Los Planetas y la realidad

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Los Planetas y la realidad

Voy a empezar con una afirmación rotunda de esas que al lector que no las comparte le dan ganas de dejar de leer el resto del artículo. Una invitación a no seguir: Los Planetas son el grupo más importante de la música en España de los últimos veinticinco años.

Quizá no el mejor, seguramente no mi favorito (sería la saga Aventuras de Kirlian-Le Mans-Single), por supuesto no el más popular ni vendedor, pero sí el más importante. Haber estado cuando se gestaba el nacimiento de la escena indie y haber sobrevivido veinte años en una posición de privilegio crítica, comercial, de influencia y de consenso a lo largo de tan amplia trayectoria ya los sitúa más allá del bien y del mal grabando su nombre en el bronce de nuestra música popular. 

Curioso que algunos proyectos nacidos entonces casi como reacción a la decadencia, los restos y herencia de lo que un día fue glorioso y llamaron La Movida hayan acabado teniendo una longevidad ininterrumpida superior a la de la mayoría de sus antecesores. Los veinte años de Los Planetas están muy por encima de los diez que abarca el periodo discográfico de Radio Futura o El Último de la Fila, los ocho de Nacha Pop, o el aguante de Décima Víctima, Golpes Bajos, Derribos Arias, Pegamoides o Dinarama. Si hasta Mecano duró apenas once años…

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Todo esto viene a cuento de que no es fácil como banda llevar veinte años en lo más alto. Si hiciéramos una ronda de preguntas entre plumillas musicales españoles y les pidiésemos que nombrasen un solo grupo decisivo aparecido en estos veinticinco años, podría apostar (y no perdería) a que una abrumadora mayoría se decantaría por los granadinos. Esto, podrá pensar alguno, no prueba nada. Prueba el consenso. Hay que agarrarse a algo que sea objetivo cuando entramos en terrenos en que la subjetividad es lo primero a lo que vamos a recurrir. Si hasta unos noatodo como Mondo Bruto circa 1999 estaban rendidos a sus pies al punto de afirmar que Los Planetas no tenían canciones malas.

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Curioso que un grupo como Los Planetas que, excepto su primer single y algunas referencias sueltas, ha desarrollado su carrera en el seno de una multinacional, sea el estandarte de la música independiente en España. Y lo son porque, más allá de quién pague, su actitud y valentía sirvió de modelo e inspiración para toda una generación de músicos y periodistas musicales en fanzines y ahora blogs sobre la necesidad de hacer lo que uno quiere en cada momento. La inteligencia e intuición de que en RCA iban a tener la libertad económica para alcanzar la libertad creativa fue la misma que no tuvieron Inquilino Comunista al ofrecérseles lo mismo renunciando en aras de algo que entonces era muy importante: no traicionarse ni traicionar el espíritu independiente. Ahora es un adjetivo que pone un departamento de marketing pero entonces era un hecho y la idea de que alguien considerase que te habías vendido era casi tan ofensiva como la de que te acusasen de pederasta. Por eso aceptar la oferta de una multinacional fue, sobre todo, un acto de valor.

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J tiene facilidad para escribir potenciales jits tipo ‘Cumpleaños Total’ o ‘Pesadilla en el Parque de Atracciones’, canciones con las que la chiquillería enloquece cuando suenan en las discotecas indies. Podría escribir un disco con diez canciones así, hacer feliz a su compañía, conseguir un disco de oro y tocar en todos los festivales clónicos que arrasan durante el estío. Hasta en eso son diferentes y miden cada una de las actuaciones prodigándose lo justo. Al contrario, cuando más cerca estaban del éxito masivo tras publicar ‘Una Semana en el Motor de un Autobús’ (1998), que ejerce de clásico inmediato de nuestra música (hasta un libro tiene) un poco a la manera del ‘Ok Computer’, su siguiente paso es publicar ‘Unidad de Desplazamiento’ (2000), para el que esto escribe su mejor disco. Un álbum tan denso que pringa, difícil en su primera escucha, parco en canciones radiables, apostando por la sicodelia, por los ambientes, por la conceptualidad, por la textura sónica. Esto se aprecia incluso en el arte del disco, captado a la perfección por Javier Aramburu, en esa época nombre inseparable del del grupo. Como muestra la portada con esa nave tóxica con estela que llega hasta la nariz que la preside. La primera edición en una caja que se iba desplegando y mostrando los secretos del diseño antes de llegar al propio CD casa muy bien con un trabajo en el que había que bucear para no quedarse en la superficie de largos desarrollos, adaptaciones de la estructura kraut al pop, sintetizadores, interludios musicales, elementos electrónicos inéditos y, una vez más, la capacidad de sintetizar como nadie el espíritu romántico y del desamor para toda una generación de indie-kids. 


Pero si hay algo que hizo de Los Planetas algo así como The Smiths para miles de jóvenes en los años 90 (y después), el grupo en el que reflejarse o en el que vivir cosas “a través de” las que no estaban al alcance de uno mismo, de un desamor tan intenso y vengativo que pensases hacer locuras, con el que ponerse hasta las patas de heroína aunque a uno le haga desmayarse la sola visión de una aguja o el grupo con el que uno se sentía una estrella de rock porque se podía compaginar con ser tan poco agraciado como J, ese algo eran sus letras.

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Unas letras sencillas, escritas sin mucha pirotecnia, sin palabras complejas, tampoco con demasiado texto pero que derrochan talento para capturar el angst adolescente a una impotente y violento, sexual y tierno, lleno de mitos y rituales implacables que van con la edad. Una invitación al desfase pero también a la reflexión culposa sobre el mismo. Unas letras mil veces imitadas y mil veces imitadas mal (sobran ejemplos de planetismo wannabe). Auténticas películas de desastres amorosos en menos de cuatro minutos como ‘Un Buen Día’ o ‘Qué puedo hacer’, fantasías lúbricas como ‘Mi Hermana Pequeña’ o ‘La Máquina de Escribir’ o un mal viaje al infierno de los tripis como en ‘La Caja del Diablo’.



En mi opinión uno de los grandes aciertos de las letras de Los Planetas es la capacidad de J de introducir detalles, vida, inesperadas referencias a algo material, existente que te anclan a tu propia realidad. Con o sin metáforas mediante una referencia a un lugar, a un disco, a un producto y, de repente, tú estabas allí siendo testigo de lo que ocurría en la escena narrada. Un empujón para saltar al otro lado del espejo. Y, aunque parece sencillo, no es sólo una cuestión de citar por citar sino que es el plus de realidad que necesitabas para hacerlo tuyo.

“He pasado por tu casa veinte veces, siempre voy al Amador por si apareces” decían en la enérgica y definitiva ‘Qué Puedo Hacer’, una canción de las que marcan una carrera. ¿Hay algún fan de Los Planetas que al pisar Granada no ha pensado “he de ir al Amador”?. El primer single de su primer disco ‘Super 8’ (1994) conseguía encontrar las palabras exactas a la desesperación de ir una y otra vez a los lugares una vez compartidos en busca de la persona amada o, al menos, de su fantasma. El Amador, un bar normal y corriente de cervezas y tapas situado en la calle Pintor López Mezquita se nos aparecía a los que no lo habíamos visitado como una especie de Shangri-La. Si el chico iba a ver si aparecía su chica por el Amador este tenía que ser un sitio muy especial. Pero, en realidad, como El Penta (sobre todo a día de hoy) era un bar como cualquier otro. Pero ese pequeño detalle nos hace creer que esa historia es real. Y que nuestro Amador sería el bar Pepe, o el bar Victoria que está debajo de mi casa. Que somos protagonistas de nuestro propio ‘Qué Puedo Hacer’.

Decía J que ‘10.000’ era el precio de la felicidad. Con 10.000 uno se podía ir con una puta. O con dos, una de ellas menor. O, a precio estándar, comprarse un gramo de algo. 10.000 es un nombre evocador, no es lo mismo que haberla titulado 60. Todos sabemos lo que se puede hacer con 10.000 (o con 60). Por eso con sólo escribir 10.000 valía para sentir que te habías pegado un fiestón de primera haciendo un trío y compartiendo con las dos chicas lo que te había pasado el tipo aquel en un bar. Aunque tú no salieses de tu habitación. Pero daba igual.

Como el ‘Rey Sombra’ de los X-Men, hay cosas que pueden ocupar tu cuerpo para hacerte sentir bien, reanimarte o, al menos, para no tener que pensar en nada. Aunque sepas que te controla no puedes obligarlo a salir porque El Rey Sombra ya ha decidido por ti.

Una de las cosas maravillosas de Los Planetas es que jamás ocultaban sus gustos e influencias musicales. Ya fuesen vía apropiación de los mismos (la famosa recopilación ‘Los Planetas Plagian’ da fe) o la cita directa o indirecta. La preciosa ‘Brigitte’ (al parecer Florent llamaba así a una novia muy guapa de J por la Bardot) traduce, en parte, la enorme ‘If I Can’t Change Your Mind’ de Sugar, y en ‘Desorden’, además del título, en los primeros versos se alude al suicidio de Ian Curtis y las circunstancias de este.

‘Pop’ (1996) puede ser en, mi opinión, el peor disco del grupo, pero no deja de volver a darnos pistas sobre el anclaje al mundo real de los textos planetarios. ‘db’ no sólo se apropiaba de forma bastante evidente del ‘Chasing a Bee’ de Mercury Rev sino que, en vez de esconderlo, esas iniciales se referían a David Baker, el genio del grupo en opinión de J. ‘David y Claudia’ no habla de un mago y una modelo pero no era difícil captar la metáfora sobre aquella mediática pareja. Y otra pareja, ‘Jose y Yo’, se convertía en una de esas canciones como ‘Suzanne’, ‘Angie’ o ‘Katy Song’, con un destinatario real que nunca sabremos cómo se tomaron ser protagonistas de preciosas (todas ellas) canciones.

Precisamente en la cara B de este single se encuentra una de sus canciones más curiosas, ‘La Verdadera Historia’. Las caras B de ese disco escondían varias joyas, algunas de ellas que nos llevan a ese anclaje a la realidad del que estoy hablando. ‘La Verdadera Historia’ es la única canción en la que canta Florent y haciendo esa autoficción que tan de moda se ha puesto en los últimos años en la literatura (y con tan buenos resultados con gente como Alejandro Zambra o Antonio Orejudo) suelta un mazazo de inicio: “Florent dejó la droga en el 92”. En ella se nos cuenta la ficticia vida familiar feliz del carismático guitarrista habiendo dejado el vicio para dedicarse al bricolaje y a vegetar frente a la tele. Que convierta a Florent en protagonista de la canción dibujando una imagen idílica opuesta a la que era más o menos pública del músico no dejaba de ser una genialidad que volvía a llevarnos al terreno de la realidad aunque fuese para negarla.

Algo parecido ocurre en las caras B de ‘Punk’, uno de los singles más nimios como canción principal pero quizá el mejor a nivel global junto al de ‘Un Buen Día’. Acompañantes de lujo son una versión de ‘Northen Sky’ de Nick Drake (como todas las versiones de Los Planetas, sin excepción, extraordinaria) y, lo que nos interesa de su acercamiento al mundo real, ‘Vuelve la Canción protesta’ y ‘Nueva Visita a la Casa’. La primera es una parodia de la ola de cantautores que asolaba el panorama musical español en aquellos momentos. Pedro Guerra, Ismael Serrano, Tontxu, Rosana, o el primer Javier Álvarez y otros muchos aparecían como setas y vendían como churros renovando el espíritu progre de la transición. Un horror. “Políticos y banqueros tiemblan, vuelve la canción protesta”.

La otra canción es una de mis favoritas. ‘Nueva Visita a La Casa’ es una secuela de ‘La Casa’, cara B del tóxico sencillo ‘Nuevas Sensaciones’. En este regreso a aquella casa J y su novia pasan la noche viendo películas de serie Z, bebiendo vino en cartón, poniéndose, amándose y, nuestro cabo a la realidad, “escuchando discos de Sarah hasta que eran las seis”. J comentó en algún momento que todas las referencias del sello de culto Sarah Records le parecían buenas, que no había ninguna mala. Y pensando lo mismo pero sin haber pasado una noche poniendo 7” de Sarah sí que he tenido noches, como tantos otros, sentado en la posición del loto junto a una chica poniendo un disco tras otro, hablando de cualquier cosa incluida la música que sonaba. Y allí nos llevaba J de la mano para que compartiésemos ese trocito de su realidad que se convertía en un recuerdo nuestro, incrustado como los que fabricaba Tyrel Corporation.

En ‘Una Semana en el Motor de un Autobús’ no hay tantos elementos que remitan a la realidad en sus textos a pesar de letras con las que es difícil no identificarse, como el drama de celos veraniegos ‘La Playa’. Lo más parecido es en ‘Cumpleaños Total’ cuando se canta ‘Le digo al Chino: «vamos a ponernos otra»‘. Todos conocemos a un amigo como El Chino aunque se llame de otra manera. Además de esto, hay otra referencia a Granada en el descomunal canto a la desidia y la incapacidad de salir de un cierto círculo vital, quizá no el más deseable pero sí cómodo, que es ‘Línea 1’, la línea de autobús que había que coger para llegar a la zona del polígono donde pillar droga. En este caso más que de autoficción deberíamos hablar de autobiografía.

‘Unidad de Desplazamiento’ tiende bastante más hacia la abstracción tanto en el sonido como, en ciertos momentos, las letras. Las referencias al mundo real más explícitas serían ‘La Cara de Nikki Lauda’, que narra un etílico viaje en coche y cierta crueldad en el título dado a quien se refiere. Otro ejemplo sería ‘Que no sea Kang, por favor’, que remite a un supervillano de las series de Los Vengadores y, en cuya letra se explica la impotencia al ver que el malo, Kang, parece que va a ganar y hay un grito ahogado, desesperado pidiendo auxilio. También aparece otro personaje como es La Antorcha Humana. Donde sí que hay muchas alusiones es en la bobalicona cara B de la trágica ‘Santos que yo te Pinte’. ‘Yo maté al A&R de Sony’ es una broma sobre su propia disquera. En ella se despachan con este supuesto A&R al que asesinan “porque estaba preparando los remixes de Mónica Naranjo”, además de confesar que “Soy un asesino en serie, he matado a tres de Melón Diesel, sólo que no siento ningún remordimiento, alguien lo tenía que hacer”. Y, de hecho, confiesan que fue el mismo A&R el que suplicó su final porque, según cuentan “Lo até a la pata de la mesa y le puse el disco de La Oreja y, cuando iba por la quinta, me suplicó que terminara ya”. Una travesura permitida (o que en su sello ni escuchaban los discos).

Y, claro, en este disco aparece ‘Un Buen Día’. Ahí sí que el festín, el baño de referencias a la realidad que nos hace cómplices, casi protagonistas de la misma como un videojuego de los de primera persona (o un vídeo POV, vamos) es atronador. Nosotros somos esos perezosos que deciden bajar al bar a desayunar por no preparárnoslo y aprovechar para leer el Marca y enterarnos de que se ha lesionado Raúl. Volver a casa y holgazanear otro rato leyendo unos cómics de Spiderman, para luego ver un partido de fútbol. La final de Copa de 1999 entre el Valencia y el Atlético de Madrid donde Mendieta marcará uno de los goles más bonitos que se recuerdan. Mendieta, fan de Los Planetas, que acabó pinchando hasta en el FIB tras ser el epitome de futbolista maravilloso que se disuelve como un azucarillo y jamás llega a explotar todas sus cualidades. Aunque la versión más aceptada es que es ese gol, algunos sostienen que es otro también muy espectacular que marcó al Barcelona en unos cuartos también de la Copa del 99. Aún nos dejará otro detalle de realidad la canción cuando nos hace referencia al fiestón que disfruta junto al batería del grupo en la celebérrima frase “He estado con Erik hasta las seis y nos hemos metido cuatro millones de rayas”. Pues eso. Y no hay que olvidar el gran trabajo de diseño de Aramburu reproduciendo una especie de portada del Marca para añadir más tintes futboleros. Ni su cara B, ‘Todo lo de hoy’.

‘Encuentro con Entidades’ (2002) es aún más denso y sicodélico, mal recibido entonces pero entre lo mejor de su carrera. Apenas tenemos referencias al mundo exterior en algunos títulos como ‘San Juan de la Cruz’, que sugieren la idea del sufrimiento antes del goce. No en vano el santo era el que decía aquello de “Tan grande es el bien que espero, que toda pena me da consuelo”. Poco más que rascar en este disco en su aspecto menos ensimismado. Quizá el título ‘El Artista Madridista’ en el que J como culé clamaba (como metáfora vital) contra los abusos y ayudas arbitrales al Madrid. Ahora las tornas se han cambiado tras Guardiola y teorías conspirativas de Villarato mediante y, sobre todo tras la llegada de Mou, el victimismo ha viajado en AVE hasta la capital. Algunas malas lenguas sugerían que el título hablaba de Jorge Valdano.

No hay mucho más. En ‘Contra la ley de la Gravedad’ (2004) ya parecen estar pensando en su reencarnación flamenca y, como ‘Pop’ es un disco de transición a algo mayor y más complejo que no se entretiene en que compartamos su mundo. Además ellos, como sus fans, han crecido y ya no están para canciones sobre drogas y fiestas. Pero, como las fotos de fiestas de adolescentes, sus discos quedan como testigos de nuestra propia juventud vivida, en parte, a través de sus experiencias, discos, lugares, nombres de personas, cómics o goles maravillosos. Aunque quizá sea hora de sacar a Edipo y matar al padre.

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