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Tulsa, en su salsa en la Sala Clamores

Cartel de «aforo completo» colgado a las puertas de la Sala Clamores de Madrid para un nuevo concierto de Tulsa. Este en formato cuarteto con una guitarrista, un baterista y a los teclados Betacam recién llegado de telonear a Los Punsetes en La Riviera, a varios kilómetros en la ciudad -tan solo uno de sus pluriempleos-. Hace un año que se publicó ‘Ese éxtasis‘, a la postre uno de los mejores discos de 2021, y ni mucho menos esta fue una de las primeras presentaciones del álbum.

Sí fue seguro una de las mejores: el numeroso público estaba atento, con ganas de música en directo de pie, cerveza o copa de vino -como ella- en mano, con las últimas canciones muy bien asimiladas, y en unas condiciones acústicas sobresalientes que lograban que la voz de Miren Iza sonara más bonita que nunca. En primer plano, nítida, con cada frase acaparando al 100% la atención del espectador.

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Tras comenzar con ‘Canción’, Tulsa ya supo meterse al público en el bolsillo con el humor contenido en la segunda composición que interpretó, ‘La boda’, con sus referencias tronchantes a la boda de la hija de Amancio Ortega. Una boda a la que no te han invitado, porque la exclusión era uno de los temas principales de ‘Ese éxtasis’. ‘Os oigo follar’ es otra de las canciones que sonó, en un tramo medio en el que Miren se colgó la guitarra acústica, enfrentándose durante unos segundos a un micrófono que no se quería estar quieto.

Tras una soberbia interpretación de ‘Autorretrato’, una verdadera preciosidad, la cantante volvía a calzarse sus guantes aterciopelados, como su vestido, para interpretar algunas de las composiciones más esperadas: ‘Yo no nací así’, entonada desde una celda, y ‘Oda al amor efímero’, produciéndose el surrealista momento de que alguien la pidió en el momento preciso en que terminaba.

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Iza no aceptaba peticiones, en cualquier caso, y se negó a tocar ‘Matxitxako’ -tampoco sonó, de manera dramática, ‘Algo ha cambiado para siempre’-, aunque la buena noticia es que cuando desplegaba su actitud consiguió que las cumbres del concierto fueran las canciones que a ella se le apetecieron. Es obvio que el carácter predicador de Nick Cave es una referencia escénica para ella y el grito apocalíptico de ‘Penélope’ o la final ‘Atalaya’, ambas en los bises, todavía resuenan en nuestras cabezas medio día después.

Fue un concierto menos electrónico que el que hemos visto a Tulsa en otras ocasiones -sí se pudo bailar en ‘Centauros’ y ‘Los volcanes avisan’-, tampoco especialmente rockero. Fue un show en el que despuntaron por encima de todo las composiciones y las letras, además sin dramatizaciones ni monsergas. Qué variado está últimamente el concepto de cantautor/a.

Como burlando a aquel día en que a Tulsa se le ocurrió poner en Twitter que «estaba más cómoda consigo misma cuando C Tangana le parecía un horror» («desde que ‘Bien Duro’ y ‘Llorando en la limo’ me parecen temazos me caigo peor»»), al término del concierto la Sala Clamores se convirtió en una inesperada fiesta de reggaetón -ya a las once de la noche- en la que no faltaron Maluma, J Balvin ni Bad Bunny. Pero antes de eso, nos había quedado claro por qué Tulsa «no cree en los festivales», como dice ‘Autorretrato’ y nos desarrolló en una entrevista. Parafraseando ‘Atalaya’, es en estas distancias cortas, donde Miren Iza es «poderosa» y «maravillosa». «Que venga Dios a intentar bajarme de aquí».

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