros tocando por encima… según como lo uses puede estar muy bien, pero nunca fue nuestro rollo. Lo nuestro es más orgánico, más de tirones, y eso no vamos a perderlo, esa espontaneidad. Además, a mí tocar sobre una claqueta siempre me pareció un puto rollo». (Risas)
Rafa: «Eso no te deja salirte un poco, que si un día quieres ir más fuerte, puedes. Eso es lo que nos da la vida en los conciertos».
Ya os había leído que no os planteáis llevar pregrabados. Pero ¿tampoco necesitareis ampliar un poco la instrumentación, sintetizadores o guitarras acústicas, que suenan en varias canciones?
Rodrigo: «Claro, claro… En ‘Vigilantes del espejo’. La estamos adaptando a la manera clásica, con una eléctrica limpia, porque nosotros guitarras acústicas en directo las tenemos prohibidas porque se acoplan sin control. (Risas) A mí me encantan ese tipo de sonoridades, pero siempre las tenemos prohibidísimas porque son un infierno, así que es mejor ir con la eléctrica a una sonoridad más ecualizada. Después sí estamos ampliando el set, tendremos que llevar más sintetizadores, estamos usando el sampler… Pero no como se usa ahora, sino como en los 80 o 90, en la época de las raves post-acid house, empleándolo como un teclado. Creo que es una tecnología que se perdió un poco con el rollo del ordenador y era un instrumento loquísimo, tal como lo usaban los Pet Shop Boys o se hizo en ‘Screamadelica’. En este disco lo hemos usado mucho en el estudio, sampleándonos a nosotros mismos, nuestras propias guitarras y convertirlas en sonidos de teclado. Justo en estas semanas estamos trabajando en eso, va a quedar bien».
Rafa: Para nosotros es muy fresco usar el sampler así, te abre otras miles de posibilidades.
«Estamos usando el sampler… Pero no como se usa ahora, sino como en los 80 o 90, en la época de las raves post-acid house»
Le dirijo esta pregunta a Rafa, que no le dejas meter baza, Rodrigo…
(Risas)
Rodrigo: «Es que empiezo a hablar…»
Rafa: «Y yo que soy callado…»
Antes comentabais que habéis empezado a experimentar con cajas de ritmo. ¿Qué supone para un batería como tú, que eres un batería de estos contundente, de pegada? ¿Qué incidencia puede tener en tu forma de tocar?
Rafa: «Pues como estamos diciendo, es una manera de renovar cosas. Hay cosas que yo no sería capaz de fijar y con una máquina podía tocar muy rápido, hacer arreglos muy locos… Te sirve como punto de partida. Pero era como jugar, era como un juguete, aprovechando en mis viajes de bus o de tren para jugar con los sonidos, probar delays, usar 26 sonidos de batería diferentes… cosas que no puedes hacer en una batería real. Y pequeñas partes de esos ritmos podían servir como inicios de algo, pequeñas partes de esos ritmos que servían como inicio de algo, y después yo mismo los toco».
Comentabais que en ‘Ruptura‘ sucedió un poco así, ¿no?
Rafa: «Sí, exacto. Y como en este disco hemos hablado mucho sobre las canciones partiendo de la idea, el ritmo tenía mucho que aportar a eso. La caja de ritmos fue como un refresco para la cabeza, amplias posibilidades, aunque al final soy yo el que lo toque. Lo que sí aportamos son sonidos diferentes que sí vamos a acoplar al directo».
Rodrigo: «Fuimos trabajando más en paralelo, en lugar de estar anclados al local de ensayos, los cuatro tocando juntos… Quedábamos y dábamos unas premisas, y quince días o un mes después, enseñábamos lo que teníamos e íbamos juntando. Cuando no tienes una base sonora para escuchar, tienes que comunicarte así».
Rafa: «Que también es bueno, porque no te condiciona. A veces cuando escuchas una rueda de acordes, te lleva a algo… Y aquí partías de la idea nada más. Era pensarlo de otra manera, y refresca la manera de tocar. Por ejemplo, en ‘ASMR para ti’, toqué como nunca toqué en mi vida, en plan relajando muchísimo, tocando «muy débil»».
Rodrigo: «Costó mucho cogerle el rollo de la tensión y la energía… Tocar fuerte siempre fue nuestra movida, en otros discos es más constante. Pero en este disco quisimos distribuir más esa energía, fue igual lo más… (Duda) Fue lo que llevó un ejercicio de búsqueda e investigación que más costó».
Rafa: «Igual es una manera más clásica de tocar para otra gente, pero para nosotros fue anti-intuitivo».
Rodrigo: «Con «ASMR» pasó un poco eso: tocabas un poquito más suave y quedaba blanda, le dabas un poquito más de caña, e iba a otro mundo ese pop rock».
Rafa: «Eso fue muy difícil de medir, pero se notaba».