Tan sólo desde 2005 la Academia de los Grammy entrega un premio al Mejor Álbum de Música Electrónica o Dance. Un par de veces otorgado a Daft Punk, tres veces a Skrillex -una de ellas por el disco de Jack Ü-, y otras tres veces a Chemical Brothers -la última, muy merecida, por ‘No Geography’-, el galardón parece premiar lo más conocido de la electrónica en la industria musical. Lo que más les suena a los votantes de la Academia. Entre los nominados se quedaron a las puertas de ganar SOPHIE, LCD Soundsystem o Jamie xx.
Pero alguna vez el Grammy a Mejor Disco de Electrónica sí que ha servido para reconocer algún talento más subrepticio o para retratar la escena del momento. El primero fue el caso del premio a ‘Syro’ de Aphex Twin y el segundo el del segundo disco de Flume, ‘Skin’. El proyecto del australiano Harley Streten coquetea con la EDM y el mainstream casi tanto como Skrillex y Diplo, solo que siempre sin dejarse contaminar por su lado más zafio, situándose más cerca del «future bass» o incluso del hyperpop. ‘Never Be Like You’ con kai terminó convertida en un macrohit, sin que por el camino perdiera su sofisticación, su ambientación vaporosa. La producción era pura contención y por eso continúa sonando tan digna media década después.
‘Palaces’ es un disco continuista para Flume, quizá demasiados años después de ‘Skin’: hasta 6. Lo bueno es que sirve para asentar el estilo de su firma, logrando que su nombre reluzca a la altura de los artistas que tienen más personalidad que ansias de playlists y plays. El gran caballo ganador, aunque los números aseguren lo contrario, es el single ‘Say Nothing’
, un tema junto a la compatriota MAY-A, con el punto justo de sofocón que sugiere su melodía y su mensaje tipo ‘Don’t Speak’.Igualmente eficaces son la colabo con Oklou ‘Highest Building’, elegida para abrir ‘Palaces’, y sobre todo ‘Sirens’, una nueva virguería con la marca vocal inconfundible de la volátil Caroline Polachek.
El álbum devanea entre un tema a piano como tocado por Jon Hopkins -otro que se quedó sin Grammy- y después como distorsionado por él llamado ‘Jasper’s Song’ y la locura aportada por la madrileña Virgen María, que en Pitchfork no han identificado como «hija de» sino como una artista «infravalorada» capaz de dejar el momento más interesante del largo -por lo que tiene de libre- para dicha publicación. También es el menos atendido por el público en un disco con sus encantos, pero también con sus puntos flacos. ¿El principal? Unos singles en potencia o en acto demasiado subrayados en el desarrollo de la secuencia, que dejan cosas como ‘Love Light’ o ‘Get U’ casi a la altura del interludio. Y eso incluye a un desperdiciado Damon Albarn en la final ‘Palaces’.