‘Tabú’: memorias (mudas) de África

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‘Tabú’: memorias (mudas) de África

¿Es ‘Tabú’ otro acercamiento posmoderno a la estética del cine mudo como ‘The Artist’ (2011) o ‘Blancanieves’ (2012)? Sí, pero de otra manera. La nueva película de Miguel Gomes (y primera estrenada en España) tras la estupenda ‘Aquele querido mês de agosto’ (2008) es mucho más que un homenaje a las películas mudas: es una mirada empapada de nostalgia cinéfila y libertad expresiva hacia un cine primitivo y una mitología colonial.

“Ella tenía una hacienda en África…”. Así comienza a relatar el amante de la protagonista sus “memorias de África”. Después de una olvidable primera parte, que cuenta de forma anodina la relación entre dos vecinas en la Lisboa actual, la segunda parte se despliega ante el espectador en toda su riqueza expresiva y conceptual. Las referencias se acumulan. La más obvia es ‘Tabu’ (1931), la obra maestra de Murnau y Flaherty (que el Thyssen programó hace unos días con motivo de su exposición sobre Gauguin). Esta nueva ‘Tabu’ se podría ver como una especie de remake posmoderno de la anterior. Otra influencia evidente es el cine clásico de aventuras ambientado en África, desde las películas de Tarzán hasta melodramas como ‘Mogambo’ (1953).

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Pero, y ahí reside la originalidad de la propuesta, lo que se podría quedar en un simple homenaje, se convierte en algo mucho más complejo y sugerente. A pesar de su estética de cine mudo (aunque narrada con una voice over, como se hacía en muchos cines antes de que hubiera sonido), la película está ambientada en los años 60. De hecho, dos de los protagonistas tienen una banda de pop donde interpretan hits como el ‘Tú serás mi baby’ de Les Surfs. Y no solo eso, la película es deliberadamente anacrónica. La realidad, el documental -los niños que aparecen en la aldeas vistiendo ropas actuales- alimenta la ficción de una forma extrañamente poética.

Al director portugués no le interesa, por tanto, reproducir una estética determinada, sino devolver el cine a un estado primigenio, inocente; a un “paraíso perdido” donde, como él mismo dice, “los espectadores podían mirar las nubes y ver cómo se transformaban en animales”. 7.

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