Los californianos Touché Amoré son probablemente la banda de post-hardcore más importante que existe ahora mismo. ‘Lament’, su quinto álbum, ha tardado nada menos que cuatro años en llegar, después de ‘Stage Four’. Sin embargo, no hay bajón de forma, el disco suena tan terso como su obra anterior; Jeremy Bolm, cantante y principal compositor, bromeaba en una reciente entrevista en Rockzone sobre cómo el estilo del disco (y la banda) se seguía manteniendo igual: “Tenemos guitarras limpias, con un bajo heavy y un batería hiperagresiva por debajo, y yo gritando encima”.
Eso, por supuesto, es simplificar demasiado. Porque debajo del cantar a gritos de Bolm, del muro de guitarras espídicas y baterías contundentes, tras esa definición en que a priori cabría cualquiera, Touché Amoré también resultan emotivos, personalísimos y desbordantes. ‘Lament’ es una experiencia tan frenética como reflexiva, un disco que te atropella, pero que también te echa una mano cuando yaces en el suelo. ‘Lament’ está repleto de ramalazos de indie-pop, rebosantes del espíritu del rock alternativo americano de los 90 (no en vano los edita Epitaph). Sus temas se fragmentan, no son uniformes; respiran un gran sentido del pop y de la melodía, de la pegada y la melancolía, mezclan la furia hiperhucanada con la calma y la reflexión, los gritos y la ternura. La producción de Ross Robinson, productor estrella de un metal (y también de Berri Txarrak) aporta brillo y esplendor.
Desde ese grito con el que Bolm abre ‘Come Heroin!’, el primer tema, no hay prisioneros. La canción destila hardcore rabioso, como de regreso a 1993, es emocionante con sus pausas, sus reanudaciones, mientras las guitarras dibujan una línea tierna y melódica. Y, por encima de todo, una letra ambigua. ¿A qué “heroína” se refiere Bolm? Caer en lo fácil, en creer que es una oda a la droga podría llevarnos por un veredicto equivocado, porque en este disco, Bolm habla de relaciones, de cómo la amistad y el amor le salvaron en momentos difíciles. Pero también de cuestionarse como artista y persona. Y de emerger. ‘Lament’, a pesar de sus referencias a la depresión, también respira positividad. Como en ‘Lament’, el tema homónimo, conmovedor con su batería galopante y unos versos que resumen el espíritu del disco: “So I lament / Then I forget / So I lament / Till I reset” (“así que me lamenté, luego me olvidé / Así que me lamenté, hasta que me levanté”). ‘Feign’ es otra cucharada de rabia de arrebatos más punks; o como ‘Reminders’, velada crítica a Trump entre cánticos más cerveceros y comunales.
Pero también hay tiempo para cierto sosiego, como ‘Limelight’, el momento más indie y circunspecto del disco, a pesar de su explosivo estribillo. La voz de Andy Hull de Manchester Orchestra da el contrapunto a los alaridos de Bolm, introduciendo una tensión contenida, frente a la desatada de Bolm, en una espiral de contundencia, que crece, alcanza el clímax y se desvanece. O ‘A Broadcast’, un medio tiempo que apenas acelera en su estribillo, en que Bolm parece cuestionar sus propias capacidades. Y todo converge en el sorprendente final que es ‘A Forecast’. Sobre un sencillo y lejano piano, Bolm hace una declaración de personalidad, de intenciones, que recuerda mucho a Daniel Johnston. Pero también arrea mordiscos (“no he perdido a más miembros de mi familia por culpa del cáncer que del partido republicano“), hasta que revienta en una clásica y urgente explosión de baterías, guitarras y gritos. Un espléndido final a 35 minutos de trallazos y emoción.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Come Heroine’, ‘Lament’, ‘Limelight’ ‘A Forecast’.
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