Música

Rosalía / LUX

Hay un momento llamativo en la entrevista de Zane Lowe a Rosalía grabada en el Beti Jai. Le pregunta cuál ha sido la última canción de ‘LUX’ que ha terminado, tras 3 años de laboriosa composición y producción, algo muy pertinente para valorar la complejidad detrás de una grabación o incluso vaticinar por dónde podría ir la obra de la artista en el futuro. Pero ella contesta que «todas a la vez». Insiste: trabaja en «todas las canciones a la vez» y además añade que tras entregar el máster para la producción de vinilos hace unos meses, no pudo evitar continuar trasteando con las grabaciones. Por eso algunos arreglos son diferentes entre la edición física que compramos y lo que hoy hemos encontrado en la versión digital. De manera muy visible, la salsa de ‘Dios es un stalker’ ha desaparecido.

Que Rosalía fuera perfeccionista o detallista lo sabíamos desde la edición de sus dos obras maestras anteriores, ‘El mal querer‘ y ‘Motomami‘. Ahora podemos añadir que es una artista en cuya cabeza suenan decenas de arreglos, de notas, de estilos… todos a la vez.

Vila se nutrió del flamenco en su debut ‘Los Ángeles’, le insufló R&B y electrónica a la vanguardia en su segundo álbum y aunó varias décadas hasta llegar a la actualidad en el tercero. El jazz, los sonidos disfuncionales de ‘Yeezus’, el bolero, el reggaeton, el rap… definieron ‘Motomami’.

Si este a pesar de eso era minimalista, ‘LUX’ busca ser maximalista, resultando ya un encuentro entre siglos, más bien. El monumental coro de ‘Berghain’ podría estar inspirado en ‘Carmina Burana’ (siglo XIII). Las cuerdas de la intro remiten al barroco italiano, en concreto al «Invierno» de ‘Las cuatro estaciones’ de Vivaldi (1725). Cuando entra la voz operística de Rosalía la tristeza es la de la misa de ‘Réquiem’ de Mozart, que se estrenó de manera póstuma en 1793. Y su sensación de peligro, apocalipsis y grandeza es a veces la de ‘Die Walküre’ de Wagner (1870).

Aunque esta obra alemana no ha sido referenciada por Rosalía, las «valquirias» eran unas guerreras semidiosas de la tradición nórdica. Lamentándolo mucho por los memes, hoy 7 de noviembre, día de salida de ‘LUX’, ya sabemos que este disco, jamás nos lo acabaremos.

Los arreglos de ‘Porcelana’ pueden llevarnos a bandas sonoras tan remotas como las que en los años 30 y 40 hizo el austríaco Max Steiner, o a las que recientemente hizo el compositor Kristian Eidnes Andersen para Lars Von Trier. En ‘LUX’ conviven algo parecido al urban y algo parecido al flamenco como en otros discos de Rosalía, pero todo tema incorpora su piano o cuerdas aunque sea en forma de pizzicato. La fantástica labor de Caroline Shaw y de la Orquesta Sinfónica de Londres ha de tener a más de un artista internacional dándose cabezazos contra una pared.

Más allá de la música clásica, un distintivo en todo el disco, las referencias más concretas y reconocidas de Rosalía apuntan en cambio a las vidas de santas. En ‘Reliquias’ no está hablando tanto de sus viajes personales -que también- como de las «reliquias» de Santa Rosa de Lima. ‘De madrugá’ tiene frases en ucraniano porque se inspira en los hombres que mató Santa Olga de Kiev. La bellísima ‘Mio Cristo Piange Diamanti’, cuyo final desafía a quienes están diciendo que en el álbum no hay nada tan impactante como ‘Berghain’, se inspira en la relación entre Santa Clara y San Francisco de Asís.

El miedo por la proliferación de idiomas -hay hasta 13 incluyendo catalán, mandarín, latín o japonés-, tan comentada por los medios, se derrumba cuando todas las lenguas sucumben ante la voz de Rosalía. El 100% del tiempo da igual en qué idioma esté cantando. No es casualidad que Madonna haya elogiado el álbum antes de su salida: es lo que soñó que sería ‘Madame X’ cuando se inspiró en la música de hasta 10 países. Y salvando las distancias, qué visionario fue Mirwais cuando aseguró que el futuro de la música en unos años estaría en reivindicar diferentes estilos y culturas del mundo, proclamando «el fin del imperio angloamericano».

‘LUX’ se sirve de tales viajes para presentar una reivindicación espiritual, algo incómoda en plena ola reaccionaria en todo el mundo, con Rosalía constantemente refugiándose en Dios para huir del desengaño amoroso. Cuando el pensamiento actual parece estar más bien del lado de Unamuno («la fe en Dios consiste en crear a Dios»), Rosalía huye del mal de amores manifestado en muchas de estas canciones, recurriendo a su fe.

Hay espacio para el humor y para las interpretaciones tipo «¿quién es realmente el narrador y el destinatario de ‘Dios es un stalker’?». Mirad la portada: ¿es el hábito de monja una camisa de fuerza? Y sobre todo hay reinterpretación feminista: las voces del álbum son eminentemente femeninas, con la salvedad de la parecida a Frank Ocean de ‘Porcelana’ y la de Yves Tumor, que es no binarix y en cualquier caso cumple un papel violento y antagonista en ‘Berghain’: «te follaré hasta que me ames». Pero Dios aparece casi siempre en el disco como consuelo, llevando al bonito encuentro final, tras la muerte, en ‘Magnolias’.

Merece la pena detenerse de nuevo en esa obra maestra que es ‘Berghain’ por lo bien que presenta la temática de todo el álbum. Rosalía comienza el tema perdida y decepcionada por una relación tóxica. «Su rabia es mi rabia» canta el coro enfurecido, cuando ella es «solo un terrón de azúcar». La intervención de Björk -una influencia muy clara al final de ‘Reliquia’ y en ‘Porcelana’- es magistral, lo mejor que ha hecho en 10 años: «Esto es intervención divina», asegura mientras el coro se derrumba. «La única manera de salvarnos es la intervención divina», repite, y la voz de Rosalía tampoco vuelve a aparecer en el tema, disuelta definitivamente como el azúcar, solo que ahora es Dios quien mueve la cucharilla. Aunque no seas creyente, es imposible no sentir nada con este pasaje, de igual forma que es imposible no impresionarse visitando la Catedral de Milán.

‘Berghain’ abre la cara B, es decir, el II Movimiento de los cuatro que conforman este álbum, y el mejor de todos. ‘La perla’, en forma de vals, es la superación de ese viejo amor mediante la parodia, mientras ‘Mundo nuevo’ -una petenera popularizada por la Niña de los Peines en 1911- contrapone las virtudes del mundo amoroso y el divino. Si entendemos el I Movimiento como la presentación de la temática de ‘LUX’, pues ‘Sexo, violencia y llantas’ es una referencia a ‘Motomami’; y el IV Movimiento como la redención (‘La rumba del perdón’ con Sílvia Pérez Cruz y Estrella Morente), el recuerdo (el fado ‘Memoria’ con Carminho) y la muerte (‘Magnolias’); el III queda más descolgado.

La conexión entre ‘Dios es un stalker’ y ‘La yugular’ es solo musical, las temáticas de amor vs libertad siguen siendo contradictorias entre ‘Focu’ranni’, ‘Sauvignon Blanc’ y ‘Jeanne’, por lo que en esos momentos el concepto del álbum se tambalea ligeramente. El disco mejora sin los bonus tracks de la edición física, lo que incluye la propuesta feminista de ‘Novia Robot’, que parece de la deslavazada tercera parte -que habla «de la era digital»-, pero en realidad pertenece a la cuarta.

Es raro que Rosalía, gran conceptualista, no haya cerrado mejor la temática de cada movimiento, y parece mentira que haya tardado un año en escribir ciertas frases, como la de la «electronic puchaina» o la del trío en «La Rumba». Pero como dice una de nuestras lectoras, esto la hace más cercana. En un mundo amenazado por algoritmos e IA, es una suerte comprobar que Rosalía es humana.

Schopenhauer, gran ateo, escribió mucho sobre la voluntad humana. Fue uno de los filósofos más fascinados por el arte en general y por la música en particular, hasta el punto de influir decisivamente a Wagner. Para el autor de ‘Metafísica de lo bello y estética’ es gracias al arte y en especial a la música (y no gracias a Dios), que dejamos de ser víctimas de la voluntad, de nuestros deseos. Menos conocido es esto que escribió en ‘Sobre juicio, crítica, aplauso y fama’: «como medida de un genio no se deben tomar sus caídas o la más débil de sus obras para derribarlo, sino su obra mejor (…) Lo que distingue al genio y debe ser su medida es la altura a que se ha podido elevar (…), y que queda inaccesible eternamente a los talentos vulgares». Los momentos de este álbum elevados son tan sublimes, están tan lejos de «los talentos vulgares», que compensan cualquier minúsculo punto bajo que alguien pueda señalar. Rosalía tiene a Dios, y los ateos tenemos a Rosalía.

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: rosalía