La chica que previsiblemente copará este año las portadas de las revistas de tendencias más cool trendy del mundo es una neozelandesa de familia humilde que se declara fan de la música de los ’80. Guau, qué novedad, ¿no? O sea, ¿no es esta la misma cantinela de siempre? Philippa Brown, que así se llama la muchacha detrás del nuevo hype, nació en 1983 de un percusionista de jazz y una cantante, y empezó a tocar la batería a los 11 años. A otros nos apuntaron a kárate o ajedrez y así nos luce el pelo…
Tras su paso por un par de bandas de medio pelo (Two Lane Blacktop y Teenager -nada que ver con los de Londres y París-), Pip se inventa Ladyhawke (nombre tomado de la película de aventuras de Richard Donner del año -¿cómo no?- 1985) como un proyecto destinado a «crear una música que ponga una sonrisa en la cara del oyente y que le provoque un sentimiento de nostalgia, incluso aunque sea la primera vez que la escuche». Y teniendo en cuenta que esos son sus objetivos, no se puede decir que lo haga mal. Sus singles ‘Paris Is Burning’ y ‘Back Of The Van’ rememoran con talento muchas de las influencias que ella misma menciona en su Myspace. El problema es, quizá, que esas influencias fluctúan entre lo memorable y lo, cuanto menos, dudoso: Stevie Nicks y Toto; ESG y Elton John; Patti Smith y Pat BenatarPhil Collins… En mi opinión, Ladyhawke tiene mucho de Hall & Oates, pero también de Hall & Oates, no sé si me explico.
‘Paris Is Burning’ y ‘Back Of The Van’ son buenos singles (sobre todo el primero), de esos de los que todos se acuerdan a final de año, a los que además han sabido dar el punto justo de actualidad buscando remezclas de marcas más (Cut Copy, Van She) o menos (Alex Gopher) de moda. Ambas canciones, como pretende Ladyhawke, tienen ese aroma a nostalgia, a ‘Teen Wolf’, a MTV, a pantalones «pesqueros» con calcetines blancos, a sombreros de ala ancha, a tejidos con brillo, a neón, a teclado-guitarra, a… sí, a ’80s. Y es que, aunque dé pereza de tanto repetirlo, la sobada década puede seguir teniendo gracia si es para reinterpretarla con la clase que demuestra Pip Brown en ambos temas. Eso sí, el peligro que tiene sustentar una carrera artística con un argumento tan explotado es grande y pueden resultar cositas de mucho menos empaque, como ‘Professional Suicide’ o ‘Manipulating Woman’, que implican dudas razonables a la hora de valorar a la neozelandesa. Como siempre, la respuesta está en su debut, de próxima publicación. Te estamos vigilando, Ladyhawke.