Antes de poner a Japón en el mapa del cine mundial con ‘Rashomon’ (1950), Akira Kurosawa realizó dos películas que, si bien no traspasaron fronteras, tuvieron una gran importancia en su filmografía: ‘El ángel ebrio’ (1948), primera colaboración con su actor fetiche Toshiro Mifune, y ‘El perro rabioso’ (1949). En ‘Bad Friend’, la directora Ali Kurr recrea la estética de estos dos clásicos del cine negro nipón. El videoclip, rodado en blanco y negro y formato cuadrado emulando esas películas, comienza con una escena que es prácticamente calcada a una de ‘El ángel ebrio’: un plano medio desde detrás de la barra de una izakaya, la típica taberna japonesa (muy frecuentes también en el cine de ese gran bebedor de sake que fue Yasujiro Ozu), con dos hombres charlando y emborrachándose. Una escena costumbrista que, al estar iluminada como un noir expresionista, poco a poco se va transformando en una pesadilla etílica, en un delirium tremens cuyo clímax recuerda a la pirueta narrativa final de ‘El club de la lucha’ (1999).
Un nokia de los noventa subido a un pedestal. Esta metáfora visual, que aparece varias veces en ‘Chicos transparentes’, funciona como declaración de intenciones del director de este vídeo, Leo Merman. El clip se puede interpretar como un “conjuro tecnológico” (Merman dixit) a través del cual se invoca el espíritu de los ochenta y noventa en forma de diseño retro informático-telefónico, chándal yonqui y madelman sexualizado. Algora es un Arturo en bermudas fosforitas que extrae a Excálibur de la piedra-monitor y, como los adolescentes frankensteinianos de ‘La mujer explosiva’ (1984), crea su propia Kelly LeBrock a través de un ritual mágico-electrónico. Una fantasía lúbrico-científica que reinterpreta este clásico juvenil de John Hughes (‘Weird Science’ en su título original) en clave fetichista, nostálgica y pop.
La premisa argumental de ‘My High’ sigue la estela de comedias de humor absurdo como ‘Este muerto está muy vivo’ (1989) o las del francés Quentin Dupieux (‘Steak’, ‘Rubber’). Películas articuladas a través de una idea muy alocada estirada hasta límites disparatados. En este caso, el despiste de un celador fumeta pone en marcha un divertido relato, rodado con mucho dinamismo -cortes rápidos, barridos, zooms, planos subjetivos, diferentes angulaciones, texturas fotográficas…-, sobre las desventuras de un hombre en camilla. Una camilla que sirve para todo menos para su cometido original: carrito de la compra, obstáculo para hacer trucos de skate, carrito de bebé, cama… Lo curioso del vídeo es que, aunque está rodado antes de la cuarentena, visto desde la perspectiva actual sus imágenes parecen cobrar un nuevo sentido. ¿No se podría interpretar la peripecia de este hombre herido como una metáfora anticipatoria sobre las carencias de la sanidad en América y el colapso poscovid-19?
El barrio obrero de Valdezarza es como un plató de cine quinqui: todo sigue casi como en los años del desarrollismo. Al lado está la Ciudad de los Poetas, la mítica “Rojonia”, y también Cerro Belmonte, que proclamó su independencia en 1990 y pidió asilo a Fidel Castro. En este singular enclave de la periferia madrileña está situado ‘Me alegro de verte’. El videoclip narra una historia de adulterio y despertar homosexual entre “navajeros” y “colegas”, que podría haber firmado el mismísimo Eloy de la Iglesia. El director Jllamas homenajea este género autóctono a través de un uso juguetón de la ambientación retro (con pinceladas también de la estética quinqui-pija de ‘Historias del Kronen’ y de la almodovariana de ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’), y la representación en clave irónica de algunos de sus elementos iconográficos más reconocibles: el robo a punta de navaja automática, el tirón de bolso en motillo, el descampado como área recreativa lumpen… Un tributo que se suma al actual revival del género cuyos signos distintivos se pueden rastrear tanto en los vídeos de Rosalía como en el trap.
‘Mad Max 3. Más allá de la cúpula del trueno’ es la peor película de la saga ‘Mad Max’, pero también es la que tiene una imaginería más inspirada y petarda. Megan Thee Stallion parece haberse inspirado en la Tina Turner que cantaba ‘We Don’t Need Another Hero’ para interpretar esta variación feminizada y racializada de los personajes, vehículos y ambientes posapocalípticos creados por George Miller en el cine. Las imágenes de la performance, emitida en los BET Awards, están impregnadas de la iconografía que han generado los dos grandes sucesos que, por ahora, marcarán este 2020: la pandemia del coronavirus (las mascarillas que llevan las bailarinas) y el asesinato de George Floyd (el cartel del Black Lives Matter, el del puño que simboliza el Black Power).