Los estilos de pop bailable que Stefani Germanotta recrea en ‘Chromatica’ son diversos y van del tecno-house (‘Alice‘) al trance (‘Sine from Above’) pasando por el electropop (‘911’), el piano house (‘Enigma’), el eurodance (‘Fun Tonight’) o la canción de pasarela (‘Babylon’). El disco está fijado en las discotecas de los años 90 ante todo, por eso, una de las canciones que más destacan por su peculiaridad dentro de la secuencia es ‘Replay’, una producción que tiene un poco de french house, un poco de nu-disco… y que suena como un cruce nada imposible entre la alegría embriagadora de Raffaella Carrá y las lluvias de purpurina de Sophie Ellis-Bextor. Es otra «performance» irresistible de Gaga… a pesar de su oscuro mensaje.
Si líricamente ‘Chromatica’ es uno de los discos más honestos y duros de Lady Gaga, ‘Replay’ contiene uno de sus mensajes más devastadores. Una conversación de la artista con sus propios demonios o «monstruos» interiores, a los que no puede controlar, y que la «torturan» hasta el punto de hacerla preguntarse si sigue viva. El tema sí parece dirigirse a un culpable de este sufrimiento, a una persona que «tenía una pistola» y «apretó el gatillo» y que ahora «se hace la tonta» aunque Gaga sabe que ella «no es la culpable» de lo que ha pasado; pero este conmueve en sus momentos más desgarrados: cuando en el «middle 8», la artista clama, con su afectado acento de actriz de los años 50, que «ya nada importa, el daño está hecho», es imposible no sentir un nudo en la garganta. El contraste entre la letra y la música tan alegre y vivaz es brutal. Cual payaso que baila con los ojos llenos de lágrimas, Gaga sabe que el espectáculo debe continuar, a pesar de todo.