Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘Danger In The Past’ de Robert Forster

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Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘Danger In The Past’ de Robert Forster

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Artista: Robert Forster
Álbum: Danger In The Past
Sello: Beggars Banquet, 1990

Berlín en la primavera de 1990 era una ciudad nueva en ciernes, con su torrente sanguíneo restablecido, llena de optimismo de cara a la nueva década que comenzaba tras la caída del muro pocos meses antes. Que Robert Forster la eligiese como sitio para grabar su primer disco en solitario tras la ruptura de los Go-Betweens tuvo que ver esencialmente con el hecho de que el productor del mismo, Mick Harvey, conocía bien los míticos estudios Hansa; pero quizás hubo también algo de sincronía más o menos inconsciente con ese espíritu renovador, hambriento de aires nuevos, ahora que iniciaba una nueva etapa ya sin Grant McLennan.

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Bowie había grabado allí parte de ‘Low’ y ‘Heroes’ en 1977, Nick Cave y sus Bad Seeds (Mick Harvey incluido) ‘Your Funeral… My Trial’ en 1986, y U2 grabarían ya en 1991 ‘Achtung Baby’. Quizá ‘Danger In The Past’ fuese el disco de todos ellos que menos miró, metafóricamente, fuera de los hermosos ventanales del estudio, pero se benefició como el que más de su sonido grandioso y su majestuosa reverb natural. Las canciones de Forster suenan, en su estructura, prácticamente idénticas a las demos que, aún con Grant McLennan, había grabado en su casa de Botany Street. Pero en los Hansa-Tonstudios pasó algo mágico en junio de 1990, en una grabación sorprendentemente breve de doce días.

Los Go-Betweens habían publicado su último disco (para algunos el mejor), ‘16 Lovers Lane’, tan sólo dos años antes. Como en los discos anteriores del grupo australiano, las excepcionales críticas casi unánimes volvían a contrastar con poco éxito de público, ventas modestas, y un proyecto que se agotaba por muerte natural. Y junto a ese lógico agotamiento, diferencias de índole artística: Robert Forster insistía en grabar el siguiente disco en un par de semanas. El resto del grupo no lo veía viable. Como el propio Forster explicaba años después en una estupenda entrevista en la revista Hearsay, las diferencias quedaron patentes en la ruta que cada cual siguió al romperse el grupo: Grant eligió un productor comercial para su siguiente disco, Amanda Brown y Lindy Morrison montaron un grupo de sonido «moderno» (las muy recomendables Cleopatra Wong), mientras que Forster se decidía a poner su idea en práctica con Mick Harvey y otros dos Bad Seeds.

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Pero vayamos ya al meollo del asunto: ‘Danger In The Past’ es el mejor disco de Robert Forster en solitario y uno de los grandes clásicos olvidados de los 90. Una joya apenas revisitada en unos pocos blogs 23 años después de su publicación, posiblemente por culpa de la alargada sombra de los Go-Betweens. Y sin embargo… ¡qué disco! No se me ocurre mejor inicio de esta serie de Clásicos Que Nunca Lo Fueron. La intención está clara desde la portada (Forster en pose clásica, blanco y negro, un sorprendente remedo de esta foto de James Joyce) o desde los primeros segundos de ‘Baby Stones’, ese hit de exquisitas proporciones que nunca lo fue: clasicismo pop, literario, y con reminiscencias americanas. Un disco armado con sonidos naturales de piano, órgano Hammond, batería sin adulterar, y esa dulce guitarra Maton de Robert Forster que adorna la contraportada del disco (para los interesados, una especie de preciosas Gretschs fabricadas en Australia). Y armado de textos introspectivos, poéticos, sardónicos. Hablar de un disco «maduro» de Robert Forster es un poco absurdo en un intérprete que siempre pareció un poco como un poeta del siglo XIX al frente de un grupo de rock, pero ‘Danger In The Past’ no deja de ser un claro paso en esa dirección. Iniciada como digo por ‘Baby Stones’, una canción que declara los principios de esta breve película de nueve canciones (algo menos de 40 minutos, perfectos para una cara en una cinta de 90, otra de esas marcas de perfección no escritas pero indiscutibles), en esencia, una huida del sonido tratado, sobreproducido, del que los propios Go-Betweens renegarían en parte años después. ‘Baby Stones’ es, además, una diatriba agridulce, entre quejosa e irónica, hacia una pareja que le propone tener una relación «abierta» («dices que quieres buscarte un amante, aunque estás satisfecha conmigo / Tenemos que abrir nuevos horizontes, mi amor, y podemos, pero quieres hacerlo sin mí»). Una de las canciones de pop despechado más bonitas que he oído nunca, cuyo vídeo no le hace demasiada justicia:

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A partir de ahí, una cascada de milagros: ‘The River People’, una delicia acústica a base de guitarra de 12 cuerdas y órgano, y la voz de Forster, como siempre maravillosamente escasa en registro, empapada en el eco de los estudios Hansa, cantando quizá a Berlín (“sé lo que es ser un extraño y dividir una ciudad tras una frontera… he visto las sombras alargarse tras una puerta cerrada”). Para mí una de las canciones que marcaron el comienzo de los 90, gracias a este disco y a la estupenda y trepidante versión que hicieron los Walkabouts dos años después, pasándola a tonalidad menor, en otro clásico perdido del que quizá hablemos otro día aquí, ‘Satisfied Mind’.

‘Leave Here Satisfied’ y ‘Heart Out To Tender’ siguen, dos piezas más rabiosas, exacerbadas por la guitarra fiera de Hugo Race y las escobillas de Thomas Wydler. Y la cara A termina, como en un suspiro, con la acusadora ‘Is This What You Call Change’, apenas dos minutos de lo que es quizá la balada más bonita, de más rica musicalidad, de toda la obra de Robert Forster, gracias en gran parte al delicado y dramático piano de Mick Harvey. Quien por cierto toca también todos los bajos, órganos, percusiones, coros y guitarras adicionales del disco.

Por lo que contó Forster en la entrevista antes citada, el proceso de grabación consistió en él tocando las canciones a los músicos, y grabándolas en dos o tres tomas una vez se habían familiarizado con los acordes. Un sistema similar al de uno de sus discos favoritos de Bob Dylan, ‘Blood On The Tracks’ (salvo por el hecho de que Dylan omitía el paso de explicar los acordes, para pesadilla de sus músicos). El resultado es impecable por el innegable nivel de los Bad Seeds, y a la vez mantiene la frescura de esas primeras tomas.

La cara B se reduce a cuatro canciones. La inicia la trepidante ‘Dear Black Dream’, de nuevo conducida brillantemente por Wydler y Race, una especie de pesadilla llena de simbolismos (“sueño con ella en color negro, ella conmigo en color rojo”) y que acaba con unos versos que son puro Forster: “mi amor y yo, sentados en la oscuridad, preguntándonos quién canta mejor en la oscuridad, si es Townes Van Zandt o Guy Clark”, un guiño a sus innegables influencias de la música americana. A continuación, el disco se cierra con una soberbia suite de canciones: ‘Danger In The Past’, ‘I’ve Been Looking For Somebody’ y ‘Justice’. ‘Danger In The Past’ es, de nuevo, de lo mejor que Forster ha escrito jamás. A nivel musical es una canción que juega magistralmente con las tensiones (acorde menor mantenido, letanía repetida: “peligro en el pasado…”) y las distensiones de esas estrofas que se derraman con lágrimas de piano, en las que Forster recita cantando lo que parece casi un microrrelato de su admirado Raymond Carver (tanto que es la única cuya letra aparece en el inserto no en forma de versos, sino como párrafo de estilo narrativo). Un relato de regreso a su ciudad de origen, teñido de enfermedad: “tu hermana me recogió en la estación. Me dijo que te habían ingresado, decían que era sólo en observación. Yo pensé: «allá vamos otra vez». Caminamos por los jardines del hospital. (…) Te dije: «nunca muestres tus problemas en un pueblo pequeño. Tuvimos amigos que no llegaron a los veinticinco»». Y se cierra con más poesía de la decepción: “Así que volví a mi propia ciudad, para descubrir que había hecho enemigos durante mi ausencia”. Una obra maestra que, además, resiste todos los matices. Compárese la versión “ligera”, casi humorística que Forster hacía en directo con su banda en 1993, cara B de su single ‘2541’, y llenándola de gravedad, sublimemente interpretada con su característico rictus, solo a la guitarra, del año pasado en el Caravan Music Club de Victoria (Australia). Ambas magistrales y tan diferentes.

I’ve Been Looking For Somebody’ se abre con estrofas de ritmo deliciosamente dislocado, exactamente igual que en las maquetas con Grant McLennan de meses antes, pero los estribillos, arreglados por Mick Harvey, resultan seductores y majestuosos, envolviendo esa preciosa melodía de desesperanza recompensada: “He estado buscando a alguien, pensé que era en vano. La fiesta se había acabado cuando ella llegó”. Un atisbo de luz casi al final del disco, al final de la fiesta, que acaba de florecer en ese cierre hermoso de ‘Justice’, otro Forster clásico que engarza perfectamente con el comienzo de ‘Baby Stones’ como conclusión llena de redención: «soy un hombre afortunado, y lo mejor está por venir. (…) Hay un lazo en la puerta, y fuego en el piso de arriba. Hay humo en la noche y alguien que se preocupa por mí…»

Una bella pieza dedicada a su nueva vida con Karin Bäumler, su mujer alemana, que le haría olvidar el agrio final de su relación, a finales de los 80, con Lindy, la batería de los Go-Betweens. Sobre un seductor ritmo de escobillas (una vez más el infalible Thomas Wydler) se asienta una de las más bonitas secuencias de acordes y melodías de este clásico perdido de los 90. Este año se cumplen cinco años sin disco de Robert Forster, el hiato más largo de su carrera. Quién sabe, quizá otra obra a la altura de este ‘Danger In The Past’ está a la vuelta de la esquina para compensar la espera. Ya se sabe que “The Best Is Yet To Come…”.

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