‘Cosmópolis’: viaje al fin del capitalismo

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‘Cosmópolis’: viaje al fin del capitalismo

David Cronenberg tiene fama de adaptar lo inadaptable. ‘El almuerzo desnudo’ (1991) y ‘Spider’ (2002) fueron sus mayores desafíos en ese sentido. No es casualidad, por tanto, que el portugués Paulo Branco, productor del cine de Manoel de Oliveira o Raoul Ruiz, le encargara la adaptación de la “inadaptable” novela ‘Cosmópolis’ (Seix Barral, 2003).

El método utilizado por Cronenberg para realizar la adaptación es, parafraseando el título de su última película, “peligroso”. El director copypasteó diálogos y situaciones de la premonitoria obra de Don DeLillo y en seis días ya tenía el guión preparado. ¿Pleitesía o vaguería?

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La cruda literalidad de los diálogos, junto a la deliberadamente obtusa jerga financiera, dificulta enormemente la compresión de la película, sobre todo vista en una sala de cine. No es lo mismo enfrentarte con una hermética parrafada escrita, con la posibilidad de volver a leerla cuantas veces quieras, que escuchada o leída en los subtítulos de una pantalla, donde no hay posibilidad de rebobinado (en casa, ya es otra historia).

Por esa razón, lo más atractivo de ‘Cosmópolis’ -aparte de la brillante alegoría anticapitalista creada por DeLillo- es el contexto elegido por Cronenberg para situar el texto del escritor. El expresionismo abstracto como trasfondo estético (de Pollock a Rothko), el diseño del interior de la metafórica limusina (tipo nave espacial para capitanes del cybercapitalismo) y la elección de Robert Pattinson como carcasa y símbolo de un sistema que se hunde, son soluciones que resultan admirables.

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Cronenberg construye su película como el diseñador de una sala de operaciones. Una apuesta por lo aséptico, lo geométrico, lo tecnológico, lo gélido, para reivindicar lo contrario: la belleza de la asimetría (de una próstata). 7.

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