El artista no ha debido de pasarlo nada bien, pero en lugar de ahogarse en un vaso de agua por un mal «trending topic», ha elaborado un álbum que solo puede entenderse como una respuesta a todas estas polémicas. Ya en los últimos tiempos le habíamos adivinado preocupado por el «qué dirán», por el reconocimiento. Ahora, en la primera canción de este otro álbum, le oímos hasta ladrar.
Una de las composiciones nuevas es la lynchiana ‘Malditos charlatanes’ y es tan explícita en su crítica a las redes sociales como sigue: «Demasiadas bocas que cerrar / Ahora se les olvidó leer más allá de un titular / Y comprender de verdad, sin agarrarse al clavo que arde más / Criticar por criticar / Y opinar de cualquier cosa». Después, continúa: «Escribiré contra el olvido / Porque mientras yo escribo / Otro habla de lo que hago o digo con aires de superioridad moral, y una incapacidad total para crear algo de belleza / Si sólo puede desarrollar destreza para destrozar». En la línea, ‘El precio que hay que pagar’ reconoce: «Sé que digo tonterías / Y a veces me río de la moral». Y plantea: «Preferiría no tener que explicarme delante de una audiencia hostil». Por su parte, ‘El día de mañana’ advierte: «cuida el carácter que gastas, que lo mucho cansa, y solo te vas a quedar».
‘Curso de levitación intensivo’ termina con una canción sobre los errores y el agradecimiento, ‘Tenías razón en todo’, pero en general la temática sociopolítica manda en unos temas que cuestionan las mentiras del «nuevo orden mundial» (‘N.M.O.’) y lo políticamente incorrecto. Dice ‘El momento de aprovechar el momento’: «Vamos a hacer lo incorrecto o lo más indicado para una generación / Por no reconocer nuestra vulnerabilidad en un acto de vanidad común». ‘El pálido punto azul’ parece arremeter contra el egocentrismo, y es significativo que lo primero que oigamos en el disco sea un sample de la frase «artículo de opinión: comenzamos».
El fondo musical es decidido y monocorde: la inspiración, como en ‘Posible’, continúa siendo ‘Blackstar’ de David Bowie y el último Nick Cave, quizá también los últimos Depeche Mode -los más sobrios y austeros, los más «cantautores»-. Los saxos de los músicos Santi del Campo y Pau Vidal marcan unas grabaciones de cierta querencia jazz, con la salvedad de algún número aislado un poco más pop, como el mencionado ‘El precio que hay que pagar’.
Es de agradecer que Bunbury haya hecho y sacado un disco en tan pocos meses, en lugar de pillarse un cabreo y encerrarse en sí mismo. El gran problema de ‘Curso de levitación intensivo’ es que a veces parece más bien una sesión en el psicólogo o un artículo de opinión en su defensa que un álbum, pues las melodías, a veces incluso un tanto feístas, quedan en un plano muy secundario respecto al mensaje. Apenas esa guitarra eléctrica que aparece hacia el minuto final de ‘El día de mañana’, el guiño al bajo de New Order de ‘El momento de aprovechar el momento’, los vientos en ‘La gran estafa’ o el cambio de melodía en el estribillo de la dream pop ‘Ezequiel y todo el asunto del Big-Bang’ nos recuerdan que estamos escuchando un álbum y no un discurso, porque aquí lo que importa es ante todo lo que se dice, no cómo se dice. Un álbum para quien tuviera unas cuantas preguntas sobre los controvertidos pensamientos del Enrique Bunbury de 2020.
Calificación: 6/10
Lo mejor: ‘El precio que hay que pagar’, ‘El día de mañana’, ‘Ezequiel y todo el asunto del Big-Bang’
Te gustará si te gusta: Depeche Mode, Nick Cave, el último Bowie y él mismo
Youtube: vídeo de ‘El precio que hay que pagar’