Anoche el circo de OT alcanzó cotas de surrealismo épicas. Pasando por alto detalles menores como la expulsión de ese ser llamado Maxi -al que le dijeron que no sólo sí que era un triunfito, sino que además era de los malos- y el terrorífico play-back perpetrado por ese otro ser autobautizado artísticamente con el hórrido nombre Púa, la gala de ayer protagonizó momentos realmente grandiosos para los anales de los realities patrios. Guionizado o no, todo lo que anoche se habló en ese plató -todo lo extramusical, claro, que es lo que interesa- dará que hablar en muchos otros foros y programas durante varios días. Por supuesto, ni que decir tiene que prácticamente todo lo reseñable salió de la corrosiva boca de Risto Mejide.
El portador de gafas de sol más famoso después de Stevie Wonder y Martirio conminó a los responsables del programa a hacer aparecer en los créditos a los nueve operadores de cámara, hecho que el zero-hit-wonder Ramoncín aprovechó para sugerir que en los títulos de las canciones aparecieran los nombres de los autores, mientras bajaba la tapa de su portátil, sacando de plano la palabra VAIO al son de un «Esto lo quito, que a mí éstos no me pagan nada». Un poco más tarde Risto calificó al programa en el que trabaja de jurado como «fábrica de juguetes rotos». En otro momento a destacar, Mejide tachó a Manu Guix, segundo de a bordo del profesorado de la Academia, de hipócrita para con los concursantes, ridículo entre sus colegas músicos y cobarde, para acabar llamándole Sancho Panza.
No obstante, el momento álgido se alcanzó cuando en la valoración de Jon Allende, Risto le espetó que tendría que estar nominado, pero que en el último momento su compañera Noemí Galera recibió por el pinganillo una orden de Toni Cruz, director general de Gestmusic, en la que se prohibía la nominación del intérprete vasco, y que por tanto le tenían que pasar. Todo esto precedido por un airado «yo no soy pelele de nadie». Vamos, que Evaristo Mejide le soltó a los cuatro vientos que en OT había tongazo, cosa que Noemí Galera se apresuró a desmentir, sin sonar demasiado convincente. Desde luego, si está guionizado, morder de esa manera la mano que le da de comer, es sin duda una vuelta de tuerca más en el jugar fuerte y el «todo vale» de los realities. En cualquier caso, ayer nos quedamos de piedra clavados en el sofá.
Por supuesto, esta guerra de acusaciones ha tenido el resultado esperable, con unos aplastantes datos de audiencia muy por encima del 15% de la cadena: 21,3% de share y 2.923.000 espectadores que aseguran una buena salud al programa de Telecinco. Lo dicho: Pan, circo y bugui bugui.