El bailarín alemán Franz Rogowski entró en el cine como un huracán: su brutal skinhead de ‘Victoria’ (2015) y su inolvidable escena de karaoke de ‘Chandelier’ en ‘Happy End’ (2017), lo convirtieron en uno de los actores más solicitados del cine europeo. Christian Petzold, Terrence Malick o Ira Sachs han sido algunos de los directores que han contado con él.
2024 promete ser su año: es el protagonista de la nueva película de Andrea Arnold, ‘Bird’ (2024), y ha sido fichado por Hollywood (por la productora de Brad Pitt, Plan B), donde ha rodado ‘Wizards!’, lo último de David Michod (‘The King’, ‘Animal Kingdom’).
Pues bien, el debut en el largometraje de Giacomo Abbruzzese tiene la misma arrolladora energía que las actuaciones de Rogowski, su protagonista. ‘Disco Boy’ es un vendaval de sensaciones, una fascinante historia de inmigración, colonialismo y bailes mágico-religiosos, impregnada de sensualidad, misterio y lirismo.
Un magnético cruce entre ‘Apocalypse Now’ y el cine de Claire Denis, que se convierte en una poderosa experiencia estética gracias a la premiada fotografía de Helene Louvart (la fotógrafa habitual de Alice Rohrwacher o Eliza Hittman), un fabuloso diseño de sonido y la atmosférica y palpitante banda sonora de Vitalic.
‘Disco Boy’ es una película llena de creatividad e ideas de puesta en escena: la manera de filmar los cuerpos, llena de fisicidad y sensualidad; la secuencia filmada con la cámara de infrarrojos, dotada de una extraña poética; las rimas visuales con los tres ríos que aparecen en la película, de gran relevancia narrativa; y las escenas de baile, empapadas de melancolía, misticismo y una electricidad hipnótica y lisérgica, que bebe mucho estilísticamente del cine de Gaspar Noé o Nicolas Winding Refn.
En suma, un debut enormemente ambicioso (al director le ha costado 10 años levantar la película), de extraordinaria fuerza audiovisual y narrativamente muy estimulante, abierto a múltiples lecturas, que alumbra a un cineasta muy prometedor, de quien seguro oiremos hablar en el futuro.