Lo primero que llama la atención de la nueva película de Pablo Larraín, última de su trilogía sobre la dictadura chilena tras ‘Tony Manero’ (2008) y ‘Post Mortem’ (2010), es su peculiar tratamiento de la imagen. El director ha rodado la película en U-matic, el formato antecesor del Betacam que se usaba en los 80 en televisión. Esta elección, lejos de buscar un esteticismo puramente nostálgico, permite un sorprendente maridaje entre la ficción y las imágenes de archivo, una conexión muy particular con el pasado hasta el punto de difuminar sus fronteras estéticas y dialogar con el presente.

Pero no solo eso. Esta opción estilística también tiene una función narrativa. La película cuenta la historia de René Saavedra, el creativo publicitario encargado de realizar la campaña a favor del “No” en el plebiscito de 1988 que acabó con la dictadura de Augusto Pinochet. Y qué mejor metáfora para describir esa época, qué mejor manera de visualizar el estado de ánimo en el que se encontraba un país, que con los tonos mates, deslucidos y apagados del U-matic. Un ejemplo excelente de cómo la estética alimenta y muscula la narrativa.

‘No’, que triunfó en Cannes y está nominada a los Oscar como mejor película de habla no inglesa, es una crónica histórico-política que, sirviéndose de lo particular, alumbra lo general. Por medio del personaje del publicista, de sus problemas sentimentales (lo menos logrado de la película) y de su trabajo en la campaña, asistimos al proceso de transición hacia la democracia de un país secuestrado por la dictadura desde 1973. Un punto de vista diferente que permite hacer partícipe al espectador de los acontecimientos del plebiscito y compartir el entusiasmo que se vivió en esos quince días previos a la votación.

Como en la campaña publicitaria, Larraín hace un ejercicio de memoria histórica sin ponerse trascendente ni discursivo. Con aparente frivolidad, el director estructura su película como un combate audiovisual, una guerra de ideas, una batalla televisiva entre las distintas campañas donde las armas ya no son las del debate político, sino el humor, el ingenio y la creatividad. 8,5.