Casi todas las críticas que Juan Sanguino comenta en su excelente análisis sobre la percepción que tenemos de Coldplay aplica a Imagine Dragons también: las emociones inmensas, las melodías hechas para llenar estadios, el despojo del rock de la rebeldía… y aquello de «la consistencia de una espinaca marchita». Hasta en algún momento Dan Reynolds parece imitar la voz de Chris Martin. Añadiría también esa sensación de Operación Frankenstein que en su caso hace su música válida para seguidores de Queen, Miley Cyrus y U2 indistintamente.
‘Mercury – Act 1’, el quinto álbum de la banda autora de hits tan pornográficamente millonarios como ‘Believer’, ‘Thunder’ o ‘Radioactive‘, pretende ser uno de esos discos a flor de piel, en este caso influido por la muerte de amigos y familiares, por diversas causas. Comenzando por el principio, el primer tema ‘My Life’ estalla en un estribillo tipo ‘Wrecking Ball’ para al final transformarse en ‘Where The Streets Have No Name’. La letra incluye frases tan explícitas como «me reconozco como consumidor / me despierto cada día con adicciones que alimentar».
Las canciones de Imagine Dragons son capaces de llamarse ‘Lonely’ y repetir en ellas «lonely» 20 veces, aseverar «soy un despojo sin ti, soy un despojo desde que te has ido» (‘Wrecked’) y consolarse del daño que nos hace la sociedad con frases tan adultas como «cada día es mi cumpleaños, espero que te hayas enterado» (‘No Time for Toxic People’). ¿No cabría esperar un poco más de «imaginación» de un grupo que se llama Imagine Dragons? Una de las canciones de ‘Mercury – Act 1’ habla explícitamente del «cáncer de huesos» y de la «quimioterapia», y es loable que lo haga sin disfraces ni metáforas, inspirada por la muerte de la cuñada de Reynolds, pero el grupo renuncia a construir una obra tan emocionante y sublime sobre la enfermedad, como fue por ejemplo ‘Hospice’ de The Antlers
, con un título tan liviano como ‘Easy Come Easy Go’, y una melodía que recuerda a Red Hot Chili Peppers.Toda su psicología carpetera sobre una base melódica bastante contagiosa -todo hay que decirlo, de ahí su éxito, sin duda- no opta por ningún estilo artístico definido. El disco parece apelar a los Muse más cabreados en ‘Dull Knives’, chilla a lo loco en ‘Giants’, mira hacia los ritmos africanistas o jamaicanos en ‘No Time for Toxic People’ y se decanta definitivamente por el «todo vale» en ese single llamado ‘Follow You’ cuyo vídeo han querido convertir en un capítulo de sitcom americana. El tema narra cómo Dan Reynolds y su esposa se libraron del divorcio gracias a un WhatsApp, todo ello con las mismas miras artísticas que una peli escrita y producida por Adam Sandler.
‘Monday’, un tema en el que se afirma «Eres mi lunes, eres mi mejor día de la semana, el más infravalorado, un nuevo comienzo», parece ser el más avanzado en tanto sus referentes podrían ser David Bowie, Talking Heads y los U2 de ‘Zooropa’. Cuando termina, uno solo puede preguntarse si nadie les habrá regalado un disco de St Vincent. ¿Ni después del Grammy? Entre canciones como improvisadas por adolescentes en un campamento de verano como ‘It’s OK’, en verdad la llegada de la final ‘One Day’ es un alivio. No porque el disco se acabe, sino porque es una canción sencilla, y las cosas tienden a salir mejor cuando no se intentan demasiado.