Mishima han publicado este año ‘Ordre i Aventura‘, disco con el que han conseguido críticas notables, han entrado en la lista de ventas y están dando decenas de conciertos. Hoy 7 de octubre la iniciativa Trànsit, que promociona la cultura catalana, les lleva a Madrid, al Teatro Circo Price, junto a Astrud y el Col.lectiu Brossa, The New Raemon y Joan Miquel Oliver. Aprovechamos para hablar con David, cantante de Mishima, sobre los últimos pasos de la banda.
Mishima maneja sonidos muy diferentes dentro de un mismo disco, ¿qué creéis que les da unidad?
Yo creo que trabajar con un mismo propósito. La historia de Mishima ha sido la de encontrar un método de trabajar conjuntamente. A lo largo de los años hemos conseguido una disciplina que consiste en subordinarnos mucho a la canción. Todos los arreglos tienen que estar al servicio de la canción. Cuando formas una banda intentas encontrar tu yo en la canción. A esa disciplina cuesta llegar y yo creo que lo mejor de Mishima es que lo hemos logrado desde hace dos o tres discos.
¿Las canciones parten de lo acústico?
Parten de guitarra acústica y voz y a partir de ahí las arreglamos.
¿Cuál creéis que ha podido cambiar más en el proceso a lo largo de vuestra carrera?
No sé… Hay una canción de ‘Set tota la vida’, ‘La tarda esclata’, que empezó siendo muy intimista a la guitarra tipo Devendra Banhart, con vocecita así como «asquerosa», y terminó siendo un tema en el que manda el piano que metió Marc Lloret, que es como un loop.
‘L’olor de la nit’ parece que va a ser un country y luego para nada. En ‘En Arribar La Tardor’ hay pasajes como Portishead, recuerdos como a bandas sonoras españolas de los 60… tiene arreglos muy diferentes entre sí. ¿Es a este tipo de detalles a los que habéis podido llegar a través de tantos años?
La gente no lo tiene en cuenta, pero te pasas el 90% de tu carrera sin vivir de esto y a veces llegas al local de una mala hostia indecente. Cuesta mucho que el músico entre en una disciplina de trabajo para servir a la canción, a lo que la canción busca. Para que yo llegue al nivel de virtuoso de Dani Vega, el guitarrista, pasan muchos años. O que él se meta en los textos, que nosotros seamos más artesanos que artistas… ‘En Arribar La Tardor’ es un tres por cuatro, tiene reminiscencias de la canción tradicional porque el tres por cuatro remite a una sociedad agrícola, es como circular la canción, como folclórica… Le pegan cosas acústicas, tiene un sonido más invernal, frío, jodido, muy relacionado con lo que explica la canción. Mishima es como una caja de resonancia donde metes una luz y sale un reflejo curioso.
¿Qué ha podido tener que ver Paco Loco con la consecución de vuestro sonido?
Llegamos a trabajar con él en el momento justo, cuando ya te has comprado tus instrumentos, empiezas a encontrar tu lugar, etcétera. Comparte muchos referentes con nosotros y entiende la psicología de cada miembro del grupo. Eso se lo da llevar trabajando 20 años con grandes artistas y chavales que graban maquetas. Entiende a cada grupo en su propio universo. Mishima encontramos en él un aliado perfecto y ha dado profundidad a nuestro sonido. Si queríamos evocar fantasmas, él remitía a dos generaciones anteriores.
¿Cómo llegasteis a trabajar con él?
‘Set tota la vida’, el anterior, el cuarto disco, dijimos que tenía que ser diferente. Siempre habíamos grabado a lo largo de un año en estudios de amigos. Y con ese queríamos más urgencia, nos impusimos grabar con alguien con nombre, que no nos conociera y que la grabación fuera interesante. Habíamos escuchado Nacho Vegas, Óscar tenía un colega que había grabado con Paco y nos habló muy bien de él. Entre una cosa y otra, lo pensamos. Fuimos con una mano delante y otra detrás, no teníamos ni idea de cómo iba a ser.
¿Qué función tienen las guitarras eléctricas en un grupo como vosotros? A veces metéis distorsiones muy chulas, pero no parecen tan esenciales como en la típica banda de pop-rock, como sucede por ejemplo a Tindersticks.
El hecho de que yo lleve la canción con la guitarra acústica y la voz mantiene la canción de forma hierática, pero con los años las abres un poco más para que todos consigan su espacio. Es como una casa que todos tienen que habitar. Paco es muy guitarrero, su estudio está muy orientado a las guitarras. Además, nuestro guitarrista es muy bueno y se motivaron mucho mutuamente. Paco ha leído a Mishima desde una óptica más americana y las guitarras de Vega le van bastante bien. Las canciones llegan acústicas y mis textos le van bien a lo acústico. El proceso de incorporar sonidos más contundentes de la guitarra es más como un complemento que algo fundamental.
Tenemos lectores que aún defienden ‘Set tota la vida’ como vuestro mejor disco, ¿cuál recomendarías a alguien que no os conoce?
Es difícil. Yo recomendaría el último siempre (risas). Creo que cada vez compongo mejor. La relación entre nuestras ambiciones y lo que conseguimos cada vez es más ajustada, aunque sigue siendo abismal. Es cierto que en ‘Set tota la vida’ hay canciones que han conectado muy bien con el público. De todas formas hay miembros de Mishima que creen que el anterior es mejor.
¿La idea del vídeo de ‘Tot Torna A Començar’ fue vuestra o de Luis Cerveró?
El vídeo fue producto de un brainstorming de copas, comida, vermús… A Luis le conocemos de BTV, la televisión local de Barcelona, donde yo soy realizador. Allí en una época se reunió una gente muy viva y Luis vino de Valencia a Barcelona llamado por este ambiente. Respeta mucho las canciones, las escucha mucho, intenta pillar de qué va la letra, me hizo desgranarla para él. Recuerdo la comida en que apareció la idea de reproducir ‘Ordet’. Tuvimos muchas ideas que él mismo descartó. Se respeta la visión del realizador que para eso estamos en un proyecto indie, un 95% es suyo.
¿Teníais claro que la muerte tenía que estar presente por el tema del disco?
Tenía que suceder un milagro en el vídeo. La última comida empezó diciendo «molaría que aparecierais». Ya que no nos gusta un playback, dijo que teníamos que desarrollar una acción de la que supiéramos las reglas básicas para que nos moviéramos con naturalidad. Él quería que fuera un partido de béisbol. Y alguien dijo que sucediera un milagro porque la canción habla de la aparición de la fe y de las trampas. Fuimos hablando, somos cinéfilos, en la BTV hice piezas sobre Carl T. Dreyer y en ‘Ordet’ había una escena de milagro preciosa. Lars von Trier es de los últimos que ha rodado milagros, también pensamos en ‘Rompiendo las olas’. Al final pensamos en un grupo de teatro de ensayo que hace ‘Ordet’.
¿De quién fue la idea de poner un código de barras en la portada del disco?
Fue mía, es el homenaje o plagio de un recopilatorio de Felt. Con Albert Folk, el diseñador, ya en el anterior disco nos gustaba reírnos del CD como formato en crisis. Queríamos que fuera evidente que es una caja, que un CD no es más que un contenedor de música, pero no la música. El anterior es como una botella de vino y en este se me ocurrió el código de barras.
Supongo que os alegraréis de estar en Spotify…
Sí, claro. Siempre te topas con la realidad. Es mejor ser humilde y adaptarse a lo que quiera la gente. La música no está en ningún sitio y los que hacemos música, cuanto más claro lo tengamos, mejor.
¿Cuál crees que ha sido vuestro punto de inflexión? Este disco ha entrado en la lista de ventas y sois de los artistas independientes que más conciertos tenéis programados estos dos meses…
Desgraciadamente ha sido todo mucho más paulatino. Ha sido una curva constante. Desde el primer disco que sacamos ya casi todo en catalán, vimos que crecíamos. La crítica ha hablado bien desde la primera maqueta, pero luego ha crecido más y luego más. Creo que ha sido clave haber profundizado en las cosas buenas de ‘Set tota la vida’, grabar con Paco, yo escribir mis mejores canciones, creo, mejorar en los directos… Digo desgraciadamente porque molaría haber tenido un momento de subidón, pero no, después de arrasar en un concierto, te toca dar un concierto donde no hay ni Dios. Tocas para 200 personas un fin de semana y otro para 3000 ó 5000 personas.
¿Seguís tocando temas de vuestros primeros discos?
Sí, de vez en cuando, pero piensa que en esta gira han entrado dos componentes nuevos y ya han tenido bastante curro con los dos últimos discos. Poco a poco metemos alguna antigua.
¿Qué os parece una iniciatitva como Trànsit, que promociona la cultura catalana (o balear) en sitios como Madrid?
Si tienen que existir instituciones de promoción de la cultura, un ente público, tiene que ser para eso, para promocionar, para decir que en la escena catalana están pasando cosas chulas que por el mercado o lo que sea, no llegan fuera de ahí. Y ahí me parece bien meter cosas mallorquinas o Love of Lesbian. Tampoco hay que ser tan purista.
¿Qué conversaciones podéis tener entre vosotros sobre esa frontera que impide a Mishima ser tan famosos fuera de Cataluña como dentro?
Nosotros estamos dispuestísimos a tocar donde sea, aunque también era propósito nuestro con este disco que en el territorio catalán se nos conociera más. Con este disco lo hemos logrado. Nuestro interés es tocar en toda España, hacer incursiones en Francia, pero la cosa es difícil y es un trabajo de picar piedra. Las fronteras lingüísticas las tiene cada uno en su cabeza. Mi madre es holandesa, hablaba cinco idiomas, mi padre seis, pero el idioma en mi casa básicamente era el catalán, por eso me sale al cantar. Tiene que haber una verosimilitud en lo que cantes. El tipo de personaje, al yo que canta le sale el catalán, a mi música le va bien que cante en catalán, por eso lo hago. Para quien eso sea un problema, es que no le gusta mi música.
¿Tenéis algún proyecto de futuro?
El plan futuro es el mismo que cuando empezamos, encontrar una manera de decir las cosas, hacer un disco, manipular las formas, un acorde, una letra… Lo que nos gusta es esto, queremos seguir así.