Es una pena que, después de casi ya seis años, sigamos como locos, esperando a que estos dos pesaos publiquen un disco nuevo. Pero ellos nada. Tanto Ben Gibbard (Death Cab for Cutie) como Jimmy Tamborello (Dntel, Figurine) están muy ocupados con sus proyectos principales como para encima dedicarse a mandarse cartas el uno al otro con maquetas, nuevas canciones, etc. Porque sí, por si queda alguno que no lo sepa, el nombre del grupo se debe a que, como viven lejos, se dedicaron a pasarse sus trabajos por correo (postal, para más señas). Imaginamos que, a día de hoy, ya utilizarán otro método tipo mail o Rapidshare o algo, y que mantendrán el nombre del grupo por una cuestión de mercadotecnia. O lo mismo es que siguen utilizando el correo ordinario y el Servicio Postal de los US of A ha perdido todas sus cartas. De lo contrario no nos explicamos que, después de parir una joya como ‘Give up’, no hayamos vuelto a saber nada de estos dos.
Porque ‘Give up’ es una joya de principio a fin. Uno de esos discos que salen una vez cada cierto tiempo, en los que no hay ni una sola canción mala. Uno de esos discos que puedes escuchar mil millones de veces, de los que nunca te cansas, y que valen tanto para un roto como para un descosido. Da igual que estés limpiando tu casa, trabajando, en el transporte público o follando: ‘Give Up’ tiene la propiedad mágica de adaptarse a cualquier momento.
Evidentemente, hay canciones en el debut de Ben y Jimmy que sobresalen por encima de otras. Su primer disco, que fue un bombazo para el mundo de la indietrónica y que contó con las colaboraciones de Jenny Lewis, Jen Wood y Chris Walla; contiene exactamente diez trallazos condensados en 45 minutos de duración. Ya te guste más el pop o la electrónica, seguro que encuentras en ‘Give Up’ uno de tus álbumes de referencia.
Quizá su canción más conocida es ‘Such Great Heights’, a pesar de que ahora cueste recordar que su primer single fue ‘The District Sleeps Alone Tonight’. Pero es ‘Such Great Heights’ la que se convertiría en himno «sleeper», con frases tan bonitas como «[…] I have to speculate that God himself / did make us into corresponding shapes like / puzzle pieces from the clay […]», por no hablar del magnífico vídeo que acompaña a este temazo y que después Apple copió descaradamente cuando plantó procesadores de Intel en sus ordenadores.
Menos conocidas pero igual de maravillosas son ‘Nothing Better’, que se plantea como una amarga discusión de pareja. Esa típica discusión que todos hemos tenido en la que, arrepentidos, confesamos nuestro amor incondicional por una persona «[…] So just say how to make it right / and I’ll do my best to comply. / Tell me am I right to think that there could be nothing better / than making you my bride and slowly growing old together», pero donde la otra parte se siente ya demasiado dolida y despreciada como para perdonarnos «[…] You’ve got a lure I can’t deny, / but you’ve had your chance so say goodbye […]».
Por todo esto, y porque incluso la última pista del disco (una de las más infravaloradas, quizá porque es la que más se sale del estilo de sus predecesoras, convirtiéndose en un clarísimo ejercicio de desahogo) es buena -aunque hay que ponerle ganas, eso no se puede negar-, hay que decir que este álbum merece un lugar entre nuestros discos de la década. Todo sea que ahora lleguen y den el campanazo con un segundo LP este 2009, y que sea igual o incluso mejor y más instantáneo que su primer largo. No nos quedará otra que cambiar nuestro voto. Pero como parece harto improbable, os recomendamos a todos la escucha de esta obra maestra. Ya sea por las letras de las canciones mencionadas en esta entrada o de las no mencionadas (‘Brand New Colony’, ‘Clark Gable’, ‘We Will Become Silhouettes’…) o por la producción preciosista llena de referencias a los videojuegos, merece la pena.