Viva la Canción es un festival único, diferente a cualquier otro. En su segunda edición ha afrontado con solvencia el reto del crecimiento: más del doble de asistencia que el pasado año, un día más, nada menos que cinco, en su programación, una diversidad cada vez mayor de nacionalidades representadas… No es un festival como los demás por su misma localización. El Auditorio Gabriela Mistral situado en el Palacio de Linares, sede de Casa de América (y del fantasma más famoso de Madrid, Raimunda), se presta a ver los conciertos sentado y a que el músico tenga una cercanía poco habitual. Eso hace que todos los conciertos sin excepción se desarrollen en una dinámica en la que el artista o la banda se dirige en primera persona al público comentando sobre su obra, anécdotas de su estancia madrileña, sobre la composición de tal o cual tema, o animando a la gente a acercarse a la Acampada de Sol.
Y los artistas lo hacen con la diversidad de acentos, palabras y expresiones de hasta 12 nacionalidades, que son las que concurrían este año. Ver los conciertos sentado entre los otros músicos que acudían a ver a sus compañeros de festival lleva también a multitud de colaboraciones espontáneas surgidas en esos mismos días, incluso entre personas que no se conocían de antes, lo que agrega un valor extramusical.
Pero en lo musical propiamente dicho, Viva la Canción no se queda atrás. Debido a diversas cuestiones de logística, algunas bandas no podían presentarse en su formación habitual, por lo que hubo varias actuaciones que dieron distintas visiones de la canción de autor en sus diferentes variantes. Desde las más o menos establecidas y habituales, como las del colombiano Andrés Correa o el guatemalteco El Gordo, explicando historias pequeñas, íntimas y desnudas apenas con una guitarra, a variantes que abren el arco sobre este mismo formato como las extraordinarias canciones («terrorismo emocional», las definió) del chileno Fernando Milagros, con temas tan preciosos como ‘El río’ o su hit ‘Reina japonesa’. En esta actuación apareció para cantar con él un nuevo tema Christina Rosenvinge, que va a colaborar en su próximo trabajo tras conocerse en la gira chilena de esta y ser Fernando parte de su banda en aquellos conciertos.
También en cuanto a variantes sobre la canción de autor podríamos englobar a la brasileña Mallu Magalhães. La más bella de todas las chicas que pasaron por el festival junto a una embarazadísima Leonor Watling, que estuvo de público en casi todos los conciertos ya que su pareja Jorge Drexler no sólo encabezó la noche uruguaya del jueves (el pasado año hubo un día temático chileno justo en el momento en el que el pop de ese país despertó) sino que era el padrino de esta edición del Viva la Canción; atinó con un repertorio dulce, más orientado a la bossa que al pop de autor de raíz americana que sí aparece en sus discos, y derrochando un encanto extraordinario. Nadie dudaría que sería la perfecta Claudine Longuet de cualquier guateque. Su disco va a ser editado en España vía Sony. Igual tenemos más oportunidades de verla por aquí.
La primera jornada fue, con mucho, la que menos espectadores reunió, aunque sobre el papel parecía más atractiva para el público de aquí, al menos el orientado al indie, ya que estaban Algodón Egipcio y Javiera Mena. El proyecto del venezolano Cheky tuvo algunos problemas. Él mismo explicó que era su primera actuación con este proyecto que le ha llevado a aparecer en Pitchfork o fichar por un sello tan cool como Lefse. Sorpresas como recuperar ‘El reloj’ de su mágico proyecto Jóvenes y Sexys en una versión deconstruída más acorde con la música de Algodón, superaron con creces a los problemas citados. Cheky actúa de guitarrista de Javiera Mena en los múltiples conciertos que ella está dando en nuestro país. La estrella chilena dio un concierto muy diferente a lo que va a ser la gira. En un formato muy sencillo y acústico primero a los teclados y Cheky a la guitarra y luego ella sola en la guitarra, deleitó con excelente sonido y voz recuperando en su gran mayoría el repertorio de su primer y excelente primer disco, más acorde con este formato. Sonó ‘Un audífono tú, un audífono yo’ (que escuchamos por primera vez en la edición de este mismo festival en su edición 2010), pero sobre todo joyas como ‘Esquemas juveniles’, ‘Cámara lenta’, ‘Sol de invierno’ (con Cheky haciendo las veces de Gepe), ‘Está en tus manos’ y un par de versiones, entre ellas ‘Oye papá, oye mamá’ de Pic-Nic.
La colonia argentina siempre tan activa llenó hasta los topes el día en que Lisandro Aristimuño encandiló al público con esa mezcla entre el solista con influencias de Radiohead y Nick Drake, pero también restos del gran genio que es Charly García. Un chelo arrebatador y colaboraciones estelares de Jorge Drexler, Alex Ferreira y Leo Minax contribuyeron a uno de los mejores conciertos del festival. Pero si de respuesta popular se trata los vencedores por K.O. serían Onda Vaga, que causaron el delirio. Único concierto en el que la gente se puso de pie de principio a fin por la imposibilidad de no bailar esa irresistible mezcla entre canción mediterránea, rock argentino, rumba y un crisol de matices (como si de unos renovados Los Rodríguez se tratase). Quien no bailase estaba muerto. El día 5 de junio repiten en el mismo escenario. Para no perdérselo. Estaba claro que el respetable fue a verlos a ellos porque al terminar y antes de comenzar Bigott apenas quedó un tercio del aforo anterior. También le pasó lo mismo a una rubísima Zahara que contó con poco público.
El último día sobresalió la veterana rockera Jessy Bulbo. Vertebrando su actuación con una especie de historieta destroyer llena de sexo y noches de desenfreno a pesar de su reducida formación (sólo acompañada de su guitarrista Aaron) dio un gran concierto en el que el rock descarnado, el corrido mexicano, y algunos arrebatos punks se combinaban con su gran sentido del humor. Por momentos, como en ‘Mala respuesta’ parecía una versión azteca de la PJ Harvey más cruda circa ‘4 Track Demos’. Hacia el final se hizo acompañar de Las Acevedo para una excelente versión de ‘Quiero ser santa’ de Parálisis Permanente. La fiereza de una mezclada con la inocencia desbordante de las otras daba como resultado un cuadro pintoresco. Tanta inocencia que al terminar las hermanas Acevedo aclararon que aunque habían cantado la canción, ellas no harían lo que dice la letra…
Las Acevedo quedan para el final porque se convirtieron en la revelación más fulgurante de estos días gracias a su encanto inigualable, su imagen inclasificable, su simpatía desbordante, sus conversaciones privadas pero a micro abierto y, sobre todo, un repertorio que tiene todo para triunfar de manera masiva; un mundo construído sobre un costumbrismo romántico y näif, sencillo y de tan visual, casi táctil. Destacaron canciones enormes como ‘Reloj de arena’, tan delicada, punteada por una percusión sencilla y una guitarra que no busca lo virtuoso, mezclando el inglés y el español incluso en la misma canción; la irrepetible ‘Chaka chaka’, un auténtico himno de resistencia a lo feo del mundo; y una versión que parece lógica, ‘Pelo suelto’ de Gloria Trevi, que es un canto de rebeldía juvenil desde lo fantasioso, desde el pataleo, desde lo inofensivo de un mundo que ya no existe y en el que soltarse el pelo significa desafiar a la autoridad.
En resumen, un éxito absoluto, una organización modélica con un trato exquisito de todos los implicados, y estoy seguro que algunos de los mejores momentos musicales que voy a vivir en directo este año. Una edición reducida (y gratuita) del Viva la Canción se celebra hoy día 25 de mayo en Zaragoza contando con Onda Vaga, Algodón Egipcio, Javiera Mena y Bigott.