Una de las canciones de ‘Trovador tecno’, el nuevo disco de Joe Crepúsculo, va sobre unos trabajadores de Tecnocasa. Unos chavales que no paran de montar fiestas en los pisos que enseñan. Dice el tema que «no venden nada, pero tienen dance» y en ese momento entra el subidón. La canción se llama ‘Tecnocasa’ y Crepus la promociona con el uniforme de la compañía: traje y corbata verde, la que ellos se quitan en la canción, para festejar.
Como en ‘Pisciburger’, sobre esas piscinas con más cerveza que agua; o como con la cafeína de ‘Mi fábrica de baile’, Joël Iriarte va a conseguir con este nuevo álbum que ciertas cosas no las volvamos a ver igual. Sobre el papel, ‘Trovador tecno’ es un álbum hedonista que se inspira en el nacimiento del género en Chicago y Detroit. También en el desarrollo sui generis que ha tenido en nuestro país, desde la Ruta del Bakalao a las gasolineras de Camela. Pero sobre todas las bases, Crepus tiene algo interesante que decir. Por algo llama a los pioneros del tecno «trovadores» y «poetas líricos de la música disco».
Mi manera favorita de disfrutar de ‘Trovador tecno’ es la superficial. Entender el álbum como una colección de trallazos que te hacen sentir que vas «a 220» kilómetros por hora como sugiere el single ‘Carreteras de pasión’, tan divertido en su volantazo melódico del medio minuto final. El trance, el acid y sobre todo el house de ‘Paranoia’, ‘Jose House’ y ‘Vamos a limpiar’ nos devuelven de nuevo a la inolvidable ‘Show Me Love’, recientemente reivindicada lo mismo por Charli XCX que por Daddy Yankee.
Crepus le mete zapatilla a lo Chimo Bayo a todo aquello, como ya había hecho en otros puntos de su carrera. Lo bueno es que nunca lo había hecho de manera tan concienzuda. Ni los Fangoria que se presentaban como bakalas en ‘No sé qué me das’ lo desarrollaron a lo largo de todo aquel disco, ‘Naturaleza muerta’, ni mucho menos Camela. Ojalá todas las canciones de ‘Diez de corazón’ hubieran sido más como ‘El calor de mi cuerpo’ y ‘Cuando zarpa el amor’, y menos como ‘Niña, ¡cómo te quiero!’. ‘Trovador tecno’ no da tregua, siendo uno de los discos más makineros -para bien- que se recuerdan.
Este disco es la consecuencia inconsciente de las ganas de fiesta que nos ha dejado la pandemia, pues el artista no reconoce este álbum como una reacción consciente al hecho de no haber podido salir con normalidad durante los últimos dos años. Asegura que ya no sale tanto como antes, y además continúa situando entre sus referencias el hip hop (‘Niggas in Paris’, en particular). Tampoco reconoce aquí una reacción a ‘Supercrepus II‘, un álbum completamente infravalorado de pop-rock, de influencias ricas y variadas, de Genesis a Supertramp, que no se pudo desarrollar de manera adecuada debido a la pandemia… y a que la sombra de ‘Mi fábrica de baile’ era cada vez más y más alargada.
Se puede entender este álbum como todo lo que querían los seguidores de ‘Mi fábrica de baile’ y aquel disco ‘Baile de magos’ tampoco fue en 2013. Pero en verdad Joe Crepúsculo parece más esforzado en cuidar el mensaje de cada composición que en emular el éxito de su gran hit. En un «canción por canción» compartido en redes sitúa a Bob Dylan y no a OBK como mayor influencia de ‘Pensar el tiempo’. ‘Velo de maya’ es el tema más influido por el drum&bass y a la vez por sus estudios de Filosofía, pues habla del «concepto filosófico que tanto atrajo a Schopenhauer, es decir, nuestra incapacidad de llegar a la verdadera realidad de las cosas». ‘Vamos a limpiar’ no habla de ponernos la música a todo volumen para limpiar nuestras casas, sino de limpiar nuestro interior y, de manera más superflua, limpiar nuestros móviles de basura digital.
Esa otra manera de escuchar ‘Trovador tecno’, la de intelectualizar las canciones de Joe Crepúsculo, deja el peligro de no saber qué hacer con ese ‘Happy Birthday’ que recuerda al engendro que parieron juntas Madonna y M.I.A. Al menos ellas lo dejaron como bonus track. Pero al margen de cuán profundo sea el acercamiento o el sentido último de estas canciones, rara vez dejamos de estar frente a un disco muy, muy divertido, a buen seguro uno de los discos del verano 2022.
Y es que funciona en casi todos sus propósitos. Es verdad que ‘El tren de la bruja’ es de lo mejor del álbum. Se trata por un lado de la reivindicación de la música de feria, siempre tan denostada, lo que incluye un sample de las trompetillas de las atracciones. Y por otro sí que es una canción con un mensaje claramente edificante. «A las brujas no hay que tenerles miedo, hay que tener miedo a tener miedo”, propone Crepus. Es por la suma de ambas cosas que la canción funciona tan bien, y a ese puente de teclados épicos me remito. En la línea, ‘Así soy yo’ es la típica parodia social del artista, sobre el síndrome de Peter Pan, que te hará reír aunque te represente: “Así soy yo / Un niño en un cuerpo de señor / Por eso dame barra libre, por favor”.
Si esta canción habla de tardeo, ‘Jose House’ lo hace sobre la típica persona decadente con que topas en un after (si es que no lo eres tú mismo). Y al final, el disco termina con un tema de ligoteo a dúo con dani. Dice ‘Brindar’ que “nos vamos a besar pero no nos vamos a ver nunca más”, sobre lo que parecía que iba a ser una bachata.
Volviendo al principio del dilema, otra de las mejores canciones de ‘Trovador tecno’ es la que plantea si merece la pena tanto pensar: «Es mejor no pensar, porque me roba tiempo». Podemos debatir si estas canciones harán mella en nuestra búsqueda de la madurez o de ser mejores personas. Menos cuestionable es que el artista ha construido otro disco sólido más, en el que juega muy bien las cartas del bakalao, pero también otras menos visibles. Hay un arpegio en ‘Tecnocasa’ que es más que nada Mike Oldfield, la referencia de ‘Paranoia’ tiene la hondura de Underworld y vuelve a integrar el punto flamenco estupendamente con Las Negris y Diego el Ratón en ‘Sol y sombra’. Es a través de todas estas buenas ideas que el debate más profundo queda abierto para todes.