“Era el faro y ya no estaba, ha sido raro / sentirse tan inútil mientras ellos / pedían el trozo de mí que me faltaba”, cantaba Zahara en el corte que abría ‘PUTA’, Disco del Año en 2021 para nuestra redacción, y que tiene alguna que otra cosa en común con este tercer disco de Shura. Ambos trabajos se originaron en la pandemia, cuando el aislamiento y el quedarse en casa consigo mismas empezó a hacer mella en sus autoras. Ambas artistas pensaron que su pasión por la música había desaparecido, enfrentaban un bloqueo creativo y no encontraban consuelo en esos ‘conciertos por instagram’ que parecían animar a muchos artistas. En el caso de Shura, recuperar esa pasión vino de la mano de conocer el repertorio de Cassandra Jenkins, por cuya música dice sentirse abrazada. Empezó a trabajar más y más en este ‘I Got Too Sad For My Friends’ que ahora ve la luz y que, aunque queda lejos de ‘PUTA’, es un buen trabajo que demuestra que Shura todavía tiene mucho que aportar a la música.
Porque recordaba mi compañero Jordi esos momentos en que Shura parecía “the next big thing” allá por 2016, y cómo eso se fue desdibujando a lo largo de los años. En esos años, la cantante fue despedida primero de Polydor y luego de Secretly Canadian, su segundo álbum ‘Forevher’ tuvo un recibimiento bastante flojo que ella sigue considerando injusto, y su gira, junto a todos sus planes musicales, se volatilizó con el COVID. Estos mimbres se trasladan a unas letras reflexivas que no son lo más alegre del mundo precisamente, pese a alguna pincelada de humor (‘World’s Worst Girlfriend’ es un buen ejemplo de esto último), pero que encajan muy bien con una paleta de sonidos que empuja hacia arriba pese a ser bastante downtempo.
“’Nothing’s Real’ es los 80s, ‘Forevher’ fue más 70s y éste es más 60s, lo siguiente que haga será canto gregoriano”, bromea Shura en una entrevista con The Guardian donde también explica que la armadura de su portada representa cómo “durante la pandemia descubrí que muchas cosas que hacía y que pensaba que me protegían del dolor y de la tristeza, realmente estaban haciéndome sentir peor. Me aislaba de mis amigos y del mundo cada vez más. Así que en esta portada estoy envuelta en una armadura pero, ¿exactamente de qué me está protegiendo?”. Así, a lo largo de este disco, escuchamos a Alexandra Lilah Denton decir cosas como “right now I’m the oldest I’ve ever been / and lately I’ve been having trouble breathing” (‘Bad Kid’), “walked down Richardson, I think just to feel the air move across my face / they say it’s easy / but when you’re broke, it don’t come easily” (‘Richardson’) o “it’s such a big bad world out there / there’s so much shit, I heard, out there” (‘Ringpull’).
Pero esa asfixia no llega a inundarnos por unos arreglos que, como decimos, van en otra dirección. Shura vuelve a unirse en la producción a Joel Pott, y esta vez suma a Luke Smith (a quien conocemos sobre todo por su trabajo con Foals), y en general ofrece algo más cercano al pop de cámara, con protagonismo de cuerdas, percusión y órgano, solo con más presencia quizás de sintes en ‘World’s Worst Girlfriend’ y ‘Recognise’ (y, más tímidamente, ‘Online’). Aunque el resultado puede hacerse un poco monótono, es cierto que también consigue lo que ella misma explicaba que le hacían sentir las canciones de Cassandra Jenkins (que de hecho colabora aquí, junto a Helado Negro y Becca Mancari). Porque el disco, en cierta manera, te acoge. Tiene mérito conseguir eso sabiendo cuál es el origen de este álbum, y que todo ello se trata dentro de él.