The Antlers + La Débil

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The Antlers + La Débil

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Que entraras en la Sala Caracol y lo primero que vieras fuera al grupo principal de la noche, esto es, The Antlers, presenciando el show de sus teloneros, La Débil, con cara de «¿podré yo sonar tan bien?», fue poco menos que premonitorio. Sin que el público supiese prácticamente quiénes eran, los españoles (también hay un albano) entretuvieron con una salvaje, rabiosa, contundente, apabullante (todo eso) propuesta de punk experimental, muy basada en el ritmo y sobrada de actitud por todos los lados. Bateristas (dos) sin camiseta interpretando los temas de pie, de cara al público, casi amenazantes, guitarristas que cantan tocando de espaldas, miembros que no paran de dar botes… No hay nada como creerte a ti mismo para vender lo que eres. Un desfase, no hay que perderlos de vista. 8.

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The Antlers, en directo también un trío, sin bajo, salieron al escenario interpretando ‘Kettering’. La cosa parecía ir bastante bien cuando la guitarra del cantante Peter Silbermar (la única) decidió dejar de sonar. La banda intentó seguir pasando al final de la canción, en el que sólo suenan las voces susurrando un largo «oooooh». Pero se notó. Y peor aún: cuando tocaron la siguiente canción, una irreconocible (al principio) versión de ‘Sylvia’, volvieron a tener el mismo problema: la guitarra se volvió a cortar de nuevo a los pocos segundos por idéntico problema técnico. El grupo se disculpó en inglés y en castellano y sucedió lo peor que puede pasar en un concierto: que el grupo vuelva al camerino y se cierre el telón.

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Cuando pensábamos que Madrid por fin iba a ser testigo este año del descalabro de un hype a lo Wavves o Crystal Castles en Barcelona, las cortinas volvieron a abrirse y el grupo volvió a tocar ‘Sylvia’. Desde entonces, ya sí, aunque por momentos habíamos perdido la esperanza de presenciar un buen concierto, el grupo interpretó las brillantes canciones de ‘Hospice‘, quizá abusando de los mismos recursos (culminar los temas con coros en «oooh», continuarlos en plan post-rock o Arcade Fire cuando parece que han acabado), pero transformando muchas de ellas en un experimento nuevo y fascinante.

‘Bear’ contó con unas estrofas mucho más electrónicas (en la mayoría de ocasiones excelente la labor en los teclados y sintetizadores de Darby Cicci), mientras que ‘Epilogue’, quizá la mejor de la noche, prescindió de la guitarra acústica para pasar a ser a capella primero y épica después. ‘Thirteen’, por supuesto inmediatamente después de ‘Bear’ (no puede existir en otro lugar) y ‘Two’ también sonaron emocionantes. No tanto como en el disco, en tanto que ‘Hospice’ habla de sentimientos tan intensos que hasta resulta incómodo pensar en ellos en una sala llena de gente con un litro de cerveza en la mano (¿quizá por eso el público parecía tan frío?), pero casi, que no es poco. 7,5.

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Fotos: Jenesaispop!

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