No hay mejor manera de cantar a la vida, al nacimiento, a la muerte y a los pilares que sostienen en pie a un familia que mirando hacia las raíces del folk. El tercer disco de Anímic y el mejor de su carrera está marcado por el nacimiento de Mia, la hija de la pareja formada por Ferran Palau (canta los temas en catalán) y Louise Sansom (canta los temas en inglés), pero no da mucho pie a la celebración. Como indicaba la propia Louise en el «canción por canción» realizado para Playground, temas como ‘Blue Eyed Tree’, que iban a ser una nana para la niña, se terminaron transformando en una preparación para el mundo oscuro en el que le iba a tocar vivir.
‘Hannah’ se abre con la intensísima ‘Trenco una branca’, para la que la banda de seis amigos recientemente realizaba un estupendo videoclip. Su ambiente eclesiástico, que vuelve una y otra vez a lo largo del disco, sirve como inmejorable fondo para que Ferran desarrolle su letra de paralelismos entre un hogar que se deshace y un bosque. El contacto con la naturaleza, en relación con las eternas preguntas sobre el devenir, está presente también en ‘Boirina’, donde la neblina que nos rodea podría simbolizar la muerte, tema que repite en las fantásticas ‘Taüt’ y ‘La pols y el punyal’.
Hay un punto siniestro y misterioso en la manera en que Anímic se acercan al folk que les emparenta con proyectos como Marissa Nadler, especialmente cuando quien canta es Louise. ‘That Black Hole’ y ‘Howlin’ Zombie’ podrían seguir esa línea, mientras ‘1979’ es una curiosidad bossa y ‘Wine Drops’ un notable regreso a los años 50. Estos temas sirven al grupo para diferenciarse de quienes chupan de la moda americana sin más, pero es en las desoladas canciones en que Ferran parece inspirarse en los cantautores de los años 60 donde ‘Hannah’ se convierte en un álbum sobresaliente.
El tema titular, que trata sobre todas «las estrías, las angustias y las verdades» que deja el paso del tiempo, resulta estupendo con los arreglos orquestales de Jordi Matas, mientras ‘Boirina’ retrata la angustia del «misterio que nos rodea y sobre el que nadie se atreve a averiguar» con un violento cambio de ritmo al final. ‘Taüt’, la canción que nos hará olvidar para siempre ‘No es serio este cementerio’, quita hierro al asunto en forma de intrascendente himno hawaiano (aunque nos hable sobre una tumba olvidada en medio de las flores) y ‘La pols y el punyal’ (duro ese «no puedo luchar contra lo que soy») logra la belleza de ‘Walking Alone’ de Los Brincos. Hay restos de western, canción y casi slowcore en un disco más variado de lo que parece ejecutado con exquisito gusto. En Estados Unidos tienen a grandes familias como Yo La Tengo o Low. Por aquí tenemos a Anímic y ni tan mal.
Calificación: 8,1/10
Lo mejor: ‘Trenco una branca’, ‘Taüt’, ‘La pols y el punyal’
Te gustará si te gusta: Low, Mishima, Marissa Nadler, Bill Callahan, Fernando Alfaro
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