BAM 2011

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BAM 2011

Aunque el veterano festival se movió entre varios escenarios como es habitual, esta pequeña e incompleta crónica se centra en lo visto en el MACBA y alrededores durante el fin de semana. El jueves el BAM había dado el pistoletazo de salida con Astrud y los Tiki Phantoms, entre otros.


El viernes 23 empezamos con Za! Su propuesta es enérgica, fibrosa y desmadrada, pero, ay, esa noche no me acababa de sentir predispuesta. Eso sí, a ganas y desquiciamiento, no les gana nadie. Cuando ellos estaban para acabar, la plaça Joan Coromines, al ladito, estaba tan vacía y desangelada que el pobre Guillamino tuvo que ir recogiendo a los escasos asistentes esparcidos por el recinto para que se aproximaran al escenario, mientras cantaba ‘Let’s Stay Together’ de Al Green. Gracias a sus gorras y su funk simpático y sin pretensiones logró que al final aquello casi fuera una fiesta. Los «misteriosos» WU LYF no me parecieron tan misteriosos, a pesar de que el bajista empezara el set con la cara cubierta por un gorro (¡con el calor que hacía!). El programa del BAM los definía como “pop tribal”; todo lo tribal que puede sonar el pop-rock épico con puntito arrebatador y algo sobreactuado que practican -estupendamente ejecutado, eso sí-. Los chicos fueron entrando en calor y despojándose de sus camisetas; me quedé con las ganas de saber si el guitarrista, el único que se mantuvo vestido de cintura para arriba, acabó sin su camisa hawaiana, pero al lado me esperaba el plato fuerte de la noche: Rita Indiana y Los Misterios, en su única actuación en España. No hace falta ninguna coartada intelectual para disfrutar su música, clasificada como electro-merengue, pero que va mucho más allá y desborda mi escasa capacidad para la definición. Seis músicos -Los Misterios- y un bailarín felino acompañaban a Rita, que resulta de una presencia escénica magnética, andrógina e imponente. Abrieron con ‘El blu del ping pong’ y a continuación, su particular versión del ‘Sweet Dreams’, coreada a voz en grito por todos los presentes (con nutrida presencia dominicana). Y no quitaron el pie del acelerador; su propuesta, óptima para bailar, lista para pensar, nos quitó el sentido. Una celebración inteligente del poder del baile y de la música. ‘No ta llevando el Diablo’ resultó demoledor, ‘El juidero’, recibido con alborozo frenético, y ‘Da pa lo dos’, dedicado a los inmigrantes haitianos en República Dominicana, desenfrenado. Cerraron la fiesta con ‘La hora de volvé’, jolgorio absoluto. Y para los bises “como no teníamos otra” (Rita dixit), volvieron a tocar ‘El blu del ping-pong’. Con un par.

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Físicamente mermada por el concierto de Rita Indiana, me asomo a la Plaça dels Àngels y veo a un señor vestido de homeless pegando botes en el escenario; son Man Man. Su rock clasicote, cabaretero y tabernario resulta cautivador, pero me temo que ya estoy demasiado cansada. Mi cuerpo me exige una tregua, así que me bato en retirada hasta el día siguiente.

La lluvia atacó fuerte durante el sábado, día de la Mercè, pero la noche parecía serena, así que me dirigí a ver a Single. Teresa, guapísima, con esa actitud entre tímida y un puntito payasa e Ibon hierático a la guitarra, volcaron su universo a formato acústico. Tocaron canciones de ‘Monólogo interior’, nos regalaron la marciana ‘Dime quién eres, desconocido vecino’ de su novísimo single y cerraron con un ‘Mr Shoji’, del que anunciaron que incluía “gaitas sardanísticas” (¿) y el mini-bis de ‘Gracias a la vida’.

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En formato trío, la propuesta crepuscular de Cuchillo suena impecable, pero quizás les hubiera pegado más la Plaça del Rei. El hecho de que hubiera casi más lateros que público no ayudó demasiado.
Parade adornó su set con películas que conforman parte de su mitología personal y que ayudan a comprender su personal universo. Empezó con dos de sus mayores cohetes: ‘Asteroide’ y ‘Primer contacto’. Entonces, empezó a llover. Pero parapetados bajo paraguas o a cuerpo gentil, apenas hubo deserciones entre el público durante el concierto, principalmente centrado en su último disco. Lamentablemente, la organización nos nos premió a los allí presentes con ningún bis.

La lluvia arreció fuerte y nos hizo temer cancelaciones. Afortunadamente, paró unos diez minutos antes de la actuación de la estrella de la noche: Javiera Mena, acompañada por batería y teclado. Nada más asomar al escenario, el público apareció como caracoles (tras la lluvia). Javiera abrió con ‘Primera estrella’ y ‘Hasta la verdad’, algo fría, pero la cosa se fue calentando. A partir de ‘Al siguiente nivel’ se despojó de la capa que vestía, desatando a la diva que lleva dentro. Desde ese momento, cantamos (aún más) como si no hubiera un mañana, mientra Javiera a ratos agarraba el sampler como si de un mando de playstation se tratara y quisiera fulminarnos con él. ‘Sufrir’, ‘Luz de piedra de luna’ y su ya mítica versión de ‘Yo no te pido la luna’ fueron el despiporre, directamente. En los bises, sola con la guitarra, nos preguntó qué queríamos que tocara y se sorprendió de que la gente pidiera ‘Hasta la verdad’: “¡Pero esa ya la toqué!”, se exclamaba, así que decidió atacar con una versión de ‘Oye mamá, oye papá’ de Jeanette.

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Y aquí se me acabó el festival, porque entonces me dejé convencer para ir a ver a Fangoria en la Plaza de España y me reencontré con la peor cara de los conciertos multitudinarios de la Mercè: masificación, incomodidad y poca visibilidad. ¿Por qué me dejo liar? Y lo peor fue que al final no fui a ver a Antònia Font al Fòrum. Ay…

Foto: Susana López Blanco.

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