Recomendamos tres cómics publicados en las recientes semanas.
El Dinero en The New Yorker. La economía en viñetas: El semanario The New Yorker, que lleva sin cambiar el logotipo ni la tipografía de sus textos desde 1925, no tiene por costumbre tratar asuntos económicos en profundidad en sus páginas. Célebre por sus relatos, en su día publicó cuentos de Salinger, ‘A Sangre Fría’ de Capote por entregas, crónicas y críticas sobre la cultura neoyorquina, viñetas o las populares ilustraciones de sus portadas recopiladas. Algunas de ellas estuvieron firmadas por dibujantes españoles, como las del valenciano Mariscal (ocho en su haber), ofreciendo siempre en cada número, aunque sea recurrente decirlo, una obra de arte.
Si creemos que los problemas financieros actuales son nuevos comprobaremos en ‘El Dinero en The New Yorker. La economía en viñetas’ que estamos bastante equivocados, siendo más evidentes los cambios de estilo en los dibujos que en las vivencias. Estamos ante una recopilación de 400 situaciones humorísticas en viñetas, aparecidas desde los años 20 hasta hace tres escasos años, elegidas por el dibujante de la revista Robert Mankoff y con prólogo del crítico cultural Malcolm Gladwell. Se explican los motivos por los que adentrarse en terrenos económicos puede tener una ligera vertiente antropológica o incluso una gruesa vena cómica para el lector.
Calificación: 8,5/10
Lo mejor: Comprobar que los juegos de palabras en discursos financieros no son cosa de hoy: lo que para unos es desaceleración para otros es recesión. Los comentarios matrimoniales que antes eran frente al televisor, ahora son frente a la pantalla del ordenador. Las conversaciones de algunos personajes en mitad de un suicidio.
Lo peor: No conocer algo más de los autores y los motivos por los que han sido seleccionados.
Álvaro Ortiz / Cenizas: La trayectoria de Álvaro Ortiz es corta si nos ceñimos al número de publicaciones en su currículum, y no es porque se tome su tiempo entre una y otra, sino porque estamos ante uno de los autores nacionales más jóvenes. Ortiz se abre un hueco muy destacado en el panorama por méritos propios después de ‘Cenizas’, que además le aportará confianza para encarar nuevos trabajos. Estamos ante una historia con gran protagonismo de la música, que sirve para ambientar momentos como conducir (gran parte de la historia transcurre viajando en coche) o los previos a un viaje de muchos kilómetros.
Tres amigos que llevan un tiempo sin verse se reúnen con una intención poco clara y un objetivo común que iremos descubriendo poco a poco. Con la misma cercanía que una serie de Tv y con las intrigas de un film de Hitchcock, esta “road movie gráfica” consigue conformar un relato en el que se pasa por todos los estados de ánimo posibles, alternando el humor con los cotilleos. ‘Cenizas’ cuenta con lo justo para atrapar al lector sin sucesos dramáticos ni sufrimientos injustificados, en consonancia con unos dibujos coloristas y vivaces en los que predominan las formas redondeadas.
Calificación: 8/10
Lo mejor: Lo complejo e ingenioso del guión hace que cualquier acontecimiento parezca posible sin chirriar. El dibujo alegre o la manera de afinar en el diseño y el coloreado de cada página, dependiendo de los hechos, como muy recientemente hemos podido ver en ‘El invierno del dibujante’ de Paco Roca.
Lo peor: puede resultar un poco larga para los impacientes que quieran conocer el final con rapidez.
Aitor Saraiba / Pajarillo: La obra de Aitor Saraiba tiene ciertos puntos en común con la de Álvaro Ortiz, con la diferencia que la suya es una historia individual y se la considera continuación de la anterior ‘El hijo del legionario’, aunque ambas obras sean independientes. ‘Pajarillo’ se maquina en un viaje transoceánico y la música es también un personaje muy presente en su biografía, en la que predomina desde los doce años el heavy metal: Metallica, Anthrax, Motörhead… además de Nirvana, Bod Dylan, The Smiths con el paso del tiempo, o más cercanos para nosotros, Violeta Parra, Chavela Vargas o su amiga Lorena Álvarez.
Con un prólogo de Nacho Vegas muy personal, nos adentramos desde los primeros dibujos en la ruptura sentimental de su autor con su novio norteamericano. Un viaje descarnado en avión, desde Los Ángeles a Madrid sin escalas, en el que la memoria y los recuerdos nos acercan al primer plano de las vivencias más recientes de su protagonista. En un segundo término, las más lejanas actúan como bálsamo curativo de la realidad actual, enclaustrada en un vuelo rodeado de pasajeros desconocidos durante largas horas. El punto nostálgico viene cargado con los matices suficientes para afrontar el porvenir con mayor seguridad.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: La cercanía y familiaridad en la relación del autor con el lector. El aval nada fácil, parece ser, del prólogo de Nacho Vegas.
Lo peor: la predisposición que puede generar en su contra una historieta algo cursi y excesivamente naif.