La película, paradójicamente, está basada en una serie de novelas de la autora polaca Blanka Lipinska, en la que «una mujer cae en las garras de un jefe de la mafia que la encierra y le da un año para que se enamore de él». Al parecer, se trata de una suerte de versión más cruenta de la saga ’50 sombras de Grey’, que además también tiene varios volúmenes, y su actor protagonista ha confirmado ya la próxima filmación de una secuela. Salvo que pueda impedirlo Duffy: mencionando en primer lugar su experiencia, le dice a Hastings lo «irresponsable» que le parece que su plataforma dé soporte a una película así. «Me duele que Netflix sea la plataforma de tal tipo de «cine», que erotiza el secuestro y distorsiona la violencia sexual y su tráfico como una película «sexy»».
«No imagino cómo Netflix puede pasar por alto», continúa, «lo descuidado, insensible y peligroso que es esto. Incluso ha llevado a algunas chicas, recientemente, a pedir jovialmente al actor protagonista de la película, Michael Morrone, a que las secuestre», asegura, antes de señalar lo impensable que sería una película que diera el mismo tratamiento a «la pedofilia, el racismo, la homofobia, el genocidio o cualquier otro crimen contra la humanidad». Tras invitar a reflexionar tanto al directivo de la poderosa multinacional del entretenimiento como a los espectadores que hayan visto la citada película e indicar unos enlaces para informarse sobre el tráfico humano y plataformas que ayudan a sus víctimas, concluye que «lo que yo y otras víctimas que conocemos estas injusticias necesitamos es exactamente lo opuesto (a lo que ofrece la película): una narrativa de verdad, esperanza y tener voz». Un propósito nobilísimo, si bien cabe preguntarse si, con esta acción, lo que está logrando Duffy es precisamente dar al film –al que la crítica está calificando como mediocre– más publicidad de la que gozaría normalmente.