Después de 2 discos de éxito, los artistas suelen intentar reinventarse, ofrecer una nueva faz, para no caer en la autocomplacencia y mostrar al mundo que su potencial no tiene fondo. Radiohead, Arcade Fire o Madonna lo hicieron muy bien, sentando las bases de los estadios que llenarían de por vida (al menos de momento). La gran revolución en el tercer disco de Billie Eilish no es musical, aunque algo de eso hay. Consiste más que nada en ser ella misma. Por ejemplo, en hablar de su sexualidad como, según sus propias palabras, jamás habría imaginado.
La revelación sobre la sexualidad de Billie Eilish no se ha diseñado en el departamento de márketing de una major. Hemos asistido a ella poco a poco. La cantante no había cumplido los 16 cuando publicó el EP ‘Don’t Smile at Me‘. Al publicar su segundo disco tras el éxito de ‘When We All Fall Asleep, Where Do We Go?‘, lo promocionó con unas fotos en las que se sexualizaba por primera vez, no a modo de provocación, sino como vía de expresión propia. Y este tercer álbum ‘HIT ME HARD AND SOFT’ viene marcado por las declaraciones en que reconoce que le gustan las chicas. Tanto es así, que la canción explícita sobre este tema, ‘LUNCH’, se considera el single principal del álbum.
Eilish ha dicho sobre ella en Variety: «Esta canción en parte me ayudó a ser quién soy, a ser real. La empecé a escribir incluso antes de hacer nada con una chica, y el resto después. Me he enamorado de chicas durante toda mi vida, pero no lo entendía muy bien hasta que el año pasado me di cuenta de que quería una vagina en mi cara. Nunca había planeado hablar de mi sexualidad. En la vida, ni en un millón de años».
Como experimentando improvisadamente también, ‘LUNCH’ fluctúa entre el funk y el punk suave. Si Pet Shop Boys necesitaran «un ‘Billie Jean’» por parte de Billie Eilish, y no les hubiera valido con ‘bad guy’, este podría serlo también. Escuchamos jadeos como muestra de esa sensualidad, mientras la artista canta de manera explícita sobre «comerse a una chica», ofreciéndose ella misma de asiento. «¿Necesitas una silla? Me ofrezco voluntaria (…) Ella es los faros, y yo el ciervo», añade, y por si queda alguna duda: «lo he dicho antes, y volveré a decirlo, me interesa y es más que como amiga».
Ese pasar de no plantearse hablar de sexo a hacerlo con todas sus consecuencias, incluida la posible alienación de fans (que se lo digan a Pablo Alborán), se corresponde con la honestidad brutal de las letras del disco. En ellas habla de autoestima, de la fama, de amor edificante, de triángulos amorosos y posiblemente de su ruptura con Jesse Rutherford. Los textos de Billie Eilish no encierran secretos; al contrario, son un libro abierto, y por eso ‘HIT ME HARD AND SOFT’ se abre con un tema bellísimo llamado ‘SKINNY’, en el que habla sobre cuánto le gusta a la gente opinar sobre su cuerpo. «La gente dice que parezco feliz, solo porque he adelgazado / Pero mi vieja yo todavía soy yo y quizá sea mi verdadero yo / Y creo que es guapa». «Todavía lloro, y ya sabéis por qué», repite antes de entregarse a las cuerdas al final, impropias de aquella cosa llamada bedroom pop.
‘BIRDS OF A FEATHER‘ se revela como la canción de amor perfecta, tan pura que no es de extrañar que se vaya a asociar a la tercera temporada de ‘Heartstopper‘. Representa la promesa de amor adolescente «quiero que te quedes hasta que me vaya a la tumba», «si te vas, yo me iré también» e incluso «te conocí en otra vida (…) te quiero, no te sorprendas». Melódicamente, e inmersa en cierto aroma ochentero, es la producción más luminosa que jamás hayan entregado Billie Eilish y su hermano FINNEAS. No hay que olvidar lo sombría que les quedó ‘i love you’ incluso hablando de su relación fraternal.
Las canciones de amor del resto del disco presentan mayores decepciones y giros. ‘WILDFLOWER’ es de las que escenifican un triángulo amoroso y ‘THE GREATEST’ es una canción de corte irónico, que pasa de reclamar atención a susurros («solo quería pasión por tu parte / solo quería lo mismo que yo te daba») a hacerlo a gritos en su final más progresivo.
Y ese es uno de los grandes hallazgos de ‘HIT ME HARD AND SOFT’. En apariencia estamos ante un disco de estilo indefinido, casi inconexo, capaz de pasar de lo acústico a lo ravero en tan sólo un cambio de pista, o incluso dentro de la misma. Parecen los golpes «fuertes» y «suaves» mencionados en el mismo título del disco. O mejor: los estilos del álbum fluyen como la propia sexualidad de Billie Eilish. El recurso de la canción dividida en partes se lleva explotando una década desde la publicación del alocado ‘Yeezus’, un álbum esencial para entender toda la carrera de esta artista, pues de él parecieron emerger muchos de sus primeros beats. La novedad es que aquí esos cambios tienen un poderoso carácter narrativo. Contribuyen a una aproximación teatral.
‘CHIHIRO’, que se debe al amor de la artista hacia Miyazaki, también podría llamarse Lindstrøm por el «viaje» de cosmic disco hacia el que va despegando. ‘L’AMOUR DE MA VIE’ no es la canción cuqui afrancesada que aparenta, sino que su melodía jazzie se va envenenando de pop electrónico porque nos está hablando de un sujeto que no es lo que parece. «Te mentí, te dije que eras el amor de mi vida», dice en la primera parte. Y en la segunda, cuando cambia de tercio, lanza mierda hacia otro lado: «Eras tan mediocre, que las dos nos alegramos de que se haya acabado», espeta poniéndose del lado de la otra, en contra del chico que las compartió.
‘THE DINER’, la canción que líricamente más se sale de la tónica general del álbum, pues se pone en la posición de un «stalker» de Billie, reflexionando sobre los límites de lo aceptable en el mundo de la fama, también tiene su teatralidad cuando en la outro se da el número de teléfono al que apela la letra. No era un reggae random después de todo: hay cierta comicidad y aceptación de lo absurdo de la realidad, en su desarrollo.
Si a alguien le surge la duda de que ‘HIT ME HARD AND SOFT’ pueda ser un disco poco cohesivo, demasiado indeciso entre estilos (no, esto no es ‘OK COMPUTER’, tampoco), Billie Eilish ha ideado un simpático hilo narrativo que conecta unas canciones con otras, especialmente hacia el final de la secuencia. ‘BITTERSUITE’ es efectivamente una «suite» que conecta con el reggae de ‘THE DINER’ y líricamente con ‘L’AMOUR DE MA VIE’. Termina en una outro instrumental que adelanta la melodía principal del tema final ‘BLUE’, el cual a su vez incorpora guiños líricos a casi todas las canciones del álbum, de ‘BIRDS OF A FEATHER’ a ‘WILDFLOWER’ pasando por ‘THE GREATEST’.
Y lo bueno es que ‘BLUE’ no es el típico reprise-rompecabezas. En su propio giro se convierte en una justificación de un ex, por haber tenido una infancia dura. Si el estribillo dice «no te culpo, pero no puedo cambiarte»; cuando la melodía cambia, reduciéndose al mínimo como solo Billie Eilish sabe, explica: «naciste intentando alcanzar las manos de tu madre / fuiste víctima de los planes de tu padre para gobernar el mundo / demasiado asustado para salir al exterior / con paranoias y petrificado por todo lo que habías escuchado».
Su carácter «meta» desemboca en un último susurro en el que Billie dice «¿pero cuándo puedo escuchar el siguiente?», reflexionando sobre la durabilidad de la música de 2024 y abriendo la veda a la teoría de que esta es la primera parte de un disco doble que se completaría el año que viene. Quizá hemos estado leyendo demasiado sobre Taylor Swift. De momento ‘HIT ME HARD AND SOFT’ es un álbum independiente, de variedad justificada, rico, profundo a la vez que ligero, al tiempo que comprensible por cualquiera, de la adolescencia a la vejez, que haya recibido tantos golpes… que haya terminado dando algunos a su vez.