Pablo Prisma es uno de esos pequeños héroes del pop indie inasequibles al desaliento, como David Rodríguez, Charlye Misterio de los Caramelos, o Raúl Bernarte de El Palacio de Linares… todos esos autores que, con mimbres parecidos, son capaces de fraguarse cada uno mundos personalísimos. Pablo ha tenido ya varios proyectos: Bicicross, Ensaladilla Rusa, Prisma en llamas… Y ahora, con las Pirámides, ya va por el segundo disco, editado por Caballito Records, el mismo sello que nos trajo el maravilloso ‘Un sendero fluorescente’ de Estrella Fugaz.
El primer disco de Pablo Prisma y las Pirámides, ‘Grandes felinos fantasmas’ resultaba quizás algo adusto, por eso. En cambio, este ‘Pensamiento gigante’ entra de lleno en el mundo del gran pop de baja fidelidad. El motivo lo dio el propio Pablo en una entrevista a Mindies: “desde el propio inicio de Las Pirámides (…) mi idea era ceñirme exclusivamente a los casiotones. Quería demostrarme a mí mismo que (…) podía construirse una sonoridad que fuera sugerente, misteriosa y “completa”. Al comenzar a grabar Pensamiento Gigante, sin embargo, decidí romper con esta regla (…) Así que, aunque en este disco los casiotones siguen siendo la base de todo, (…) quise jugar más con instrumentos acústicos que me permitieran mayor dinámica y que dieran acentos más variados a las canciones”…
Aunque todavía sigue remitiendo fuertemente al universo de los primeros Magnetic Fields, la baja de Pablo en la militancia total del casiotone, junto al derroche de instrumentos, redunda en la ampliación de su propio universo. Por aquí pululan teclados, coros desacompasados y ligeramente chirriantes, guitarras y ukeleles que dan cuerpo a canciones de apariencia algo toscas, pero hermosas y vibrantes; canciones que rezuman pureza, tal como indica el propio Pablo: “Casi siempre me sale escribir con palabras puras, inmensas, elementales, en las que cada uno pueda proyectar su propia idea. Y el vocabulario de la naturaleza es perfecto en ese sentido: es poderosísimo y primordial”. Y es “naturaleza gigante”, regada por el costumbrismo mágico en primera persona, lo que otorga el brillo hechizante a los temas.
El arranque resulta fulgurante. ‘Tres gotas de sangre’, con su aspecto de canción popular, sus líneas de teclado deliciosas y sus segundas voces, crea una atmósfera preciosa. ‘Backstreet Voice’ posee un gran estribillo: “Quiero cambiar, quiero estar muerto”, mientras parece que en cualquier momento vaya a emerger la voz de Gloria Gonson. Aunque la joya del disco es ‘Salir del bosque, entrar en el agua’, clásico instantáneo por derecho propio. Los coros van repitiendo insistentemente el título, Pablo desarrolla la letra en emocionante crescendo, acompañado por una guitarra encantadora, hechizada, hasta acabar con un final de muro de sonido de baja fidelidad.
La cara B es otro festival de canciones lo-fi, construidas a base de teclados y grandes melodías, como el casi-saqueo a The Cure de ‘Vuelve a la colmena’. Pero también hay hermosas excepciones, como el desarrollo del tópico “ubi sunt?” (“¿dónde están ahora?”) de ‘Los niños perdidos’, bonito recuento de amigos desaparecidos, apenas vestido con la guitarra acústica y la voz doblada de Pablo, mientras la atmósfera crece en extrañamiento. Pero el estribillo cosquilleante ( “¡Todo le molesta!”) de ‘Poltergeist’ recupera el espíritu naïve, hasta acabar en el final ruidista, de ‘Esto nunca va a cambiar’, toda una declaración de principios.
‘Pensamiento Gigante’ es un disco chiquito de duración, que se escucha en un suspiro. Respira amateurismo pero también ambición. Y lo más importante, contiene grandes canciones; gigantes de espíritu. Pablo ha conseguido su obra más redonda, su mejor disco.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Tres gotas de sangre’, ‘Backstreet Voice’, ‘Salir del bosque, entrar en el agua’, ‘Poltergeist’
Te gustará si te gusta: Los primeros Magnetic Fields, Estrella Fugaz, Los Caramelos
Escúchalo en su Bandcamp.