La palabra «Dios» se ha instalado definitivamente en la cultura popular española a través de ciertos artistas. El gaditano CURRO la coloca directamente en el título de su segundo disco, haciéndose eco de la famosa expresión que apela a la providencia divina: la creencia de que Dios cuidará de las personas y proveerá lo que necesiten, aunque ahora no vean cómo sucederá.
Aunque CURRO en las entrevistas explica su fe aludiendo a la «incertidumbre» que vive la sociedad actual por varios motivos, ‘Dios dirá, Dios proveerá’ es un disco autobiográfico y centrado en las emociones. El de Sanlúcar de Barrameda se aferra a Dios para intentar superar una ruptura marcada por la depresión, y cada canción del disco representa una fase de esa separación.
CURRO ha hablado en entrevistas sobre su necesidad de liberarse de la hipermasculinidad aprendida y ha abordado ser percibido como ‘Maricón’ en una de sus canciones antiguas. La música de ‘Dios dirá, Dios proveerá’ también existe libre de reglas y prejuicios, basándose en una fusión ilimitada de flamenco, rumba, jazz y pop, con chops vocales típicos del rap moderno, beats urbanos, autotune, R&B y letras interpretadas en spanglish, incluso cuando la canción es flamenca.
Es el caso de ‘Ningún mar’, una preciosa balada por tangos que incluye la participación de Estrella Morente, en el año en que ha aparecido en ‘LUX‘, y de su hermano Kiki, acompañando a CURRO en la desolación. El spanglish se usa por primera vez en la orquestal introducción ‘Dios dirá y proveerá’, que deriva al urban, y vuelve a aparecer en ‘Después de la tormenta’, un corte de R&B flamenco menos logrado.
Ni una profunda apatía impide a CURRO entregar en ‘A toro pasao‘ una feliz mezcolanza de flamenco, rumba, chill out latino y urban-pop, que da un paso más allá con un videoclip inspirado en Maya Deren. La delicada pero expresiva voz de CURRO es apta para los autocoros y manipulaciones vocales de ‘Como a un perro’, que incluye palmas al estilo ‘Bagdad‘ de Rosalía y se transforma en varias cosas, pasando de un amago de baile a las gaitas y a las percusiones desbocadas del funk brasileño.
La visión es ya global en ‘Mataera’, donde CURRO afronta sus inseguridades a ritmo de afrobeat y R&B. Aunque las canciones empiezan a difuminarse a partir de la segunda mitad del disco, provocando que ciertas fusiones no funcionen o parezcan forzadas.
Es el caso de ‘No hay mal’, otro corte en spanglish que pone un pie en la balada clásica española y el otro en el R&B romántico. ‘Que x bien no venga’ es la producción más animada del conjunto, aunque su «drop» instrumental ya no parece clásico, sino anacrónico. Y ‘Hecho está’, con SALMA, infiere drama al disco, pero sin que la canción esté a la altura.
En un segundo disco que busca llevar a una plataforma pop y comercial las inquietudes experimentales de CURRO, termina destacando una producción tan chula como ‘Lágrimas y suspiros’, que junto a Queralt Lahoz retrata un «amor violento», tirando de ritmos de reguetón y de percusiones que no sé si están hechas con gatillos o con el teclado de una máquina de escribir, pero que sin duda escapan a las convenciones del flamenco urbano típico.
