El pasado mes de abril os presentábamos un ciclo de conciertos llamado Cultura de Sala en apoyo precisamente de las salas de nuestro país. El ciclo ha continuado recorriendo toda España y de hecho aún quedan citas tan interesantes como las de Mr Kilombo hoy 21 de julio en Informal de Tafalla (Navarra), Biznaga en Loco Club de Valencia el 26 de julio y Los Vinagres en Aguere Cultural (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife) el 29 de julio.
Desde JENESAISPOP hemos querido preguntar a tres responsables de tres salas del país por la importancia de seguir yendo a conciertos en pequeños y medianos recintos. Son Mónica Pérez de Círculo de Arte y Sala Pícaro (Toledo), El Indio del Gruta 77 (Madrid) y Pepe Doré desde el Garufa en A Coruña. Es este último quien nos da el primer titular: las salas son «indispensables» para el desarrollo de artistas y para «crear tejido cultural y musical»: «Las Salas de Concierto de pequeño y mediano formato son indispensables para que músicos y artistas escénicos comiencen su andadura dándole a esta ya un sesgo profesional. Permiten a su vez que se cree una red de espacios, dotada de las infraestructuras necesarias, que conforma el mapa musical y cultural de una comarca, un estado o una comunidad más amplia. En definitiva son el soporte ineludible, en «primera instancia», para crear tejido cultural y musical».
Indio del Gruta 77 coincide y habla de la cercanía con el artista: «El Rock and Roll nace, crece y se multiplica en pequeños clubs. No hay ninguna banda en la historia que no haya pisado uno de sus escenarios. Nuestra capacidad como salas promotoras para captar nuevos talentos acelera ese proceso. Y, sin duda, proporcionamos la mejor manera posible de disfrutar de una banda, nuestro público está a medio metro del cantante del grupo que ocupa el escenario».
Mónica Pérez del Círculo de Arte y Pícaro añade que las salas suelen ser la «primera vez para muchas bandas». «Nos involucramos directamente en el desarrollo de las bandas tanto locales como nacionales, apostamos por lo emergente con una programación constante. Estamos en la vanguardia musical, con lo cual valoramos y apostamos por la cultura musical en nuestras ciudades».
Se ha hablado mucho sobre si la cultura festivalera beneficia o perjudica a la sala pequeña. Pepe Doré es el más crítico: «La expansión festivalera en una gran mayoría de casos -entendida esta como crecimiento centrado más en la cantidad que en la calidad, que es realmente lo que está pasando- en mi opinión a quien pone en peligro es a la propia música, degradándola y despojándola de sus aspectos más culturales, sobresaliendo claramente sobre estos la intencionalidad de generar un mercado, que va infinitamente más allá de lo que representa como manifestación cultural. En lo que atañe a las Salas evidentemente las perjudica, es una lucha de «David contra Goliat» con la peculiaridad de que en este caso gana Goliat sin paliativos, máxime cuando más de un 80% de festivales están «dopados» con dinero público en cantidades ingentes, frente al escaso y deficiente apoyo que reciben las Salas».
«Un 80% de festivales están «dopados» con dinero público en cantidades ingentes, frente al escaso y deficiente apoyo que reciben las Salas» Pepe Doré.
Indio cree que «el daño está hecho» y el tema ya no puede ir a peor: «Las instituciones han favorecido ese formato sin tener la sensibilidad de pensar que el 90% de los conciertos que se producen en una ciudad se realizan en salas de pequeño y mediano formato. Somos agentes culturales con recompensa muy baja por nuestro trabajo. Los festivales nos han arrebatado una generación entera de posibles fans de la música. Chavalas y chavales que no han llegado a sentir la vibración de ver una banda de cerca y tomar una cerveza con ellos después del concierto. En Gruta 77 somos afortunados, nuestra programación es tan específica que no le afecta especialmente las producciones millonarias. Pero esa falta de relevo generacional sí se nota, y mucho».
Más conciliadora es Pérez, respecto a la relación entre salas y festivales, aunque se rebela contra los contratos de exclusividad: «Son dos circuitos totalmente diferenciados, somos partes y partícipes de la música en vivo. Sin salas no hay festivales, sin festivales no hay bandas, si no hay bandas no hay salas. Creo que nos retroalimentamos. Las salas tenemos el circuito de invierno, y los festivales, más o menos, el verano. Lo que estoy totalmente en desacuerdo y me parece una forma de trabajo antigua, son los contratos de exclusividad, ya que como he dicho antes somos totalmente complementarios».
En la línea, se muestra reacia al enfrentamiento, y tiene una petición: «No considero que sea cuestión de enfrentarse salas y festivales, somos todos parte de la industria musical. Eso sí: nos gustaría tener más presencia como marca en los festivales, sobre todo si se realizan en nuestra provincia, ya que la mayoría de las bandas, han ido creciendo en nuestras salas. Siempre agradecimiento a aquellos artistas que recuerdan con cariño el paso por la ciudad con su primer concierto».
¿Qué más medidas echan de menos desde las salas o qué posibles soluciones o ideas se plantean para que la gente acuda más a las salas? ¿Mayor apoyo institucional, apoyo de medios, educación por parte del público…? Indio responde: «Pues todas esas medidas que propones y más. Estaría bien que, de una vez por todas, se tratara a la música como parte fundamental de la Cultura y no como «industria del entretenimiento». Hay mucho cine malo y nadie cuestiona si ese producto es cultural o no, Hay mucha Literatura mediocre y nadie se atrevería a tratar un libro como un producto no cultural. ¿Qué pasa con la Música? Habría que empezar a plantear cambios desde la base, la asignatura de Música se plantea en edad escolar como un trámite aburrido y sin creatividad. La sección de música en prensa escrita pasó a la historia. Cada gran ciudad apoya al menos un festival local de música y gasta cantidades grandes durante su programa de fiestas patronales. Un 25% de esos presupuestos invertido en las salas que programan cada semana garantizaría un cartel estable de alta calidad en las escenas locales y un trato más justo con las bandas emergentes. No parecen medidas muy complicadas, si las explicamos bien, es muy probable que nos escuchen.
«Hay mucho cine malo y nadie cuestiona si ese producto es cultural o no (…) La sección de música en prensa escrita pasó a la historia» El Indio
Pérez responde a la misma pregunta: «Echo muchas cosas de menos… Por supuesto el apoyo local y apoyo cultural por parte de las administraciones públicas, ya que las salas de conciertos y espectáculos colaboramos directamente con la programación cultural de la ciudad, ofreciendo una amplia oferta de tendencias que nos permite llegar a diferentes nichos de consumo musical. Más apoyo de medios de comunicación local, apostando no solo por lo ya consagrado musicalmente, sino por lo que nos viene en el futuro. Dar valor a lo emergente». Y recuerda: «El público es lo mejor que tenemos, es el que hace que valoremos nuestro trabajo, tanto por la parte de la organización como por la parte artística. Sin público no existimos».
Finalmente, Pepe Doré añade: «Efectivamente, las Salas de Concierto deberían ser elementos a proteger desde las instituciones, en España dependen básicamente de su actividad hostelera, de hecho su licencia de actividad que les permite actuar legalmente así las recoge, y esa dependencia las induce en no pocos casos a jerarquizar sus funciones, relegando la cultura a un segundo plano para proteger su supervivencia. Pero para que se nos proteja y se nos dé la visibilidad que reclamamos es primordial que haya una política cultural pedagógica previa, en la que público y demás «actores» implicados en el sector nos reconozcamos como una forma orgánica de un sistema en la que todos somos elementos fundamentales».
«Los medios locales deberían apostar no solo por lo consagrado, sino por lo que nos viene en el futuro» Mónica Pérez
Concluye: «Prácticamente a nadie se le ocurre discutir la existencia de una Red de Auditorios y Teatros Públicos (ni sus residencias, sean estas Orq. Sinfónicas, Compañías de Teatro/Danza o Bandas de Música) soportadas por las Instituciones, sin las cuales desaparecerían del Mapa Cultural del país, pues, un tratamiento si no equivalente sí próximo a él, es lo que sería imprescindible para mantener la «buena salud» de nuestras Salas».
Preguntados por los conciertos que más ilusión les ha hecho programar, Doré no se moja entre «32 años de tradición» y 4.000 conciertos del Garufa. Indio resalta que «el mayor placer es ver crecer a las bandas de la ciudad». Incluso aunque a veces pierdan al artista: «Ese momento en que una banda que has apoyado tiene que buscar una sala con el doble de aforo que la tuya para tocar es muy especial para nosotros. Es ver al Rock and Roll triunfar y nos da fuerzas para repetir el proceso una y otra vez». Mónica es la única que sí nos da un par de nombres: «Muchos, muchos, son demasiados. Siempre recuerdo los de mi comienzo como programadora. Si tengo que destacar alguno sería Javier Krahe, creo que tardé 3 meses en atreverme a llamarlo. Y por supuesto Antonio Vega, todo un honor poder disfrutar de estos dos genios, de sus directos, de sus charlas…»