‘Winter’s Bone’: en tierra hostil

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‘Winter’s Bone’: en tierra hostil

En 1972, la película ‘Defensa’ atornilló en el imaginario colectivo (sobre todo en EE UU, donde la película de John Boorman fue un gran éxito) la idea de lo rural como territorio hostil, como hábitat degradado y violento poblado por hillbillies a los que no les gustan los forasteros. Hasta tal punto se convirtió el paleto de las montañas sureñas en icono del american gothic, que escuchar el sonido del banjo era tan aterrador como oír la sierra mecánica de Leatherface en ‘La matanza de Texas’ (1974) (película que, por cierto, llevaría este concepto aún más allá, hacia la hipérbole grand guiñolesca).


La directora Debra Granik, consciente de esa asociación, empieza su adaptación de la novela de Daniel Woodrell (cabeza visible del llamado country noir e inédito en España) jugando con esas expectativas, con esas ideas que resuenan en el inconsciente colectivo cinéfilo (y cinéfago). El camino que lleva a la adolescente protagonista (una conmovedora Jennifer Lawrence) en busca de su padre está plagado de personajes enraizados en las profundidades del gótico americano, de comunidades endogámicas que vomitan seres de pesadilla (a veces al borde la caricatura) que amenazan con devorarla.

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Pero durante ese viaje entre laboratorios clandestinos de crack y ranchos llenos de basura emergen, como el secreto que guarda el lago de la comarca, las verdaderas intenciones de la directora: el retrato casi antropológico de una comunidad de marcada identidad, el mapa de la geografía humana de las montañas de Ozark (Missouri). En el esfuerzo de Ree por no perder la casa y sacar adelante a su familia palpita el fracaso de una generación, la de los padres corrompidos por la falta de expectativas laborales y el consumo y tráfico de drogas de fabricación casera. Y en las músicas y canciones folclóricas, que como signos de puntación oxigenan la sombría trama, resuenan los lamentos de un pasado, la añoranza de otros tiempos quizá no más prósperos, pero sí menos crueles y desolados. 8.

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