El nuevo disco de James Blake, compuesto durante el confinamiento, iba a ser bailable, pero el compositor y productor británico decidió que «no era el mejor momento» de sacarlo dado que las discotecas estaban cerradas y no se habría podido pinchar. Nada que parara a Dua Lipa o Lady Gaga de lanzar sus respectivos trabajos, pero está claro que todo el mundo ha tenido su propia idea de qué música es apropiado publicar durante un confinamiento y cuál no. La mala noticia, en este sentido, es que ‘Friends that Break Your Heart’ podría haber salido antes o después de la pandemia, hace cinco años o hace dos, y te habrías quedado exactamente igual.
Había retazos dance o experimentales en el EP anterior de James Blake, ‘Before‘, en el que el británico parecía volver a sus raíces y, a la vez, contar algo nuevo. ‘Summer of Now’ fue una de las más producciones más excitantes que publicaba en un largo tiempo y ‘Before’ se atrevía a coquetear con el «voguing». ‘Friends that Break Your Heart’ puede hablar sobre la ruptura de una amistad, un tema mucho menos tratado en el pop que el desamor, pero nada en su contenido indica algún tipo de evolución o afán por explorar nuevos caminos. En su quinto disco, Blake suena definitivamente estancado.
No lo parecía en el single de presentación, ‘Say What You Will’, un tema de soul-pop de corte tradicional pero alegre y luminoso, en el que Blake acepta su lugar en la industria, que parecía avanzar un álbum en el estilo. Al final ha resultado ser la mejor canción de todas. ‘Friends that Break Your Heart’ no es un disco especialmente alegre ni hace especial hincapié en las grandes melodías atemporales del soul de los 60 o 70 que siempre le han inspirado. Dado que es el disco más tradicional de James Blake cabía esperar que hubiera minado más profundamente en ese aspecto, pero varias pistas de ‘Friends that Break Your Heart’ vuelven a ser intercambiables con sus trabajos anteriores.
‘Famous Last Words’ abre el disco con una declaración de intenciones: «eres la última cosa vieja que me queda». Dirigida a esa persona amiga que le ha «roto el corazón», la pista 1 es una producción típica de James Blake en todos los sentidos. El sonido futurista de los sintetizadores, los beats amables, el uso de silencios, la presencia de cuerdas (piano o violines), las voces distorsionadas, la voz rota… está todo ahí sin indicar que nos encontramos en una nueva «era» de James Blake. Estos ingredientes dan lugar a una canción especialmente memorable en ‘Life is Not the Same’, de estribillo dramático imposible de cantar sin ahogarse; pero las composiciones que no pasan de correctas o son directamente anodinas hacen mayoría en el disco.
A pesar de que Blake la esté presentando en directo con la compañía de slowthai, ‘Funeral’ es una balada completamente inocua que olvidarás al segundo de escucharla; la sosíma composición y producción de ‘Foot Forward’ es inversamente proporcional a lo creativa que era la de su debut; las cuerdas de ‘Show Me’ están desaprovechadas en una canción a todas luces menor ya dentro del disco y ‘Lost Angel Nights’ parece que va a ser una de las mejores -la melodía es bonita- hasta que te topas con esa letra en la que Blake expresa su incapacidad de aceptar que hayan surgido imitadores de su sonido. «La envidia no es un crimen» puede ser una de sus frases más condescendientes, pero esa mezcla de confianza en sí mismo e inseguridad («estaba perdiendo mi lugar, y en ese momento surgieron mil imitadores») no da lugar a una composición igual de interesante o compleja dentro de sus contradicciones, sino todo lo contrario.
Hay cosas que rescatar en ‘Friends that Break Your Heart’, ninguna de las cuales es la lacrimógena y ñoña canción titular. ‘Coming Back’ con SZA es otro buen ejemplo de ese pop fusionado con R&B y sonidos modernos que Blake sabe hacer (y que ya ha hecho varias veces) y la producción de ‘Frozen’, entre las cuerdas punteadas y las voces distorsionadas, es casi alienígena. Los raps de JID y SwaVay están bien -a Blake le gusta incorporar raperos en sus producciones desde su segundo disco- pero nunca sabremos cuán lejos podría haber llevado la incipiente locura de ‘Frozen’, que opta por quedarse a medio gas. También es posible ver con buenos ojos ‘I’m So Blessed You’re Mine’ porque su estribillo es bobalicón y suma humor al álbum, pero eso ya es agarrarse a un clavo ardiendo. 10 años después de aquel deslumbrante debut que cambió la música, no parece quedar demasiada de aquella chispa.