Sevdaliza se merienda el Sónar y no deja migas

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Sevdaliza se merienda el Sónar y no deja migas

La primera jornada de Sónar suele ser de reencuentro, de precalentamiento, de constatar que todo sigue en su sitio, y de prepararse para la intensidad que se avecina en los días siguientes. El jueves solo hay Sónar de Día y el metro se llena de madrugadores antes de la medianoche. Aunque la sensación de esta primera jornada es diferente a la del año pasado y la razón es meteorológica. En 2023 el sol abrasaba el SónarVillage. Este año, refresca enseguida: los días previos de lluvia en Barcelona han logrado que el calor afloje.

Que el Sónar es nido de grandes promesas del pop lo sabemos especialmente desde que Rosalía presentó por primera vez ‘El mal querer’ en el festival. A pablopablo -que casualmente ha trabajado con C. Tangana- le debería correr una suerte parecida. Él es un cantautor del siglo XXI, clásico y vanguardista al mismo tiempo. Toca el piano sobre el escenario y le acompaña un saxofón, pero los teclados y el efecto de vocoder de su voz llenan el SónarHall de punta a punta. Algo tímido, pablopablo presenta canciones nuevas y sorprende tocando una ranchera. En su estilo, además, tiene una de esas voces que encandilan.

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Leaf Hopper

Hablando de promesas, Judeline está cada vez más arriba y su disco es uno de los más esperados en el pop nacional de este año. Lara Blanco, que viene de telonear a J Balvin por Europa, presenta un show con decorado, compuesto por una escalera y una puerta que da al cielo. De hecho, el SónarPark está a rebosar. Tanto que a Judeline se la aprecia cohibida en el escenario y no termina de defender las canciones como merecen. Suena suculenta ‘la pestaña que soplé’, en un estilo de R&B, aunque al final ‘Zahara’ es la canción coreada. El deep-house con canto de sirena de ‘Mangata’, último single, cobra vida en directo sumándose a ella su grupo de bailarinas. Y le cabe su versión de ‘La tortura’ de Shakira en clave onírica.

Judeline cuenta que de joven soñaba con tocar en el Sónar mirando “aburrida en su casa” vídeos del festival. Ahora es a ella a quien graban subida al escenario y seguro que, con el tiempo, a cada nuevo vídeo se la verá más cómoda. En su despedida, Judeline pide “Palestina libre” y el público se deshace en aplausos.

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Mientras en el Village Toya Delazy monta la fiesta carioca de tus sueños, en SónarPark Sevdaliza se merienda el escenario y no deja una miga. Ella está encantada de volver a tocar en Barcelona pero, sobre todo, tiene una interesante historia que contar. “Llevo catorce años en la música y los últimos cuatro años han sido los más difíciles, porque lo he perdido todo y, además, he sido madre”, explica a la audiencia. De esta circunstancia, dice, nació ‘Ride or Die’, que, en los últimos meses, se ha convertido en el mayor éxito de su carrera, colándose en el chart global de Spotify. Aunque ni Tokischa ni Villano Antillano están en el escenario para cantarla con ella, no las necesita para que la gente la coree.

Aunque en el contexto del Sónar, donde presenta un show tirando a oscurantista, no da pie -en principio- a que surjan memes como aquel que se viralizó de Sevdaliza bailando una curiosa coreografía en el Primavera, solo ver a la artista menear la melena sobre el escenario es suficiente para quedarse atrapado con su fuerza escénica. Sus intensas melodías y producciones, como la de ‘Oh My God’ o esa ‘Alibi’ que no se podrá escuchar oficialmente hasta dentro de unos días, llenan también el concierto, que poco a poco va poniendo peso en el lado del house y la rave. En ese sentido, habría sido agradecido encontrarse con Sevdaliza un poco más tarde: la música dice 1 o 2 de la mañana, pero el reloj todavía no ha dado las ocho.

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Nerea Coll

Esto lo digo porque no sé lo que me espera en el show que ha preparado Aïsha Devi en el Complex, es decir, el auditorio -cerrado- del Sónar. Frente a un decorado compuesto por una tela gigante hecha de trapos cosidos y presidido por dos banderas negras, Aïsha Devi descarga una auténtica tormenta digital con la que es prácticamente imposible dejar de moverse en el asiento. Ella dice que siente nuestra energía aunque estemos sentados, pero realmente la butaca se convierte en una cárcel ante tremendo bombardeo sónico. A veces los ritmos son resbaladizos y abstractos, pero los ocasionales hostiazos electrónicos te despiertan del letargo. Son vigas de acero sónicas que caen sobre tu cabeza dejándote completamente noqueado. Esto cuando la música no asemeja una batalla campal librándose en el espacio exterior. El show se llama ‘Les immortelles’ y queda claro que los inmortales son ellos.

No puede entrar mejor después de tanta tralla el breakbeat acuático de Yunè Pinku. Cuando ya atardece en SónarVillage, sus ensoñadoras producciones son un bálsamo. Una pena que Yunè Pinku empiece su set con diez minutos de retraso, lo cual inevitablemente termina acortando su duración. Aunque el público está tan animado ya que seguramente no le importe lo más mínimo. Cuando Folamour -el plato gordo del jueves- aparece en el escenario y convierte la carpa en una fiesta disco con todas las de la ley, queda claro que nada ni nadie va a impedir que la fiesta continúe y sobre todo que siga bien arriba. Por cierto, qué gusto ver a un DJ sonreír de felicidad mientras pincha porque sabe que está dando al público lo que quiere. Cómo se nota que el Sónar ha empezado.

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