Tras la desastrosa tercera temporada, ‘True Detective’ necesitaba un cambio de rumbo. HBO prescindió de su equipo artístico, con el creador Nic Pizzolatto a la cabeza (quien quedó muy retratado tras la marcha del director de la primera temporada, Cary Joji Fukunaga, y que no ha parado de criticar esta cuarta en redes), y lo apostó todo a una directora y guionista, la mexicana Issa López, conocida internacionalmente por la cinta de terror ‘Vuelven’ (2017). Un arriesgado golpe de timón que ha funcionado en datos de audiencia (es la más vista de la franquicia), pero no desde un punto de vista creativo (el último episodio ha batido el record de valoraciones negativas de la serie en IMDB).
Lo mejor de ‘True Detective: Noche polar’
1. Las nuevas “true detectives”. Una mujer mayor, blanca, cínica y desencantada, interpretada por una actriz de renombre (Jodie Foster), y una treintañera, indígena de Alaska (inuit), violenta, desarraigada y con sensibilidad espiritual, encarnada por la ex campeona del mundo de boxeo Kali Reis. Dos detectives antagónicas unidas por un turbulento pasado común y un saco de traumas a sus espaldas. Una combinación que funciona bastante bien: son personajes complejos, atractivos y están bien definidos.
2. La “noche polar”. La trama está situada en un pueblo de la región ártica de Alaska durante los últimos días del año, en plena noche polar. Un escenario que no puede ser más evocador y sugerente: una base científica aislada (Tsalal, como la isla de ‘El relato de Arthur Gordon Pym’, de Poe) y unos hechos sobrenaturales que recuerdan a ‘La cosa’ (1982), conflictos raciales y sociales generados por la explotación de una mina, horror folk asociado a la comunidad inuit y un pueblo claustrofóbico, con una tensión latente, acentuada por la noche helada y perpetua.
Lo peor de ‘True Detective: Noche polar’
1. La saturación de temas y subtramas. Esta cuarta temporada es la más corta de la saga, solo seis episodios; pero, paradójicamente, es la más hipertrofiada de conflictos dramáticos: personales, familiares, conyugales, políticos, sociales, ecológicos, psicológicos, espirituales, identitarios, policiales… Una sobrecarga de dramas que caen sobre la sugestiva intriga principal como una avalancha de nieve: la aplasta y la desdibuja.
2. Mucho susto y poco suspense. Lo paranormal, lo sobrenatural, está muy presente en toda la serie. Pero de la peor manera: jump scares más facilones que decir a un bebé “cucu”, apariciones fantasmales menos imaginativas que utilizar el ‘Bury a Friend‘ de Billie Eilish en la introducción (en general, el uso de las canciones es muy convencional) y una visión de lo espiritual, de lo ancestral, más cursi que abrazar un árbol. Está más cerca de un episodio malo de ‘Expediente X’ que de la primera temporada de la serie.
3. El final, decepcionante y sobreexplicado. No voy a hacer espóiler. Solo decir que las expectativas generadas al principio de la serie se derriten como la escultura de cuerpos congelados -muy lovecraftiana- que aparece en los primeros episodios. Una resolución torpe e insatisfactoria que hace albergar pocas esperanzas para la quinta temporada, ya confirmada, a cargo nuevamente de Issa López.