Dos ideas sobrevuelan el 14º disco de Manic Street Preachers, en su momento a la cabeza de aquella cosa llamada de manera genérica y un poco holgazana Brit Pop. Por un lado, el álbum habla a través de su single principal, ‘Orwellian’, de lo poco que se propicia el debate profundo hoy en día. El grupo de James Dean Bratfield y Nicky Wire, siempre ocupado con las causas sociales, está ahora preocupado con razón por lo que es la pérdida de todo contexto. Sin mencionar Twitter, pero dirigiéndose indudablemente a esta red social de manera primordial, cuestionan «el sentido predominante de conflicto entre facciones, impulsado por plataformas digitales que conducen a un estado perpetuo de guerra cultural». Los versos hablan de «tiempos orwellianos» en los que es «imposible escoger un bando», «con frases que bailan y se esconden», «cuando la verdad se transforma en una mentira rota». La letra apela al «apocalipsis», pero este ya no da tanto miedo como conceptos como «trending topic», «bots» y «cancelado».
Hay un poso ABBA en el piano de esta grabación, como también en el de otro single principal, ‘The Secret He Had Missing’. Y esa es la segunda gran idea que Manic Street Preachers han tenido para este lanzamiento. Porque su reconocimiento de la influencia del grupo sueco la confesaron en el NME en abril, es decir, meses antes de que el regreso de los autores de ‘Arrival’ se materializara. Las cosas no van mucho más allá de alguna pista suelta como ‘Happy Bored Alone’, y este no es -desgraciadamente- el «álbum ABBA» de los Manics. Lo que sí podemos decir es que con ambos han sumado un par de buenos singles a futuras recopilaciones y setlists: ‘Orwellian’ hace ciertamente de su piano su gancho principal, sin miedo a parecerse a Keane, mientras la voz de Julia Cumming en ‘The Secret He Had Missing’ da tan buenos resultados como las colaboraciones de The Anchoress en ‘Dylan & Caitlin’ del disco anterior ‘Resistance Is Futile‘ o en su momento Nina Persson en la inolvidable ‘Your Love Alone Is Not Enough’.
‘The Secret He Had Missing’ se basa en la relación entre Augustus John y Gwen John, dos artistas y hermanos galeses a principios del siglo XX, por lo que el juego de voces masculino y femenino tiene además un sentido que trasciende el efecto Pimpinela. Es otra cosa. El otro gran colaborador del disco, Mark Lanegan en ‘Black Diary Entry’, acude con un tono mucho más sombrío para hablarnos de un adiós, en concreto a los días de gloria, un tema que los Manics ya han venido trabajando en los últimos años: «El vacío cuenta su propia historia (…) un adiós lento y doloroso a la gloria». Un valor, el de la nostalgia, del que ya nos hablaba la pista inicial, ‘Still Snowing In Sapporo’, donde la banda recuerda un concierto en Japón del lejano 1993, cuando Richey Edwards aún estaba entre nosotros.
Ese gusto por reverenciar su pasado deja un sabor de boca amargo cuando las composiciones de ‘The Ultra Vivid Lament’ renuncian a distinguirse de otros puntos de su carrera para confundirse sobre todo con las del álbum que sacaron en 2018. Como aquel y otros, este se complementa con un CD2 con las maquetas, cuyo único entretenimiento es comprobar cómo evolucionan las ideas chapurreadas por Nicky durante 1 minuto, hacia otra cosa bastante diferente. Ese estado primigenio de la producción apenas resalta las virtudes de ‘Complicated Illusions’, mientras otras tienen toda la pinta de ir cayendo en el olvido.
Manic Street Preachers se han apuntado con este disco otro número 1 en álbumes en Reino Unido, tan sólo el segundo de su carrera tras ‘This Is My Truth Tell Me Yours’ (1998). ‘The Ultra Vivid Lament’ no es mejor, por ello, que su «disco alemán» ‘Futurology‘ o su «disco folk» ‘Rewind the Film‘. Suena a veces conformista. Hay un momento, en concreto en ‘Don’t Let the Night Divide Us’, en el que nos sugieren: «rechazad toda propaganda / usaremos la paz o la violencia / usaremos la guerra o el silencio / y esto es un aviso, no una oración». La gran pregunta es por qué, entonces, no suena el álbum más revolucionado.