‘En el camino’: las curvas de la vida

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‘En el camino’: las curvas de la vida

Antes de los hippies, los beats. Antes del rock psicodélico, el bebop. Antes de la revolución sexual, la desinhibición sexual. Antes del LSD, la marihuana. Antes de Ken Kesey, Bob Dylan o Jim Morrison, Jack Kerouac. Antes de ‘Easy Rider’ (1969), ‘En el camino’ (1957).

Pocas veces una novela ha sido tan profética y un autor tan lúcido como para que su voz se amplificara formando el eco del movimiento que estaba por llegar: la contracultura estadounidense. La road movie de espíritu libertario, la música como frenesí liberador, el autostop como medio de trasporte, las drogas como experiencia mística, el amor libre o la búsqueda de modos de vida alternativos estaban ya presentes, casi 10 años antes, en la novela autobiográfica de Kerouac. Un libro que desde los años 50 ha inyectado gasolina en el motor de generaciones de lectores deseosos de convertirse en “gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, que arde, arde, arde…”.

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Ahora que está a punto de estrenarse su adaptación al cine (19 de octubre); ahora que la desorientación existencial se apodera de muchos; ahora que el derrumbe del sistema nos ha dado de lleno en toda la boca; ahora, es un buen momento para volver -o conocer por primera vez- a ‘En el camino’ (Anagrama). Un buen momento para hacer autostop con Sal Paradise (Jack Kerouac), viajar de copiloto con Dean Moriarty (Neal Cassady), recorrer las calles con Carlo Marx (Allen Ginsberg) o escuchar en su cátedra a Old Bull Lee (William S. Burroughs). Un buen momento para dejarse atrapar por la prosa frenética y “espontánea” de Kerouac, y dejarse inspirar por la crónica de sus viajes por Norteamérica, desde el Este de su juventud hacia el Oeste de su futuro.

La mejor manera de hacerlo es conseguir su última edición, retitulada ‘En la carretera’ (Anagrama). Una nueva traducción de la versión íntegra, sin censurar, sacada del rollo mecanografiado original (Kerouac la escribió de un tirón en un rollo de papel de teletipo sin márgenes ni párrafos diferenciados).

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¿Mejora en algo esta nueva edición a la antigua? Sí. Lo primero que llama la atención es la utilización de los nombres reales de los protagonistas. La eliminación de los pseudónimos provoca un cambio de sentido: de ficción “basada en hechos reales” a autobiografía o libro de memorias. Un cuaderno de viaje a lo largo y ancho de los Estados Unidos y parte de México.

Otro cambio substancial es la recuperación de algunos pasajes censurados por su contenido sexual. Esta inclusión aporta autenticidad, añade capas de significado a la caracterización de los personajes y contribuye a re-situar la novela en su contexto histórico y editorial.

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Por último, la publicación del texto “en crudo”, sin las intervenciones y correcciones gramaticales del editor, acelera el ritmo de la novela hasta tal punto que parece “conducida” por Neal Cassady. Un nuevo impulso que la rejuvenece, la limpia del polvo de la leyenda, y nos ayuda a entender mucho mejor el legendario método de escritura que Kerouac bautizó como kickwriting.

Además, como complemento a esta nueva edición, nada mejor que la recientemente publicada correspondencia entre Kerouac y el poeta Allen Ginsberg (cuya vida se llevó hace poco al cine en un notable biopic). La lectura de ‘Cartas’ (Anagrama) permite conocer la gestación de la literatura beat, el proceso creativo de sus más notables obras, a la vez que descubrimos la relación de profunda amistad, emocional y espiritual, entre los dos iconos del movimiento cultural y artístico que definió a toda una generación.

¿Y la película? El camino ha sido largo. Los rumores sobre la adaptación de ‘On the Road’ han sido una constante desde que en 1957 Kerouac le escribiera una carta a Marlon Brando sugiriéndole que interpretara a Dean Moriarty. Más tarde, desde que en 1979 Francis Ford Coppola comprara los derechos, se han hecho varios intentos, incluido uno con Ethan Hawke y Brad Pitt de protagonistas. Pero no fructificaron.

Cuando en 2005 Coppola vio ‘Diarios de motocicleta’, la adaptación de los diarios de viaje de Che Guevara realizada por Walter Salles, volvió a retomar el proyecto. El brasileño, famoso por su ‘Estación central de Brasil’ (1998), era el director ideal. Y Sam Riley (Sal Paradise), Garrett Hedlund (Dean Moriarty) y Kristen Stewart (Marylou) el atractivo trío protagonista (junto a Viggo Mortensen y Amy Adams como Old Bull Lee y Jane).

Presentada en Cannes, el recibimiento no ha sido muy entusiasta. En general, se ha criticado la falta de profundidad de la adaptación y su fallido intento de capturar el espíritu de la novela. Sin embargo, han destacado la belleza de su estilo visual y a sus dos protagonistas masculinos.

A la espera de verla, recordar cómo se imaginaba el propio Kerouac la adaptación: «con la cámara colocada en el asiento delantero del coche mostrando la carretera (día y noche)». ¿Se imaginó Kerouac el prólogo de ‘Gerry’ (2002)? ¿No hubiera sido Gus Van Sant el director ideal para esta adaptación?

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