A Jimena Amarillo no le gustó demasiado que la gente escuchara su primer disco, ‘Cómo decirte, mi amor’, para ponerse a llorar, así que ha decidido hacer uno que espabile. ‘La pena no es cómoda’ narra tres rupturas diferentes pero huye deliberadamente del “catastrofismo” de su debut en unas letras que son “más tristes» pero también “más románticas”, es decir, “más lesbianas” en sus propias palabras.
El sonido de ‘La pena no es cómoda’ se instala en el rock de manera muy marcada en el single principal, ‘Porque tú lo sabrías’, que suena inspirado en los Pixies aunque Amarillo reconoce que no ha sido intencionado. En otro de sus retratos cotidianos pero poéticos del desamor (“hacían falta muchas manos para todo eso que juramos, la ropa huele al último día que nos encontramos”), ‘Porque tú lo sabrías’ resuelve la tensión de las estrofas en un estribillo tarareado (y envuelto en autotune) adictivo como la droga. Es una de las mejores canciones del año, Jimena Amarillo en su mejor momento, pero su sonido tiene menos continuidad en el disco de lo esperado.
Las guitarras eléctricas sí emergen en algunas de las nuevas canciones de Amarillo. ‘Quiero que me mires’ introduce el disco con atmósferas guitarreras y también espaciales y la letra regala otra copla marca de la casa: “tus manos que nunca me han tocado la cara, las tengo en la piel clavadas”. La preciosa ‘Billete de amor’ da a entender que Nilüfer Yanya puede haber creado escuela, aunque la melodía rapeada-pero-cantada de Jimena sigue siendo propia de la artista valenciana, en toda su añoranza y melancolía. El manto guitarrero de ‘Tu sangre de la mía’ trae ecos shoegaze.
El disco es más diverso de lo que parece. Por un lado, el indie-pop lo-fi clásico de Amarillo sigue vivo en la adorable ‘Baldosas’. Por el otro, la electrónica puede imaginar la pista de baile en ‘De la cabeza a las pies’ o ir tan lejos que ‘Fino como un alfiler’ evoca vagamente la sofisticación disco-house de Róisín Murphy, con Amarillo en modo desafiante: “si alguien nos estuviera grabando, haría todo el guion mirando”.
En el camino, Amarillo no pierde su capacidad para retratar poéticamente la cotidianeidad del (des)amor ni tampoco renuncia a los beats hip-hoperos de su EP anterior, por ejemplo en ‘Caldo en el brazo’, que casi pide una colaboración con Natalia Lacunza.
La sorpresa de ‘La pena no es cómoda’ la da la versión del fado ‘María la portuguesa’, que Amarillo ha grabado para “hacerse la chula” con Silvia Pérez Cruz tocando el violín, pues es su cantante favorita. A la secuencia es cierto que le falta algo de empaque y unidad, pues se desarrolla un poco sin ton ni son, como en aleatorio. Sin embargo las canciones -aunque funcionan mejor por separado que en conjunto, y no es que los interludios instrumentales aporten mucho- sí muestran que Amarillo da un paso adelante en su carrera.