Música

Cuando tus fans se convierten en tu peor pesadilla

“Me siento como un mono de feria” es una declaración expresada no hace mucho por Ethel Cain en una entrevista. Ethel Cain está hablando de la relación tóxica que algunos de sus fans mantienen con ella en redes sociales pero también en los conciertos, donde algún fan le ha podido gritar algo sin venir a cuento. El artículo de The Guardian menciona que algunos fans de Ethel imaginan una amistad con ella e incluso exigen acceso privilegiado a miembros de su familia. Ethel, además, critica que su predilección por compartir memes y bromas en X haya ocasionado que muchos de sus fans no se tomen en serio su música. Al final, la autora de ‘Preacher’s Daughter’ ha cortado por lo sano borrando su cuenta de esta red social.

Las palabras de Ethel Cain recuerdan ligeramente a unas que expresó hace años Katy Perry en las que la autora de ‘Prism‘ describía su relación con la fama. Katy comparaba la fama con la idea de intentar escapar de un coche ardiendo mientras el resto del mundo observa.

Por supuesto, Ethel Cain se está refiriendo a algo que en términos psicológicos se llama relación parasocial y que, en el mundo del fandom musical, aunque también en otros ámbitos tan forofos como el deportivo, se da en casos realmente extremos. La música es tremendamente identitaria y, por lo tanto, los fans proyectan en los artistas sus deseos y anhelos. El problema viene cuando intoxican al propia artista. Algo que, en el mundo hiperdigitalizado de hoy, es prácticamente inevitable.

Lo sabe Mitski, que ha lamentado en varias entrevistas la manera en que se ha convertido en un “objeto” de consumo para sus seguidores. El motivo principal es la vulnerabilidad de sus letras, con las cuales sus fans se identifican de manera profunda. Pero a Mitski le gustaría que se la valorara más allá de la angustia que expresa en sus textos. “Me gustaría no tener que hacerme la triste todo el rato para que se me valore” han sido sus palabras.

Cuando Mitski ha pedido a sus fans que dejen de grabar sus conciertos con el móvil porque eso le hace sentirse desconectada de su público, algunos han apelado a su salud mental para justificarse. Su “depresión” o su “trastorno de déficit de atención” les lleva a grabar los shows para rememorarlos después. El alud de críticas a esta solicitud de Mitski llevó a la artista a borrar el tuit. O, mejor dicho, a su equipo, porque ella conscientemente -para proteger su salud mental- no usa redes sociales.

Es una decisión que han tomado bastantes artistas en los últimos tiempos. Ed Sheeran borró su Twitter cuando Twitter de hecho se llamaba así, en 2017, porque en esta red social “solo hay gente diciendo cosas hirientes”. Estaba harto de los “abusones”. Doja Cat acaba de hacer exactamente lo mismo y por los mismos motivos. “Me habláis y tratáis de una manera que hace que me vengan a la mente pensamientos muy jodidos”, ha expresado la rapera, que ha pedido “cuidado” con “la manera en que habláis a las personas en internet”. Doja nunca ha mantenido una relación demasiado positiva con sus seguidores, pero tampoco nunca ha llegado al extremo de abandonar una red social, en este caso, Instagram, donde hasta ese momento ha sido una artista bastante activa compartiendo stories o directos.

El fenómeno fan invita a la histeria -como sabe esa fan de Taylor Swift que se grabó a sí misma sollozando mientras Taylor cantaba ‘Exile’ en concierto- desde los tiempos de las fans de Take That y mucho antes, desde los tiempos de los Beatles. Sin embargo, las redes sociales y el anonimato que permiten llevan a ciertos ultras a cruzar líneas. Y no solo les sucede a las pop stars. Big Thief se vieron obligados a publicar un comunicado defendiendo la versión grabada de su canción ‘Vampire Empire’ de los fans que les hostigaban en redes decepcionados porque la canción no sonaba como el directo. La llamada “maquetitis” afecta a los fans tanto como a los artistas, pero Big Thief se estaban refiriendo a ese sentimiento de “autoridad” con el que algunos de sus seguidores valoran su trabajo. En inglés, “entitlement”, o ese supuesto “derecho” privilegiado que se atribuyen los fans para criticar algo por ser fans. Y esa crítica pasa por supuesto por transmitírsela al propio grupo con la certeza de que el grupo no solo va a leer la crítica, sino que va a reconocerla y asimilarla. Cuando lo parasocial te invita a fantasear con ejercer una influencia sobre tu banda favorita.

Esa fantasía de “autoridad” se ha dado en tantos casos que no son pocos los “comunicados” que los artistas han tenido que publicar pidiendo a sus fans calma y respeto hacia su persona y hacia el resto de seguidores. Recientemente, Ariana Grande ha lanzado su disco de post-divorcio, ‘eternal sunshine’, y algunos de sus fans han salido en masa a asediar en redes sociales principalmente al exmarido de Ariana, Dalton Gomez. Ariana ha tenido que pedir a sus fans que dejen de enviar “mensajes de odio” a las personas de las que supuestamente habla en su disco: “Si creéis que me estáis apoyando, es todo lo contrario”, ha sentenciado.

En casos raros han sido los propios artistas quienes, borrachos de poder, o de todo el poder que te otorga ser una celebridad en internet, han agitado el gallinero alentando a sus fans a acosar a haters o incluso a periodistas en redes sociales, como ha hecho Nicki Minaj en el pasado, aunque después ha reculado. Incluso las “guerras entre fans”, en inglés conocidas con el término de “stan wars”, son habituales en el mundo del k-pop, donde los exabruptos racistas campan a sus anchas.

Sin embargo, es bastante más habitual que estas relaciones parasociales, cuando se salen de madre, provoquen una reacción negativa de los propios artistas. A Charli XCX le han afectado las críticas de sus fans hasta el punto de convencerse a sí misma de que “soy incapaz de hacer las cosas bien”, y así se lo ha hecho saber. Cuando una gran parte de tu fandom existe en el ámbito de lo virtual, en internet, los artistas pueden tomarse demasiado en serio la opinión de sus fans, olvidando, quizá, que la mayor parte de su público no está en internet o tiene cosas mejores que hacer que buscarle pegas a un setlist -como le ha pasado a Charli- porque no encuentra en él la canción que le gusta.

Es curioso que este sentimiento de «autoridad» en el mundo del pop parece darse sobre todo hacia cantantes femeninas, pero no hay que olvidar que en el ámbito futbolero suceden exactamente los mismos comportamientos dirigidos a figuras masculinas. Iconos del pop también son Messi y Ronaldo y sus fans les someten a los mismos abusos.

Cuando los mundos del pop y del fútbol se cruzan -como ha pasado con Shakira y Gerard Piqué- los debates pueden salir de las paredes de lo virtual y asomar en el mundo real invitando a la reflexión sobre asuntos que nos conciernen a todos, como el machismo, la misoginia o las relaciones de poder. Se da una pequeña utopía donde la identificación con las celebridades invita al debate y, en el mejor de los casos, al entendimiento. En el peor, por supuesto, a los ataques personales facilitados por el anonimato. Es ese anonimato el que lleva a algunos fans ultra a expresar mensajes abusivos a unos artistas que, como ha declarado Mitski, a ojos de esos fans, dejan de ser «humanos» y pasan a ser meros objetos.

Luego está el caso de Taylor Swift, la cantante más famosa del mundo. Cuando alguien dice que no entiende «tanto revuelo» por Taylor Swift, está siendo obtuso de manera deliberada. La popularidad de Taylor Swift se debe en gran parte a su relación con sus fans, a la manera en que ella involucra a sus fans en su carrera.

Desde colocar «Huevos de Pascua» en sus vídeos hasta atiborrarles de contenido musical, Taylor ha creado una mitología en torno a su carrera en la que los fans participan de manera incansable y activa. Y Swift, al contrario que otros artistas, está perfectamente cómoda con la enorme popularidad que su cercana relación con sus fans le ha traído. Aunque sea una cercanía ilusoria, que, por supuesto, lo es. Ahí, la relación parasocial pasa a ser doblemente beneficiosa, pues es Taylor la que saca provecho principalmente de esa cercanía ficticia, de la que sus fans por supuesto son conscientes. Se dice que el fandom de Taylor Swift es lo peor, pero estoy seguro de que Ethel Cain o Charli XCX no opinan lo mismo.

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Publicado por
Jordi Bardají