Ahora que la ley trans ha puesto el debate sobre la mesa como nunca antes, que figuras como La Veneno son veneradas por el mainstream, que la fluidez de género ya no es un concepto marciano para muchos, que los pronombres no binarios están cada vez más normalizados (aunque queda camino por recorrer) y que el movimiento transexcluyente se hace cada vez más visible precisamente por todas estas razones, es importante recordar que ningún debate relacionado con la identidad y la expresión de género que se dé hoy en día es una invención del siglo XXI.
La escritora Sasha Geffen, conocida por su trabajo en Pitchfork o The Nation, ha publicado este 2020 que acaba de terminar un interesantísimo libro que repasa la historia de la expresión de género en la música pop, y que no se ciñe exclusivamente a artistas LGBTQ+… naturalmente porque la voluntad de «trascender el género» nunca lo ha hecho (los hombres cis heterosexuales que practican «cross dressing» siempre han estado aquí). La gran reflexión que deja ‘Glitter Up the Dark: How Pop Music Broke the Gender Binary’ es que, históricamente, la música ha proporcionado el espacio idóneo para que los artistas se expresen tal cual son sin miedo a ser juzgados, en primer lugar porque la voz separada del cuerpo ya no cuenta con una identidad física que politizar; en segundo porque la música «permanece en el ámbito de la fantasía»: siempre puedes estar interpretando a un personaje, aunque ese personaje seas tú mismo.
Para entender cuán lejos llega la lucha contra el dualismo de género en la música popular impuesto por el patriarcado, el primer capítulo de ‘Glitter Up the Dark’ está dedicado nada menos que a los Beatles, un grupo que revirtió la «masculinidad tradicional» de Elvis Presley para optar por una más refinada, más femenina; y que se puso en el foco de las miradas hambrientas de sus seguidoras, sin dominarlas. Sin embargo, el libro va mucho más lejos en el tiempo para recordar lo que tantos titulares de Facebook han descubierto recientemente a las nuevas generaciones, por ejemplo, que en los años 30 existió una guitarrista lesbiana llamada Sister Rosettha Thorpe sin la cual el rock ‘n roll no habría nacido; que en los 20 hubo una estrella del blues queer llamada Ma Rainey que dedicó una canción a las «bolleras» de su tiempo, que la figura de Maxine Feldman es esencial para entender la visibilización lésbica en el folk de los 60 o que, más allá de la música, sociedades previas al «colonialismo cristiano» como la amerindia norteamericana admiten un tercer género no binario, el dos espíritus.
‘Glitter Up the Dark’ no sirve solo para reivindicar el activismo de Arca como mujer transgénero o de Janelle Monáe como mujer bisexual, sino también para recordar que las voces aniñadas de los Castrati o de Michael Jackson representaban una subversión del género; que Kurt Cobain era lo que hoy se conoce como pansexual, que Buzzcocks escribían «canciones bisexuales», que Iggy Pop ha basado su carrera en burlarse de la masculinidad tradicional y que incluso se puede hablar de «cirugía reconstructiva» para describir el método de producción del hip-hop, un género históricamente «hetero», pues hasta hace muy poco era impensable que raperos como Tyler, the Creator hablaran abiertamente de su homosexualidad. Geffen se propone revisar el mito de David Bowie señalando que el británico copió descaradamente a la cantante trans Jayne County: no era tan original lo que hacía, aunque a ojos del público mainstream fuera revolucionario. En cuanto a Harry Styles… es broma, el libro no habla de él.
La tesis de ‘Glitter Up the Dark’ es que es absolutamente imposible entender la historia de la música popular anglosajona (no, por aquí no encontrarás mencionado a Miguel de Molina ni a La Prohibida) desde principios del siglo XX hasta hoy sin hablar del rechazo al «esencialismo de género». El libro no se deja a casi nadie en el tintero: el deseo sáfico de Prince, una persona que amaba a las mujeres hasta el punto de querer transformarse en ellas, como de hecho hizo a través de su proyecto Camille, ocupa una buena porción del texto con razón, pero también hay espacio para indagar en la música industrial de Throbbing Gristle, que nace como crítica a la dictadura del patriarcado, o en las innovaciones electrónicas de Wendy Carlos, Pauline Oliveros o Laurie Anderson… tanto como para explorar la figura cyborg de Klaus Nomi, la masculinidad geométrica de Grace Jones o la homosexualidad torturada de Morrissey, hasta llegar al transhumanismo de artistas como SOPHIE o Grimes.
Escritora incisiva a la par que accesible, y en numerosos momentos muy divertida, Geffen ofrece en ‘Glitter Up the Dark’ un texto ágil y bien documentado que cualquier persona interesada en la teoría queer y de género y por supuesto la música pop no debería perderse.