Estoy un poco enfadado con Lana del Rey. ‘Chemtrails Over the Country Club‘ ha sido este año un disco enorme, uno de los pocos grandes de verdad que nos dejaba la música internacional en la primera mitad de año. Un candidato a ser nombrado incluso su mejor álbum… que quedaba inmediatamente eclipsado por el propio anuncio de la cantante de que otro álbum estaba listo para salir de forma inminente. En marzo teníamos un discazo de Lana del Rey; en abril
, la confirmación del siguiente.‘Blue Banisters’, quizá el proyecto en principio anunciado como ‘Rock Candy Sweet’ para el mes de junio, se proyectó luego en julio, pero se ha ido retrasando hasta la semana que nos ocupa, incluyendo los temas que se han venido adelantando hace meses junto a algunos descartes de otras eras y alguna que otra sorpresa ajena a la última Lana que hemos adorado: la de guitarra y piano. El álbum mantiene la magia y da más alas a la artista en la categoría de leyenda, ¿pero no habría sido mejor pasar 2021 debatiendo hasta qué punto era bueno «Chemtrails» que esperando otro disco que no terminaba de llegar y que nadie demandó tan pronto?
En su mejor faceta, ‘Blue Banisters’ es una nueva exposición del enorme talento de Lana del Rey, el que la ha convertido en una de las superestrellas más fascinantes del siglo, y asimismo una manera de conocerla mejor. La artista deja atrás su supuesto pasado conservador en la cabeza del álbum con ‘Text Book’ («allí estábamos gritando «Black Lives Matter» entre la multitud / con ‘Old Man River’ vi que viste quién soy de verdad») y el tema titular, un gran himno de sororidad en el que Lizzy Grant expresa que ya no necesita que ningún hombre vuelva cada primavera a pintarle su casa, pues pintará el jardín ella misma en compañía de sus amigas («la mayoría de los hombres no quieren una mujer con pasado, ya se sabe»). Una línea que continúan versos de ‘Violet for Roses’ («desde que me desenamoré de ti / he vuelto a enamorarme de mí») y ‘Thunder’ («Te comportas como el jodido Mr Brightside / pero sé cómo eres cuando la fiesta acaba»).
‘Arcadia‘ es una de las mayores preciosidades y mejores ocurrencias jamás escritas por la autora de ‘Born to Die‘: una analogía de su cuerpo y el mapa de Los Ángeles en la que su pecho es la Sierra Madre y sus caderas, «autopistas y desvíos» (atención a la construcción en inglés de «every high and byway»). Al final Lana del Rey nos va a convencer de que ella ES California, siendo neoyorquina. Y en cuanto a esa manera de comprenderla mejor como artista y persona, tenemos ‘Beautiful’, una respuesta a la crítica que había venido avanzando durante los últimos meses. «¿Le habría pedido alguien a Picasso que no fuera triste? / Entonces no habría sido el hombre que fue / no habría Etapa Azul / Dejadme ser libre como los lobos y hacer lo que quiera / Dejadme mostrar cómo la tristeza puede transformarse en alegría / Puedo convertir algo triste en algo hermoso», indica haciendo un juego de palabras entre la Etapa Azul del pintor y la equivalencia entre «azul» y «triste» en inglés («blue»), presente en el propio título del largo.
Lana del Rey se ha caracterizado, efectivamente, por hacer de lo triste, algo hermoso, y eso es algo que ha vuelto a conseguir en ‘Blue Banisters’ con muy poco y sin Jack Antonoff, al que no, no necesitaba para nada después de todo. ‘Text Book’ presenta ecos de góspel en su desenlace; en ‘Arcadia’ aparecen unos teclados que son puro dream pop desembocando en una pista «mariachi trap» que no habíamos visto venir en su repertorio actual pero que pone de manifiesto la cercanía entre California y México; ‘If You Lie Down With Me’ presenta sofisticados arreglos jazz en su último minuto que hacen suspirar por un disco en esa línea; ‘Thunder’ cuenta con las cuerdas de Owen Pallett, y la monotonía del disco está sorteada con varios temas que deciden cambiar su ritmo durante su curso, como ‘Text Book’ o ‘Black Bathing Suit’.
Sobre todo en la primera mitad del álbum. Sucede que en la segunda se empiezan a acumular los descartes y las canciones menores. ‘Dealer‘, sobre la persona que les pasa la droga, es un divertimento creado junto a Miles Kane, defendible como artefacto kitsch de trip-hop, pero sólo como eso. ‘Cherry Blossom’ y sobre todo ‘Nectar of the Gods’ fueron descartadas de ‘Ultraviolence‘, que era un álbum excelente, por un motivo, y uno no puede dejar de pensar que tanto no querrá a su colega Jane Powers si ha tardado hasta 8 años en encontrar hueco para publicar el tema que le escribió, ‘Living Legend’. Es habitual que los artistas tarden en hallar un contexto adecuado para una composición que les lleva tiempo rondando la cabeza, en lo que son unos expertos sus compañeros editoriales de Radiohead. Nada, en cambio, une algunas composiciones aquí reunidas, que terminan siendo una especie de poemario de nuevos y viejos pensamientos, cuando a la vista esté que la Lana del Rey de 2013 no es la misma que la Lana del Rey de 2021. ¿Qué cantautor/a podría serlo tras una vida como la suya sorteada de sinsabores y asedio?
‘Sweet California’, con créditos de su padre y hermana, dedicada al bebé de esta, con bromas sobre el iPhone 11, la criptomoneda y su cuñado, es la encargada de cerrar bien arriba una buena obra. Estoy deseando ir a un concierto suyo para cantar «fuck you, Kevin», bebida en mano. Sólo Lana del Rey podría cantar algo así en una encantadora balada a piano. Realmente, ‘Blue Banisters’ habría sido una sorpresa muy grata como disco sorpresa esta Navidad. Como disco hypeado durante meses hasta el punto de ensombrecer y anular por completo un álbum tan sublime y bien redondeado como «Chemtrails», la estrategia no se entiende tanto. Su línea artística es tan vacilante que hasta uno termina interpretando que su yerro es parte del encanto de Lana del Rey: un alma que vuela libre ajena a toda lógica de la industria musical.