Cine (in)visible de terror

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Cine (in)visible de terror

Cualquiera que haya ido a alguno de los festivales de cine fantástico y de terror que se celebran en España, en especial al de Sitges, se habrá dado cuenta del abismo que separa lo que se produce al año dentro del género y lo que llega a nuestras carteleras. Tendencias enteras pasan inadvertidas creando la falsa sensación de que, por ejemplo, la saga ‘Saw’ es lo más bruto que se puede ver en una pantalla. A la espera de que lleguen algunas de las últimas propuestas, vamos a reseñar las que ya no tienen oportunidad de estrenarse.

‘Triangle’ (2009): Como es casi imposible hablar de esta película sin destripar su argumento -y parte de su atractivo es verla sin saber nada- me limitaré a dar un rodeo y decir que la penúltima película del prometedor Christopher Smith (‘Creep’, ‘Desmembrados’, ‘Black Death’) es una de las más estimulantes muestras de cine de terror y ciencia ficción de los últimos años. Uno de esos ejemplos de argumentos post ‘Twilight Zone’ que, a pesar de no ser demasiado original ni resistir un análisis exhaustivo sobre su coherencia interna, atrapa al espectador por su lograda y evocadora atmósfera, una inteligente dosificación de la información y un poderoso sentido del suspense. Atractiva geometría narrativa oculta bajo un envoltorio mainstream.

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‘Eden Lake’ (2008): El mejor survival de los últimos tiempos. James Watkins, que acaba de estrenar la decepcionante ‘La mujer de negro’, explora los miedos de la clase media (unos estupendos Kelly Reilly y Michael Fassbender) en forma de apartados parajes rurales y violencia adolescente. De discurso previsible, funciona mejor como puro terror de supervivencia que como determinista apunte sociológico. Con un fabuloso sentido del ritmo y una ajustada puesta en escena, el director consigue que el espectador se identifique rápidamente con la pareja protagonista y sufra con ellos el progresivo acoso a que es sometido por unos pandilleros de pueblo. La creciente sensación de inquietud, perfectamente medida, termina con una explosión de violencia bastante contenida y nada gratuita para lo que es habitual en el (sub)género.

‘The House of the Devil’ (2009): La película de Ti West hará babear a todo fan del terror barato y telefilmero de los 70 y primeros 80. Formalmente utiliza muchos de sus signos distintivos: la manera de presentar los créditos, la música (donde predominan unas inquietantes notas de un piano), la planificación de las secuencias (con un ritmo más pausado de lo habitual), el uso del zoom… Y temáticamente también: las sectas satánicas o los ambientes del american gothic. Las influencias no se esconden, y van desde el giallo sobrenatural a lo Argento hasta la ‘Semilla del diablo’ (1968), pasando por el cine de terror ochentoso protagonizado por adolescentes. Un ejercicio de estilo retro (no posmodernista), que a pesar de un final apresurado, funciona muy bien por su atinada creación de atmósferas y un preciso uso del espacio para crear tensión y desasosiego.

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‘Vinyan’ (2008): Fabrice Du Welz, el director de la tremenda ‘Calvario’ (2004), propone en su nueva película un viaje físico y mental al corazón de las tinieblas de una pareja que, en pleno proceso de ruptura, busca a su hijo desaparecido bajo las aguas de un tsunami. El peregrinaje se va haciendo cada vez más subjetivo, más onírico. El espacio material empieza a transformarse en emocional, como si la locura que empieza a apoderarse de la protagonista influyera en el entorno físico. Con una excelente utilización del sonido, una puesta en escena física y pegajosa, una atmósfera desasosegante y un ritmo muy medido, el director nos empuja hacia los infiernos de la protagonista, nos lleva a un viaje que parte de la esperanza, pasa por la obsesión y llega a la más absoluta locura.

‘Martyrs’ (2008): Una vez pasado el revuelo que causó en Sitges y que tanto perjudicó a la recepción de la película –fue calificada de forma exagerada como “el filme más duro jamás proyectado en el festival”-, es el momento de resituar este ejemplo de cine extremo francés. El gran triunfo de ‘Martyrs’ es su capacidad para romper con las expectativas del público. Lo que empieza como una convencional película de venganza, con mucha sangre desparramada producto de años de ira contenida, acaba como una seca y contundente torture porn de inesperado discurso místico: la posibilidad de trascender la realidad a través del sufrimiento, de conseguir estados alterados de conciencia que permitan “ver el otro lado”. La primera parte es pura acción rodada con el típico montaje agresivo que ha hecho célebres a otros hits franceses del terror hiperreal como ‘À l’intérieur’ (2007) o ‘Frontière(s)’ (2007). La segunda es pura pornografía de la violencia, una seca exhibición de atrocidades tan sugestiva como la representación de un martirio en la pintura barroca.

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