Música

OT Gala 8: La revolución soviética

En un episodio de Los Simpson, Lisa se enamoraba de un profesor sustituto. Él le cambiaba la vida y, antes de separarse de ella para siempre, le daba una nota con un mensaje que le pedía que nunca olvidase: “Tú eres Lisa Simpson”. Ninguno de nosotros entendió ese final cuando lo vio en Antena 3 antes de ir al colegio. Éramos demasiado pequeños. Del mismo modo que tampoco entendimos la insistencia de la oruga que fumaba en pipa en ‘Alicia en el país de las maravillas’ en preguntarle a la pobre chica “¿Quién eres tú?” una y otra vez. Pero ahora sí lo entendemos. Vaya si lo entendemos. De pequeño, la identidad es algo que simplemente eres. De adolescente, es algo por lo que peleas. Y de adulto te pasarás el resto de tu vida protegiéndola.

Uno de los motivos por los que OT siempre funciona es porque, desde el punto de vista narrativo, es un programa sobre la búsqueda de identidad. Durante 15 semanas, cada concursante tiene que averiguar quién es, quién le gustaría ser, quién intentan los profesores que sea y en quién espera el público que se convierta. De la tensión entre esos cuatro enigmas surgen las mejores actuaciones del programa. En las galas 8 y 9 se separan definitivamente los concursantes que lo han entendido de los que no. Anoche, la gala 8 de OT 2023 dejó un quinteto finalista bastante claro: los que han encontrado su identidad y, por tanto, son reconocibles como producto pop y como concursantes de reality. Y por eso, aunque todas las actuaciones fueron bastante buenas, salieron nominados aquellos que todavía no sabrían qué responder a la oruga de Alicia.

Cris es un buen ejemplo de esto. Es la mejor voz masculina de la academia. Quizá la mejor voz a secas. Pero ha pasado desapercibido durante demasiado tiempo y anoche, para cuando hizo una de las mejores actuaciones de la edición (si no la mejor), ya era demasiado tarde: los ciclos de consumo van demasiado rápido y Cris no ha sabido transmitir quién es. La mayoría del público no sabría describirlo con otras palabras que “buen chaval” y no ha tenido ninguna narrativa dentro del reality, algo imprescindible para darle al público una razón para votar.

Su versión de ‘¿Y cómo es él?’ fue deslumbrante (sobre todo si no conoces la de Marc Anthony, que es exactamente igual) y Cris encontró la manera de darle un nuevo sentido a una canción muy manida. Una de las cosas más bonitas de ser español es el momento en el que alguien te cuenta que José Luis Perales no la compuso para una pareja sino para su hija, porque la siguiente vez que la escuchas te resultará inmensamente más triste. Como si fuera una canción distinta. Perales entiende que la vida consiste en caminar entre lo pequeño y costumbrista (“¿A qué dedica el tiempo libre?”) y lo desgarrado y melodramático (“¿Por qué ha robado un trozo de mi vida?”), entre lo público y lo privado, entre lo que dices y lo que sientes. Y también entiende que lo más bonito que puede decirte un padre no es “te quiero”, sino “llévate el paraguas por si llueve”.

Cris interiorizó todo esto, pero como buena diva hizo que la letra de la canción girase en torno a él: sabe que la catarsis es un concepto teatral, que es artificio, que sobre el escenario hay que emocionarse como una estrella y no como una persona normal. Llevaba un traje morado (que a Álex Márquez le habrían puesto sin nada debajo) en un look a medio camino entre Prince en su etapa ‘Sign o’ The Times’ y Chenoa en su etapa ‘Soy mujer’, y demostró que se puede quebrar la voz a pleno pulmón sin caer en trucos fáciles como hacen todos sus compañeros (excepto Naiara, Ruslana y Juanjo) y que dejarse desbordar emocionalmente por una canción no significa perder el control sobre ella.

Fue una actuación de finalista, pero llegó demasiado tarde. Al sentarse en el sofá, Chenoa le preguntó qué se llevaba profesionalmente del programa. “A los profesores, es un lujo”, respondió. Y ahí, justo ahí, en esa respuesta tan comprensible pero convencional, está el 2% que le faltó para salvarse anoche.

Resulta irónico que con la visita de Carlos Latre hubiera dos jurados de ‘Tu cara me suena’ para presenciar la actuación de Bea. Ella se equivocó al elegir una canción de Adele y Buika tenía toda la razón cuando le dijo que lo que hizo fue una imitación: Bea cayó en todos y cada uno de los manierismos vocales de Adele hasta rozar la parodia. Porque lo que conseguía David Bisbal (sonar exactamente igual que Luis Miguel, con cierto deje de Chiquito de la Calzada, y aun así resultar 100% original) no ocurre casi nunca.

La diferencia entre las actuaciones de Cris y Bea es que él contó una historia y ella recreó un estado de ánimo. Pero no hizo nada con él. Por desgracia, esto no es ‘Tu cara me suena’ porque si así fuese la habrían transformado en Adele con un vestidazo de lentejuelas, un maquillaje de travesti y un cardado hecho con el motor de un avión. A Bea la vistieron como a una persona que se odia a sí misma. Llevaba un traje de chaqueta (otra vez) color azul carpa de circo que no era oversize, es que le quedaba enorme. La chaqueta estaba sin planchar y estaba cerrada con un imperdible que se veía perfectamente, pero es que los pantalones parecían una túnica.

A estas alturas da la sensación de que la responsable de vestuario (conocida cariñosamente en Twitter como “Rosa de vestuario”, a pesar de que Rosa Planas lleva varias ediciones sin ejercer) quiere provocar al público. Que se está riendo de nosotros. Y, lo que es peor, que se está riendo de Bea. Viendo esos looks da la impresión de que la de vestuario es ese tipo de persona que utiliza muchos diminutivos cuando interactúa con chicas como Bea: “bracitos”, “pechito”, “anchita”. De esas que dice: “¡Pero si eres muy guapa de cara!”. Y ya el pelo lucía como si Bea ni siquiera hubiera pasado por peluquería. Además fue en detrimento de la actuación, porque le hacía sombra en la cara. ¿De qué sirve que Manu Guix la anime a dominar el escenario como “la Beyonsebe” si luego la visten como a un miembro de Café Quijano? ¿De qué sirve que Abril le diga que es un referente para las niñas como ella cuando no la visten como a una estrella?

Bea lleva varias galas cantando como pidiendo disculpas. Ella misma ha confesado en la academia que siente que ha perdido la ilusión. Y ese vestuario no la va a ayudar a sentirse mejor consigo misma. Realmente parece una persona distinta a la diva que cantó ‘Never Can Say Goodbye’ o ‘Unholy’. A Bea le ha caído la maldición de ser la concursante de la edición que va a peor porque se disuelve su esencia (como Eva en 2005 o Sabela en 2018), pero también es esa concursante a la que tienes ganas de ver resurgir. Es una pena que se haya ido Cris justo cuando estaba despegando, pero a cambio tendremos la oportunidad de ver a Bea remontar el vuelo.

Para cuando Chenoa dio paso a Juanjo, Manu Guix ya se había quitado la americana de pianista y se había sentado en la grada con una sudadera amarilla. Juanjo cantó ‘Miénteme’ (por desgracia, no era ninguna de las dos canciones tituladas ‘Miénteme’ de David Bisbal) en una escenografía que situaba una gasolinera en medio de una selva. Pero literalmente: había surtidores de gasolina y había árboles selváticos. Porque está claro que a estas alturas los escenógrafos operan bajo un constante “No hay huevos”. Los focos se movían mucho y el cuerpo de baile también, lo cual solo sirvió para evidenciar lo poco que se movía Juanjo. No logró deshacerse del todo del pudor que le daba fingir ser un tipo de artista que sencillamente no es. Él no tiene sentido del ritmo ni herramientas para echarle morro. Y no tiene por qué tenerlos. Su identidad como artista va por otro camino. Que le guste mucho bailar esa canción de fiesta no quiere decir que vaya a disfrutar interpretándola para millones de personas: es la eterna disputa entre lo que te gusta y lo que te queda bien. Pero el caso es que a Juanjo le tocó la “actuación experimento” de la noche, un riesgo que podría perfectamente haber sido su ‘Sax’. Excepto porque no hubo riesgo alguno: la propia Vicky le dijo que no le iba a poner “nada que no seas capaz de hacer”. ¿Y por qué no, si puede saberse? El resultado fue una actuación muy Santa Justa Klan que se hizo larga y monótona y cuyo dance break consistió en un total de ocho pasos. Juanjo cantó muy bien (como siempre) y sacó la lengua en plan travieso, pero parecía una hermana Pombo queriendo parecer loquita. Al terminar, Chenoa le dijo: “Lo has defendido muy bien”. Y ese verbo deja claro que si tienes que defender una canción es porque, en cierto modo, esa canción es un ataque.

La de anoche fue la gala con más detalles de guión sustanciosos: Chenoa saludando al jurado con una pregunta por fin interesante (“¿Creéis que los concursantes entienden vuestras valoraciones?”), dos vídeos-resumen largos en vez de uno corto o la visita al plató de Miki, una persona que es puro OT porque demostró que ponerle ganas a tu canción (y que las demás no le pongan ninguna a la suya) te puede llevar hasta Eurovisión. Es un acierto que el guion provoque que pasen cosas, porque cuando pasan cosas da lugar a que pasen aún más cosas: fue una gala llena de emociones en Noemí llorando después de ‘Escriurem’, Chenoa mencionando a Álex Casademunt o el vídeo de Miki llorando en su casa al enterarse que iban a cantar su canción (¿cómo es de distópico, por cierto, que como sociedad hayamos normalizado que la gente se grabe llorando?). Aun así, lo más bonito que ocurrió anoche fue la actuación de Chiara y Martin. Por muchos motivos.

Hace unos 20 años, Beth no podía hablar en catalán durante su llamada telefónica semanal con su madre. Como no existían las redes sociales no fue un escándalo, pero Josep Carod Rovira (Esquerra Republicana) lo tachó de “penoso e insólito”. Penoso sí, insólito no tanto: en aquella época solo se escuchaba un idioma en la tele española. Que anoche Chiara y Martin cantasen a dúo en catalán y euskera, por tanto, significa mucho y convierte OT una vez más en el mejor reflejo televisivo de los avances culturales en España. Que podrá sonar exagerado, pero no lo es.

Como la cosa iba de idiomas, la escenografía consistía en… letras. Una oportunidad perdida de poner una ikurriña y una senyera ondeando. Chiara y Martin cantaron la canción como dos amigos que se quieren mucho. Se miraban con tanta ternura que incluso cuando estaban en extremos opuestos del escenario parecían estar juntos. ‘Escriurem’ suena al folk rock setentero español pero ellos la cuquificaron: Martin alcanzó agudos preciosos y Chiara cantó más en cursiva que nunca. Anoche la Chiara artista estuvo a la altura de la Chiara persona. Es decir, que todo lo que sus fans aman de ella por los vídeos en la academia por fin apareció sobre el escenario del plató. Fue como si la canción no la cantase Chiara sino Kiki (perdón por la cursilada, pero si una actuación lo merece es esta) y así fue cómo, en la gala 8, Chiara se encontró a sí misma. Así fue cómo entendió el final del capítulo de Los Simpson. Fue una actuación clásica de OT. Fue todo lo que nos autoconvencimos que era ‘Tu canción’.

Lo único más irritante que la versión pachanguera de ‘La gata bajo la lluvia’ que le pusieron a Naiara es la insistencia de los profesores en que eso es “modernizarla”. La versión original es un chotis pop (así la definía su autor) que empieza con un organillo a manivela. ¡Un organillo a manivela! ¿Y realmente se atreven a decir que meterle una base genérica de Vale Music es modernizarla? Por otra parte, es exactamente la misma fórmula que le dieron a Naiara con ‘Tómame o déjame’: un clásico del cancionero español en clave de medio tiempo pop.

Ella empezó la actuación subida sobre una montaña de paraguas. Llevaba un vestido de noche hasta los pies y, aun así, una transparencia se aseguraba de que una semana más estuviesen a punto de vérsele las bragas. Iba mejor maquillada que nunca y el pelo tenía un efecto mojado muy Carmen Farala y muy Ruth Lorenzo. Esta última fue una clara referencia para Naiara: interpretó solo para lucir su chorro de voz. Tras el primer estribillo, Naiara se abrió camino entre los paraguas como una versión yasssificada de Moisés en el Mar Rojo y descubrimos que debajo de los paraguas estaban los bailarines escondidos de la cámara (Pol Soto debió de odiar cada minuto). La base iba tan rápido que no daba tiempo a que la letra se registrase en la cara de Naiara, que parecía estar persiguiendo la canción en vez de cantándola. Y ojalá la hubiera perseguido, pero montada en su audi con el logo de corazones. Ojalá la hubiera cantado como una chica cuyo exnovio se tatuó “Naiara” en la nuca y ahora se está dejando crecer un mullet para taparlo. Ella podría haber sido, más que gata, una pantera bajo la lluvia. Es la mejor artista de la edición, ¿por qué convertirla en Ruth Lorenzo?

‘La gata bajo la lluvia’ es una canción muy camp que Naiara interpretó al pie de la letra dejando escapar todo el potencial hortera que tenía la actuación. Por tanto lo decepcionante no es tanto la actuación en sí como todo lo que podría haber sido. Habría sido mucho más excitante, por ejemplo, darle a Naiara ‘miamor’ y a Ruslana ‘La gata bajo la lluvia’.

Ruslana dijo en su vídeo de presentación, hace lo que se siente como seis años, que no quería ser “la nueva Aitana”. “Quiero ser Ruslana”, añadió. Porque ella entró al programa no sabiendo del todo quién era, pero sí quién no era. Y si dijo eso en el vídeo fue porque la redactora le mencionó a Aitana explícitamente. Darle ‘miamor’ cuando ya ha hecho ‘SloMo’ denota falta de imaginación. Y resulta que la chica ha salido respondona. Sus protestas ante las indicaciones contradictorias de los profesores han sido la gran trama de la semana en la academia y en las redes sociales: Abril le pidió inocencia mientras Vicky le añadía el paso de Aitana que indignó a tantos padres este verano y que solo puede definirse como “matar hormigas con el coño”. En Twitter alguien compartió una teoría interesante: que para Abril, una mujer de 40 años, ver a una niña iniciarse en su sexualidad le transmite inocencia, pero que cuando eres la niña no tiene nada de inocente porque cualquier mínima cosa que hagas te parece súper erótica.

En cualquier caso, Ruslana se ha dado cuenta de que la están moldeando para ser un tipo de estrella del pop que no quiere ser, básicamente, porque esa estrella del pop ya existe. Y ella se está rebelando. De esa tirantez podría surgir algo muy potente. Puestos a copiar, ¿por qué no lanzar a Ruslana como la Olivia Rodrigo española?

En sus memorias, Britney Spears explica por qué parecía tan ausente en sus actuaciones en Las Vegas. “Contenerme en el escenario era mi manera de rebelarme, aunque yo fuera la única que lo supiera. Bailaba los pasos, pero no le ponía aquel fuego que tenía antes. Disminuir la energía sobre el escenario fue mi propia versión de ralentizar la producción de una fábrica. Pensé: ‘De acuerdo, lo haré, pero no pienso ponerle ganas’. Me convertí en un robot. Pero no en un robot cualquiera, sino en una especie de niña robot”. Pues, de manera inconsciente, quizá eso es algo parecido a lo que le ocurrió a Ruslana anoche: todo estaba ahí, los pasos estaban, la actitud estaba, la voz estaba. Pero con una ejecución mecánica. Ya no controlaba la caída de su pelo ante cada golpe de cabeza, ya no impedía que los bailarines la eclipsasen (a menudo incluso la tapaban en el plano). Y claro, cuando una chica de 18 años se espatarra con la pierna subida a una barra pero su mirada está ausente el efecto en el espectador es perturbador: están intentado que sienta algo que debería ser ilegal y encima ni siquiera lo están consiguiendo.

Por suerte, a continuación le tocaba a Lucas.

Parafraseando a Buika: “Lucas… Lucas… Lucas, Lucas, Lucas Lucas Lucas Lucaslucaslucas. Ay, qué ganitas tengo de todo en esta vida. Si tú me dices ven te ofrezco todo lo mío”. Poco más que añadir. Pero allá vamos.

¿Puede un peinado llevarte a la final? Según Tessa sí. Cuando les hicieron la prueba a todas las chicas de OT2 para cantar con Kenny G (en 2002 eso era importante) y eligieron a Beth, Tessa le dijo: “Espero que no pienses que te han cogido solo por tu look de rastas. A lo que Beth le vino a responder: “Pues no lo pensaba hasta ahora”.

La evolución de Lucas es la más estimulante de la edición: pasó de ser un cursilón blandito que se comportaba como si tener novia fuese una personalidad a follarse un pie de micro en la televisión nacional. Lucas pone el “guay” en uruguayo. Da gusto verle. La realización resultó innecesariamente esquizofrénica, cortando los planos cada cuatro segundos, pero ninguna realización torpe podría hundir una actuación que solo puede definirse como “servir polla”. Lucas se dedicó a disfrutarla. Estuvo vacilón (se quedó a un pelo de hacer air guitar) y sabía en todo momento dónde estaba todo: las cámaras, los músicos, el público. Y sobre todo sabía dónde estaba tu imaginación. Lucas, anoche, entendió quién es. Y tras unos años duros para la normatividad, consiguió volver a darle sentido a la heterosexualidad.

La “jueza invitada” fue Emilia. Emilia es como si hiciesen una Bratz de Cris Regatero. (Y si te acordaste de Emilia, la sueca que cantaba ‘Big Big World’ que sepas que eres un fósil). No hay comillas suficientes para las palabras “jueza” e “invitada”. Vamos a ver. Emilia fue a actuar. Que muy bien, ella lo dio todo con un micrófono que sostenía como si no hubiese visto un micrófono en toda su vida y que apenas usó en tres frases pero da igual porque en toda la historia de la humanidad nunca ha importado menos cantar (y no es pollaviejismo, es un hecho). Además, su actuación se convirtió en un ejercicio metatelevisivo apasionante cuando apareció en el escenario un jurado que al principio estaba muy serio y luego acababa bailando. Estupendo, Emilia. Pero es que para cuando empezaron las valoraciones la tía ya estaba en el aeropuerto del Prat. Literalmente nunca regresó a su silla después de la actuación. La Emilia sueca que cantaba ‘Big Big World’ jamás habría hecho eso. ¿Qué clase de jueza invitada es esa? Eso es una artista invitada que está de promoción. Son cosas distintas. Pero aparentemente no en esta edición. Por suerte, la semana que viene Bad Gyal repartirá opiniones inteligentes a tope para compensar.

Mientras Emilia embarcaba, Masi irrumpió en el escenario como el demonio de Tasmania. Porque no puedes escribir “demasiado” sin “masi”. Ella es una mujer que cogió aire el 20 de noviembre y todavía no lo ha soltado. El verdadero triunfo de este Operación Triunfo es que no se haya desmayado. Lo cierto es que a estas alturas es su seña de identidad, porque si Chenoa es el corazón de esta edición, Masi y Cris Regatero son sus dos faros de luz. La semana pasada señalé que Chenoa siempre se aparta mientras Masi suelta lo del nómada favorito de ING y me atreví a especular con que se trate de una cuestión contractual. Pues bien. Anoche Chenoa no es que se apartase, es que se cogió un taxi a Sabadell. No se limitó a salir del plano: le dijo “Te dejo todo el chiringuito para ti” y salió del plató. Porque no hay nadie más chula que Chenoa.

Los favoritos fueron Ruslana, Álvaro y Lucas. Ganó este último con un 32%. Pablo Rouss habló por primera vez a las 23:35 de la noche (no es una exageración), lo cual no es una crítica sino admiración: nadie en la tele española gana más dinero por palabra que Pablo Rouss. Pablo le dijo a Juanjo: “El tema era muy complicado, lo sabemos los tres”. Los tres, no los cuatro, porque a esas alturas no merecía la pena fingir que Emilia sabía lo que es OT. ‘Miénteme’ no es un tema complicado (ni que fuera el de Bisbal y Elena Gadel), pero la actitud de Juanjo ha hecho que pareciese difícil. De hecho, cuando Pablo le dijo a Ruslana que “la canción te ha superado un poquito” le estaba dando los mismo argumentos con los que habrían podido nominar a Juanjo. Pero a Ruslana la nominación le daba relato, protagonismo y conversación social.

Los nominados son Paul y Álvaro. Ellos son dos de los concursantes que mejor caen, pero también dos de los que menos han encontrado su identidad. Paul nunca ha cristalizado la promesa que se vio en la gala 0 (donde hizo la mejor actuación con diferencia) y Álvaro no ha llegado a estar a la altura de lo que él pretende conseguir con mucho entusiasmo. Pero el entusiasmo se premia en OT. Y si no que se lo digan a Miki.

Galas Anteriores:
Crónica de la Gala 7 de Operación Triunfo: Poligoneo de lujo
Crónica de la Gala 6 de Operación Triunfo: La zona de confort
Crónica de la Gala 5 de Operación Triunfo: Apriétame más fuerte
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Publicado por
Juan Sanguino