La cosa prometía. Seis años y un puñado de Oscars después, Alfonso Cuarón regresaba a la dirección. Cate Blanchett como protagonista y productora encabezando un reparto bastante atractivo (veteranos como Kevin Kline o Lesley Manville, estrellas emergentes como Kodi Smit-McPhee o Leila George, el cómico Sacha Baron Cohen); un guion que adaptaba un domestic noir, ‘Observada’ (Salamandra, 2015), que había tenido bastante repercusión; un equipo artístico con nombres como el gran Emmanuel Lubezki (tres Oscars como director de fotografía) o el músico Finneas O’Connell… ¿Qué podía salir mal?
‘Disclaimer’ (AppleTV) empieza muy bien. En los dos primeros episodios se ven reflejadas todas las virtudes que se podían esperar leyendo el párrafo anterior: un tratamiento fotográfico de gran expresividad, proporcionando muchas claves dramáticas en cada línea narrativa a través de la luz; una banda sonora, tensa y contenida, que acompaña muy bien a las imágenes; una historia narrada desde varios puntos de vista, llena de misterio, secretos ocultos y traumas familiares, que promete dar mucho juego; una puesta en escena elegantísima, con refinados planos secuencia marca de la casa; y una Cate Blanchett estupenda, manteniendo un equilibrio perfecto entre lo enigmático y lo melodramático de su personaje.
Sin embargo, a partir del tercer episodio empiezan a aparecer señales preocupantes de que esto no va a ser lo que parece (y no me refiero a la trama, por desgracia). La primera es que enseguida se hace evidente cuál es el truco de guion. Es demasiado obvio, pensará cualquier espectador que haya visto más de dos películas en su vida. No creo que la serie lo apueste todo a esa “revelación”, no creo que todo se reduzca a eso. Pues sí. Siete episodios después te cuentan lo que ya todo el mundo ha intuido –a través de una peculiar textura fotográfica, el uso del fundido iris shot, los planos de los personajes leyendo el libro- tras ver los dos primeros capítulos.
Segunda señal preocupante. La serie está narrada por medio de una voz en off bastante redundante e intrusiva, que cambia de punto de vista (primera, segunda o tercera persona) según el personaje. Esto al principio es desconcertante, pero también intrigante. Alguna intención dramática debe haber detrás, piensa el espectador que esté viendo la serie con un mínimo (muy mínimo) de atención. Pues tampoco. Es así. Es como tener a una señora contándote al oído lo que ya estamos viendo. Gracias, no hace falta, muy amable, se puede ir.
Y hablando de actores… Tercera señal. Cate Blanchett sigue estando maravillosa (si no fuera por ella, ‘Disclaimer’ sería un fiasco absoluto). Pero los demás… Conforme avanzan los capítulos, Kevin Kline se vuelve cada vez más histriónico, Sacha Baron Cohen menos creíble y Kodi Smit-McPhee más afectado. Para rematar, cuarta y definitiva señal: entre los capítulos dos y siete hay más relleno que en un colchón del siglo XIX. Es el mal de las series estadounidenses actuales: contar en seis horas lo que no da ni para dos. Ya podían fijarse en las británicas…