Lo último que ha sacado DORA se llama ‘Oxena’, como la persona a quien se dirige esta canción post-ruptura, y se divide claramente en dos mitades: una primera que supone un lamento («¿Sabes qué pasa? / Siempre lo doy todo por quien no lo merece / Y al final me rompo»); y una segunda que «rompe» con eso sobre una base más UK Garage o drum&bass, sobre la que repite una y otra «estoy mejor sin ti», hasta el punto de que este podría ser el título de la canción. Una producción avanzada que también ha construido junto a su mano derecha Pional y que podríamos emparentar con Jamie xx, Flume o también la primera Najwa (la de ‘That Cyclone‘, ¿nadie la recuerda?), si no fuera por la peculiaridad de las dos partes.
‘Kerosene!’ se parece mucho más a lo que suele hacer Yves Tumor y es una balada soul llena de tensión sexual, tanta que parece que la canción va a estallar en cualquier momento. Por supuesto, Yves Tumor solo ha hecho una canción de este estilo para pervertirla como solo él sabe y si el motivo de teclado principal de ‘Kerosene!’ suena extraño e incluso fantasmagórico, la canción mantiene el elemento sucio, oscuro y amenazante que caracteriza el sonido de su nuevo álbum. Ni siquiera la apoteosis guitarrera a lo Prince a la que llega ‘Kerosene!’ después parece suficiente para controlar la atmósfera fibrilante que Yves Tumor y Diana Gordon logran crear con su diálogo de mensajes de deseo («¿quieres ser mi fantasía, eres justo lo que necesito») y todos esos alaridos que sueltan a lo largo de la canción.
Avalanches no construyeron esta canción pensando que pudiera ser un single, pero Rivers Cuomo de Weezer la convirtió en ello gracias a su participación. “Rivers, como nosotros, siempre está cazando la melancolía, ese espacio entre las notas”, indica el grupo apelando también a la sensación de estar “superado” y “con el corazón roto”. Algo que refleja de manera muy evidente una letra que habla de «llorar en el coche» y sentirse «un inválido». Por otro lado, estamos ante un sentido homenaje a David Berman, fallecido el año pasado: suyo es el texto entonado en un momento por Pink Siifu, pues está tomado de ‘Darkness and Cold’ de Purple Mountains. Ni que decir tiene que su parte, el middle 8 con la frase «la luz de mi vida se apagará esta noche sin ningún resquicio de arrepentimiento», tiene ahora un nuevo triste sentido, dejando el momento más hermoso cuando entra ese piano calmado. El final de la canción, apelando a «la luz de California», suena en cambio esperanzado.
‘Nada y nadie’ presenta los ingredientes de la típica canción de Sen Senra: al modo del blues clásico, solo una guitarra eléctrica le acompaña al principio de la canción para marcar el ritmo y la atmósfera, mientras la peculiar voz de Christian toma todo el protagonismo desde el segundo cero. También la letra de ‘Nada y nadie’ lleva la firma del gallego en su descripción de un encuentro sexual desde un punto de vista ligeramente paternal. Después, un ritmo hip-hop y unos coros tipo años 40 llevan a su cumbre dramática a la que puede ser la canción más representativa de la carrera de Sen Senra y, en unas palabras, la mejor.
‘Model Village’ es una de las canciones sociopolíticas de IDLES: toda su letra es una crítica de la sociedad moderna a través de una «aldea modélica» sobre la que se enumeran con ironía los supuestos «coches modélicos, mujeres modélicas, derecha modélica e izquierda modélica» que la pueblan. Joe Talbot está parodiando a la Gran Bretaña capaz de votar a favor del Brexit (explícitamente se utiliza la palabra «gammon» referida al votante rural de derechas que lo hizo, en la frase «veo muchos «gammons» en el pueblo»), e indica que no se siente a gusto en este lugar. IDLES continúan fieles a influencias punk como Black Flag en este tema, pero se reconoce en el punteo una aproximación al indie rock de gente más accesible como Yeah Yeah Yeahs y los mejores Bloc Party, que, sí, existieron.
‘No te puto pilles’ se ha convertido en uno de los nuevos himnos del indiepop nacional por derecho propio. Con una base tan sencilla como eficaz, estamos ante uno de esos temas rock para bailar, en el que los teclados de Marina (desquiciado solo-outro incluido) aportan un punto psicodélico que hace que el axioma «garaje» cobre todo el sentido. Y su llamativa letra en la reconocible voz de Marta marca la diferencia. Es evidente que Marta pone en su boca las palabras de algún machirulo recalcitrante, (excesivamente) bien pagado de sí mismo. Hasta el mismo vómito. Y todo para esconder una personalidad más bien patética.
‘Who’s Laughing Now’ nos ha transportado como un Delorean casi tres décadas atrás. Por entonces es cuando triunfaban los suecos Ace of Base con pelotazos como ‘The Sign’ u ‘All That She Wants’, que adaptaban con muy buena mano ritmos jamaicanos a la idiosincrasia del pop anglosajón. Y por esos derroteros –es conocida la querencia por el pop sueco de Ava Max– es por los que se mueve este ‘Who’s Laughing Now’ –con producción de Cirkut y co-autoría de Noonie Bao– realmente magnética desde el primer vistazo/oída, con ese estribillo lleno de carcajadas. Por tener, hasta un simpático solo de guitarra tiene.
Hot Chip compusieron esta canción pensando en Dua Lipa pero al final se decantaron por Jarvis cuando coincidieron pinchando en un evento de París. Aunque grupo y sello defienden el carácter “disco” de la producción, los beats apuntan tanto a los 90 como los de un ‘Overpowered’, mientras los teclados terminan de realzar la composición, eufóricos. La letra es una metáfora sobre la fiesta que tanto nos han dado Hot Chip, apelando al “pitido en nuestra oreja” y el “diablo en la lengua” que nos hace desear más y más: “hay placer en este temor / a que nunca volvamos a ver el sol”. Además de a Jarvis llamando a quedarnos “hasta el amanecer”, escuchamos en esta pista también a Joe Goddard -no solo al cantante de Hot Chip, Alexis Taylor-, un poco en modo ‘Thriller’.
Editada en los últimos días de 2019, cuando muchas listas de lo mejor del año ya estaban fuera, ‘Polly’ nos acompañó toda la pasada Navidad y también nos acompañará esta. Se trata de una cálida balada a la guitarra llena de melancolía desde sus primeros acordes y frases. En el vídeo, Moses Sumney llora y suspira en silencio, casi durante todo el recorrido de la canción, recordando a clásicos vídeos llorones de Sinéad O’Connor o Duffy. Mientras la letra encierra cierta ambigüedad, hay que destacar los preciosos coros que emergen de distintos tipos, unos son clásicos, sesenteros, otros emulan pájaros, otros están casi tan tratados como en ‘Nikes’ de Frank Ocean, pero todos constituyen un perfecto desarrollo para esta maravillosa canción.
Basta una escucha para darse cuenta de que esta es una de esas canciones más grandes que la vida. Pues, de hecho, habla de la supremacía del amor como un ente inconmensurable que todo lo puede («derriba mitos, declara patrias») y para el que el tiempo puede incluso ser un aliado («este amor, este increíble amor, / se hace viejo, / y sus arrugas son victorias»). Una composición que bien podría haber firmado un Lee Hazlewood o un Burt Bacharach con las miras puestas en una película de tintes épicos –quizá un western–, que parte de un suave pero decidido rasgueo de guitarra, enfatizado por las percusiones de Fany, y que se dispara en todas direcciones con el giro melódico y de intensidad del estribillo, con esos coros crepusculares y esas castañuelas tan apropiadas. Dos minutos le bastan para evocar una emoción inconmensurable, para contar una vida.
‘Autorretrato’ nos habla de una serie de hábitos de la vida cotidiana que nos definen. Algunos nos afectan de gravedad («no temo hacerme daño hasta que es demasiado tarde»), otros son irrelevantes («no suelo desayunar a no ser que sea a tu lado»), pero todos van conformando nuestra personalidad, en un tema confesional que consiente cierto sentido del humor («no me siento especial, casi nunca, menos mal»). A su vez, en su mejor momento, el precioso estribillo, es una bonita declaración de amor en la que el destinatario está por encima de nosotros mismos: para «no me da miedo la muerte (…) me asusta mucho perderte» se ha dejado la melodía vocal más bonita de este ‘Autorretrato’.
Amaia y Alizzz han ideado juntos un tema pop bailable con influencias del post-disco y el «boogie» de los 80, próximo al trabajo de los mexicanos CLUBZ. El vídeo de ‘El encuentro’ hace referencia a la ruta del bacalao, pues ha sido rodado en Valencia: esto va de «un encuentro» que termina en after, con Amaia marcándose un «pos’ miradme tol’ coño» en un punto del vídeo, Alizzz orinando en campo abierto, ambos bailando bajo la luz del sol… y más divertidas cosas que abren un nuevo horizonte para los dos.
Por comercial y hasta pop que pueda sonar, ‘Video Game’ no cuenta con estribillo como tal, sino que se compone de una serie de estrofas en las que Sufjan comparte sus reflexiones sobre la persona auténtica que desea ser, dejando varias referencias religiosas marca de la casa. La canción empieza de hecho con la frase «no quiero ser tu Jesucristo personal» para después responder: «quiero ser mi propio creyente, no quiero jugar a tu videojuego». Sufjan tampoco quiere ser «el centro del universo» ni una «marioneta en el teatro» ni quiere poner al «demonio en un pedestal» o a los «santos en cadenas»; solo quiere «hacer su vida un poco más fácil». El vídeo ochentero está dirigido por Nicole Ginelli y protagonizado por la coreografía de la bailarina Jalaiah Harmon.
Si bien en otros puntos del disco de Khruangbin y de su carrera se han entregado al dub, al soul iraní o al funk tailandés, la rumba es la protagonista de este tema entonado en castellano por Laura. Según la nota de prensa, esto se define como «un grupo de Texas con un nombre tailandés cantando una canción en español, basada libremente en una película japonesa», y probablemente influido por artistas como El Fary o Perlita de Huelva, según han dejado caer en entrevistas. El texto habla sobre alguien que quiere ser una «pelota de hollín», que vuela «perdido en una casa surreal» y que en un momento dado también se convierte «un demonio» y «ama el desastre».
La letra de este tema de los Strokes referencia primero en un post-estribillo «cierta canción de los años 80» y luego se pregunta en otro pre-estribillo «dónde fueron aquellas bandas de los años 80», por lo que los medios han especulado con que la canción se refiera bien a los autores de ‘Dare’ o a The Cars, pues precisamente vemos unos «coches» en la portada del single y recientemente fallecía Ric Ocasek. Lo seguro es que Julian Casablancas busca un estribillo («Can we switch into the chorus right now?») y lo ofrece a continuación cuando se pregunta amargamente dónde están sus amigos («I want new friends, but they don’t want me / They have some fun, but then they just leave»). The Strokes culminan así una canción inmediata que por melodía podría haber pertenecido a su debut.
‘Lifetime’ es una canción escapista y celebratoria en la que Romy cumple exactamente con su cometido de darnos “música de club emocional y escritura de canciones atemporales”. Los beats se elevan más luminosos de lo que jamás fueron los de Everything But the Girl -con los que tanto se comparaba a The xx, en mi opinión, justificadamente- para ahora hacer al público alzar los brazos en perfecta comunión, justo cuando este más lo necesita. Escrita durante el confinamiento, capta la esencia de los mejores New Order, los de ‘Technique’.
‘House Music All Night Long’ no suena exactamente a house. Al menos, no de primeras: pese a un rasgueo de guitarra funky que por momentos parece emular a la de la célebre sintonía de Isaac Hayes para ‘Shaft’, más bien comienza como un medio tiempo melodramático marcado por el sonido de un órgano carpetovetónico, mientras Jarvis desgrana su letra con su susurrar y sus pausas dramáticas. Sin embargo, en su segunda parte, la canción prioriza el ritmo (menos pausado de lo que aparentaba), entrando en un delicioso bucle en el que la obsesiva repetición de Cocker del título de la canción es enfatizada por distintos sintetizadores: uno de ellos guarda ciertas similitudes con el clásico ‘Such a Shame’ de Talk Talk, lo cual no nos extrañaría que fuera algún tipo de homenaje al desaparecido Mark Hollis.
Lo más destacado de ‘Guilty Conscience’ es la preciosa línea vocal de Danielle Balbuena –como siempre, envuelta en filtros–, especialmente su brillante estribillo, pero también el guiño melódico a ‘Stand by Me’ reconocido en los créditos. Es chocante que su precioso envoltorio musical contraste con una letra en la que el narrador confirma sus sospechas de infidelidad. Ese texto podría narrar una experiencia personal de Balbuena, pero no necesariamente. Porque, según señala su vídeo oficial, en este tema 070 Shake pretende denunciar cómo la masculinidad más tóxica terminan pesando sobre toda la sociedad.
Entre cajas de ritmo y la incursión de instrumentos de viento a cargo de Nathaniel Walcott de Bright Eyes, ‘Kyoto’ es la canción que mejor equilibra la amalgama de estilos de Phoebe Bridgers, con un estribillo que amenaza: «voy a matarte / si tú no lo haces antes». La canción habla desde la primera línea y de manera muy explícita sobre su primer viaje a Japón, pasando al «síndrome del impostor» que sintió al ver a la gente querer escuchar su música. «Quería ver el mundo y atravesé todo el océano, y ahora he cambiado de idea», dice la letra, explicando después en declaraciones recogidas por Genius: «Sentía como si estuviera viviendo la vida de otra persona. Siento una disociación cuando pasan cosas malas, pero también cuando pasan las buenas».
Que Bob Dylan puede llegar a ser de canción larga, muy larga, es algo que ya sabíamos. Una de sus obras maestras, ‘Highway 61 Revisited’, de 1965, se cerraba con la icónica ‘Desolation Row’, que se extendía más allá de los 11 minutos. Su gran disco de regreso en 1997 ‘Time Out of Mind’ se cerraba con un tema de más de 16 minutos llamado ‘Highlands’, y el corte titular del mencionado ‘Tempest’ rondaba los 14 minutos. De hecho se han escrito varias selecciones sobre cuáles son «las mejores canciones largas de Bob Dylan» o sobre cómo algunas canciones de Bob Dylan son «más grandes cuando pasan de los 10 minutos». ‘Murder Most Foul’, además de ser un retrato del asesinato de JFK, contiene un sinfín de referencias. Bob Dylan sugiere que «suenen» o «se representen» una serie de cosas y entre ellas aparecen decenas de nombres de artistas y de obras, de ‘Another One Bites the Dust’ a Nat King Cole, pasando por «Lindsey y Stevie Nicks», entre otros muchos analizables durante horas en Genius.
Este tema es el broche perfecto para la primera parte del disco de Rina Sawayama por su aire reposado que, de forma tenue, va creciendo y se va convirtiendo gracias a sus azorados arreglos (tiene de todo: future pop, gospel, coros R&B…) casi casi en un banger. Y eso que comienza de manera delicada, casi como una balada a lo Mariah Carey, aproximándose después a lo bailable gracias a cierta épica… y al beat de la canción, claro. En ella, Rina se acerca un tanto a la perspectiva pop de Tove Lo y, en cierto modo, a los encantadores aires retro de Carly Rae Jepsen. De hecho, la canción fue escrita y producidas en unas sesiones con Kyle Shearer, colaborador habitual de la canadiense. Y, para rizar aún más el rizo, la autora de ‘Call Me Maybe’ aparece mentada en la canción.
‘cardigan’ recurre a la infalible imagen de una triste chaqueta abandonada debajo de una cama, que alguien rescata, como metáfora de encontrar el amor. Estructuralmente, cuenta con un estribillo en el que se menciona el título del tema, otro melódico en el que no y una frase que se repite de manera recurrente («cuando eres joven, la gente asimila que no sabes nada»). La letra se rebela contra esta última frase en un tercer verso algo distinto («yo sí lo sabía todo cuando era joven / sabía que te maldeciría para siempre»), y finalmente ofrece un clímax («sabía que volverías a mí» repetido por 4), si es que tal cosa no es la mencionada línea de piano de la canción. ‘cardigan’, una de las tres canciones sobre un triángulo de amor adolescente de ‘folklore’, siendo las otras ‘august’ y betty’, habla de la huella que deja el primer amor, y su complejidad disfrazada de sencillez le hace a esto mismo una enorme justicia.
El primer single de ‘La vita nuova’ recupera el gusto melódico que en ‘Chris’ a veces estaba en segundo plano; y en su acercamiento al R&B con matices interesantes un poco más synth-pop, no puede representar mejor el sonido de Heloïse Letissier. En cuanto a la letra del tema, sí es algo más sencilla y clara de lo habitual, apelando a los momentos duros que pasamos, a los momentos en que estamos ausentes, y a aquellos en que sufrimos cuando hablan mal de nosotros.
Los que esperaban un rompepistas por parte de Kylie quedaban decepcionados con ‘Magic’. El segundo single de ‘DISCO’ contiene más bien una melodía melancólica, como recordando el día en que de hecho las pistas de baile estaban abiertas, mientras la letra nos ofrece la fantasía de que los amantes de la música disco puedan volver a desmadrarse «esta noche»: «Bailar juntos / no hay nada que pueda ser mejor / El mañana no importa / haremos que la noche dure para siempre». Si la melodía de ‘Magic’ nos lleva al Nueva York de los 70, sus arreglos eran puro soul-disco de Filadelfia: este sí era el «disco maduro» que Kylie había prometido.
’24 Hours’ es otra canción de Georgia que va al grano en sus 3 minutos de duración. Las voces de su arranque remiten al tipo de voces sampleadas en la historia de la música electrónica, pues los clásicos primigenios del house de Chicago y el techno de Detroit son citados por ella misma como influencia en la creación de este disco; mientras la canción se inspira en haber pasado 24 horas seguidas de fiesta en Berghain: «Sé que es un cliché, que no soy la primera en darse cuenta, pero estar sobria en estas fiestas supone darte cuenta de lo importante que es todo esto para la gente. Escapar es un fenómeno tan increíble… quiero entender mejor cómo funciona. Por eso la pista de baile es el tema principal de este disco; si hay un tema principal, es ese».